En el supermercado podemos encontrar leches con denominaciones distintas que, atendiendo solo a su nombre, pueden parecer similares: leches de pastoreo, bienestar animal, ecológica… Sin embargo, no son lo mismo. La ecológica marca la diferencia con respecto al resto por las características del producto, por el cuidado integral del medio ambiente y del ganado del que procede (su alimentación y los tratamientos que recibe), así como por el desarrollo ganadero que implica para las zonas rurales donde se produce, entre otros aspectos. La leche ecológica es la opción más completa y sostenible del mercado.
La producción ecológica se distingue por ser más natural que la convencional, lo que repercute de forma inmediata en una mejor salud de ganado y en la leche que producen. Cuando los animales sufren alguna enfermedad, se prioriza el uso de tratamientos alternativos a los antibióticos. Si se recurre a estos como último recurso, la leche se descarta durante 80 días, el doble del periodo que fija la ley para la leche convencional, de manera que se garantiza que pasen al consumo humano trazas de estos medicamentos que superen los límites autorizados. Por otra parte, está prohibido el uso de tratamientos hormonales para estimular la producción, como sí ocurre en la leche de pastoreo y en la de bienestar animal.
La irrupción de distintas denominaciones ha producido una confusión creciente entre los consumidores porque con frecuencia no saben qué implica cada una de ellas ni qué opción es la mejor. La leche ecológica es la única con una regulación oficial superior a la de las leches de pastoreo y bienestar animal, que se certifican de forma privada y que en muchas ocasiones simplemente documentan lo que ya está regulado por ley en una leche convencional. En estas se aplican las mismas normas que en el ganado común. La ecológica, en cambio, dispone de una certificación oficial, y su producción, desde los pastos en los que comen las vacas hasta los establos en los que descansan, está regulada por una normativa de máximo nivel: un reglamento de la UE.
La etiqueta de la leche ecológica es sinónimo de la máxima exigencia en el bienestar animal y en las prácticas sostenibles. Durante 365 días al año las vacas comen pastos, forrajes y piensos de producción ecológica en libertad, salvo por inclemencias del tiempo, y tal y como fija el reglamento europeo, la alimentación del ganado tiene que estar libre de organismos genéticamente modificados (OGM), es decir, ser 100% ecológica. Además, cada vaca dispone de una media de dos hectáreas de pastos, que se distinguen por unas características muy concretas: se respeta la vida y la fertilidad natural del suelo (está prohibido el uso de abonos de síntesis química) y no reciben tratamiento de plaguicidas, herbicidas e insecticidas.
El cuidado integral de los animales alcanza también a los establos, diseñados específicamente para garantizar el confort térmico y otros aspectos fundamentales, como su movilidad. Cada vaca dispone de un mínimo de 6 metros cuadrados y una zona de ejercicio de 4,5 metros cuadrados. Por otra parte, los ganaderos deben emplear técnicas de manejo que eviten el estrés de los animales. Las explotaciones pasan por un proceso de reconversión de dos años, tras los cuales reciben la certificación para la producción ecológica. La leche que obtienen mejora la rentabilidad de las explotaciones y, en ese sentido, representa una apuesta por el ámbito rural. Ofrece nuevas oportunidades a sus habitantes y, por otra parte, potencia la singularidad de cada zona con medidas como al recuperación de las razas autóctonas de cada región.
El cuidado de los animales y las prácticas sostenibles son mucho más que una moda, hay millones de personas que los consideran algo irrenunciable por sus repercusiones en todos los ámbitos, también en la calidad de los productos. Muchos consumidores tienen en cuenta estos aspectos, que han pasado a ser valores sociales, a la hora de decidir qué depositan en su cesta de la compra. La información permite distinguir unos productos de otros y, fruto del conocimiento, elegir con criterio y alimentarse con lo mejor y a un buen precio. La leche ecológica es el ejemplo perfecto; no representa una alternativa elitista dirigida a gurmés, está al alcance de la mano para cualquier consumidor.