Argentina es uno de los mayores exportadores de jugadores de fútbol… también está en el podio como uno de los principales exportadores de granos del mundo, siendo la exportación de cereales y oleaginosas la primera generadora de divisas del país.
Los dos cultivos estrella, soja y maíz, son utilizados principalmente como forraje para la elaboración de carnes y leche, y la mayor parte de la producción se exporta. En el caso del maíz, en forma de grano sin mayor valor agregado que el que ya posee. Y en el caso de la soja, con un grado de industrialización relativo, transformándose en harinas proteicas y aceites.
La gran capacidad de producción de granos es la envidia de muchos países: exportamos maíz a más de 100 destinos. Esta capacidad se basa en el manejo del productor agropecuario, la tecnología aplicada en los cultivos, la infraestructura, el clima y los recursos naturales: suelo y agua, con los que el universo nos bendijo. Tal combinación de factores virtúa en un ecosistema altamente competitivo, admirado por el mundo y motivo de orgullo para los argentinos.
Atención! Con estos granos y subproductos, mediante los puertos de salida todos los años parten cientos de miles de toneladas de macro y micro nutrientes que no reponemos.
En la agricultura argentina, el suelo funciona como una caja de ahorros, de la cual hacemos extracciones, vivimos bien y cada tanto hacemos algún depósito pequeño. Resultado, la cuenta se va agotando. Pero, a diferencia de la cuenta del banco que llega a cero y no libera nada más, el suelo posee mecanismos de defensa, de autorregulación y va liberando los escasos nutrientes en forma insuficiente, los cultivos rinden menos y de esta manera el agro pierde productividad y competitividad. El suelo se agota…
1- Continuar con este modelo de exportaciones de reducido valor agregado, exportando maíz y harina de soja y reponiendo, parcialmente, los nutrientes vía importaciones.
2- Promover un proceso de economía circular a nivel nacional.
La economía circular aplicada a la producción agropecuaria implica, entre otras acciones:
• Transformar los granos y harinas en carnes, leche, biocombustibles y otros productos.
• Utilizar los subproductos y estiércol para generar energía renovable (mientras reducimos las emisiones de CO2) mediante la biodigestión anaeróbica.
• Utilizar el biofertilizante (que contiene prácticamente todos los nutrientes extraídos por los granos) para fertilizar los campos donde se produjeron estos cultivos.
Oportunidades no aprovechadas, por ahora
En este sentido, generaremos productos exportables de alto valor y de baja huella de carbono. Dejaremos de exportar toneladas de 300 dólares para pasar a vender al mundo menos toneladas de mayor valor: 3000/5000 dólares. Fomentaremos inversiones, trabajo altamente calificado y arraigo en las localidades de todo el país. También se disminuye el tránsito pesado hacia los puertos, logrando minimizar emisiones y riesgos.
Es relevante considerar que, en este esquema de Economía Circular, le devolvemos al suelo los nutrientes que extrae la agricultura, dependiendo menos de importaciones. Así, aseguraremos la caja de ahorros que nos llevó al podio productivo mundial.
Existen varios casos que pueden servir de inspiración. En Córdoba venimos liderando este tipo de procesos, pero aún hay mucho por trabajar. Es necesario abrir mercados, contar con estrategias y políticas de largo plazo, estabilidad económica y financiamiento. Se trata de una excelente oportunidad para los productores agropecuarios que pretenden innovar y potenciar sus empresas.
Nota de la Redacción: el autor es empresario agroindusrial y presidente de la Agencia Córdoba Innovar y Emprender.