No puede dejar de verse la situación mundial de la cadena láctea en la que estamos insertos. Hay una situación muy compleja de producción y comercio internacional, precios de la leche y sus derivados, incidencia de variados mecanismos de subsidios, protecciones, y comercio desleal.
En la medida que en el Uruguay la producción láctea creció en forma importante en los últimos años y diversificamos nuestra producción, cada vez más estamos expuestos a los vaivenes del comercio mundial.
De una producción originalmente destinada a satisfacer nuestras necesidades del noble alimento que es la leche, nuestro crecimiento del sector nos condujo a insertarnos en los mercados mundiales, en los que colocamos actualmente el 75% de nuestra producción.
¿Es un problema sólo de Uruguay?
La Unión Europea produce el 24% de la producción mundial, los Estados Unidos el 14%, Brasil el 5%, Nueva Zelanda el 3%, y Uruguay lo hace marginalmente con el 0,3% de la producción del mundo, lo que nos coloca como tomadores de las decisiones que adoptan las economías determinantes del comercio mundial de lácteos.
Nuestra lechería es muy importante para nosotros pero no incide en el conjunto de las naciones. En el mundo pasa lo mismo que en el Uruguay, precios deprimidos, stocks acumulados, competencia feroz, con las repercusiones que todo ello tiene al interior de las economías de todos los países productores. No somos ninguna excepción.
Se dice que el sector no tiene rentabilidad porque los tamberos trabajan a pérdida. ¿Es cierto esto?
El precio que reciben los productores por la leche remitida a la industria es residual, formado por el ingreso que ésta obtiene de sus ventas en el mercado interno y las exportaciones, descontado luego el costo industrial y su utilidad, y lo que queda es el precio que reciben los productores.
Con los valores actuales, y con un costo aceptado de producir un litro de leche entregada en el tambo de U$S 0,27, el costo industrial se puede estimar en U$S 0,25 por litro.
O sea que el costo industrial anda cerca del 100% del valor de producir en el tambo, y éste es un valor que poco se conoce, y sobre el que el productor no puede incidir, a pesar de ser un sector con un fuerte componente Cooperativo.
Este valor no se menciona por los gremialistas ni por los analistas, y no está disponible públicamente aduciendo razones de reserva empresarial.
¿Cuál es la lógica de este problema?
Este es un gran problema, porque el precio que recibe el que produce la materia prima leche no tiene nada que ver con sus costos de producción, sino que es el remanente de las decisiones que toman otros actores de la cadena láctea.
Además, de ésta lógica se deriva que el precio es igual para todos los productores, no teniendo en cuenta las diferencias en las escalas de producción, lo que perjudica a los de menor escala.
En otras cadenas productivas este asunto es motivo de negociaciones muy arduas que terminan con verdaderas batallas de argumentos para la distribución de la renta entre los productores y los industriales.
¿Es lógico que haya empresas de industrialización-distribución-comercio sólidas, y al mismo tiempo productores de la materia prima en crisis permanentes?
Esto plantea el asunto de cuanto es la renta lechera y como se distribuye al interior de la cadena entre las distintas escalas de los actores económicos. Históricamente los tamberos chicos han sido el último orejón del tarro.
¿Cuánto incide en los costos de producción el precio del gasoil y de la energía eléctrica?
Estos argumentos son más de crítica al gobierno del Frente Amplio que análisis de costos. El combustible y la energía eléctrica no son más del 4% del costo de producción de la leche, y además han sido objeto de políticas específicas como la devolución del IVA para quienes tributan IMEBA o por tarifas bonificadas.
Lo que llama la atención es que no se mencionan otros costos que son apropiaciones de varios millones de dólares por parte de agentes privados externos a la cadena, como es el caso de los arrendamientos de tierras.
La información estadística muestra que casi la mitad de la tierra dedicada a la lechería lo es en régimen de no propietario, es decir, arrendamiento, medianería, pastoreo, etc…
¿Ganan más los dueños de las tierras que los tamberos?
El tambero es un arrendatario obligado, pues para él comprar la tierra es casi imposible, y aunque el precio de la renta suba, la tiene que pagar porque no puede trasladar parte de su tambo a una fracción alejada.
Muchos millones de dólares que producen anualmente los tamberos van a parar a las arcas de los dueños de la tierra (los terratenientes), y de esto nada dicen quienes se refieren a la crisis lechera.
La legislación actual relativa a arrendamientos considera que la tierra es una mercancía más, determinándose su valor en el mercado por el libre juego de la oferta y demanda, a partir de la modificación realizada en 1994 de las históricas leyes de arrendamiento que daban prioridad al productor en relación al propietario.
Este es un tema muy importante, si se le compara con la situación de los productores en los Países más desarrollados.
¿Cómo se distribuye el sector lechero?
El sector primario de producción lechera está constituido por 3718 establecimientos que tienen una diversidad muy grande en hectáreas, tipo de alimentación a las vacas, tecnología aplicada, nivel de capitalización, etc…, que los estudios del INALE categorizan en 7 modelos analizando su producción, su desempeño, y sus resultados económicos.
Los estudios demuestran que el resultado económico es negativo para los tambos más chicos, entre 40 y 120 hás, pero que en los establecimientos de más de 400 hás y hasta 700, el resultado económico es positivo y creciente.
Ello demuestra que los productores que están en problemas no son todos, sino que son los más pequeños que tienen comprometido su futuro si no mejora su economía.
Esto se corrobora por los datos de DIEA que muestran que los remitentes pasaron de 3500 a 3000 entre los años 2009 y 2017.
¿Cuáles son los productores principalmente afectados?
En 7 años abandonaron la actividad 400 productores pequeños (36%), pero los de tamaño medio disminuyeron 200(9%), y los mayores no tuvieron ninguna pérdida. Los productores que quedan en el camino son los más chicos, que son los que hay que atender.
Los más grandes reclaman en nombre del sector, poniendo a los más chicos por delante porque quieren ganar más, aumentando sus ingresos y siempre argumentan en contra de las políticas diferenciales, diciendo que no hay que alterar el libre juego de la competencia.
¿Esto responde a la lógica del mercado?
Es la lógica capitalista la que no puede dar respuesta a ésta situación, pues en una economía con libre empresa y propiedad privada de los factores de producción esto es inevitable y conduce a una desigualdad en el reparto de la renta producida con la consecuencia de, por un lado hay concentración del capital y deterioro de los recursos naturales por la lógica de maximizar ganancias, y por otro crisis de los segmentos más vulnerables de los sectores productivos.
Pero además, si con información estadística disponible, se compara la evolución del número de empresas lecheras en distintos países, los datos muestran que la reestructuración de los tambos es un fenómeno general en éste momento, aún en Países en los que crece la producción de leche, como en Uruguay.
Ello es consecuencia de la lógica de sistemas productivos no planificados, salvo en Holanda y Nueva Zelanda, donde el crecimiento de la producción no va acompañado de una disminución de las explotaciones. En los demás hay un proceso de desaparición de tambos en el marco del ajuste por rentabilidades decrecientes.
¿Puede calificarse esto como una grave crisis?
Lo que hay es un importante problema estructural, pero no una grave crisis, porque la producción no para de crecer.
En nuestras condiciones, destinar más recursos del presupuesto nacional a todo el sector va a aumentar los beneficios de los terratenientes y de los tambos más grandes en detrimento de los pequeños productores, y del presupuesto para la educación, la salud y las políticas sociales.
Queda pendiente el asunto del papel de las organizaciones gremiales para definir estrategias inclusivas de desarrollo de la cadena, generar organización y fuerza política para su implementación y para lograr un reparto más justo del ingreso generado por la cadena, que es lo que lograron algunos Países.
¿Se trata de un problema nuevo de la lechería uruguaya?
La lechería nacional vivió a lo largo de su historia muchas situaciones críticas que obligaron a todos los actores de la cadena y al gobierno nacional a tomar decisiones estratégicas, y hoy es una de ellas.
Hemos aumentado la producción y la productividad, hemos ampliado los mercados, estamos compitiendo en el mundo con las tesorerías de Países poderosos y las grandes trasnacionales. Hoy debemos analizar todos los aspectos estructurales de transformación en épocas de estrechamiento de la rentabilidad con el riesgo de concentración creciente del capital y la expulsión de productores chicos.
A ello puede aportar mucho la investigación, el intercambio, la negociación sana, pero muy poco aporta la repetición de información parcial, distorsionada, destinada a instalar en la ciudadanía la idea de una crisis terminal del sector sin fundamento.
Y menos si a ello se suma el accionar de actores políticos interesados en afirmar que la crisis económica terminal se puede solucionar sólo con un cambio de gobierno.
¿Cuál es entonces el problema central del agro?
El problema central del agro no son los salarios de los trabajadores rurales ni de la industria, tal como lo han expresado los representante de los grandes empresarios capitalistas, que además culpan al gobierno frenteamplista de no actuar en contra de los trabajadores o no darles más asistencia económica.
El problema es mucho más profundo, porque lo que está en juego son los mecanismos del reparto desigual del ingreso en el mundo lechero y en el País, que es el asunto de fondo que los sectores conservadores no discuten.