Hace más de 20 años Spencer Johnson escribió el libro que da título a esta nota, fue un éxito editorial, y supongo que casi todos recuerdan la historia, pero no viene mal repasarla y compararla con la actual situación del sector lácteo argentino.
A modo de fábula, Johnson nos cuenta la historia de dos ratones y dos liliputienses que habitaban un laberinto y se alimentaban del queso que habían encontrado en una de las habitaciones. Todo era tranquilidad y paz, el queso estaba ahí, satisfacía sus necesidades y el conflicto no existía. Pero de un día para el otro el queso desapareció.
Esta situación, significó para los ratones un momento incómodo, que inmediatamente salieron a buscar queso en otros lugares, pero en cambio, para los liliputienses definitivamente fue un drama. Pese a ser supuestamente más inteligente que los roedores se quedaron extrañando tiempo mejores y su pereza y miedo les impidieron buscar nuevas alternativas.
Esta historia fue pensada como libro de autoayuda, que anima a los lectores a superar los miedos, a ser emprendedores, a buscar alternativas ante la dificultad, salir de la zona de confort. El subtítulo es “Cómo adoptarnos a un mundo en constante cambio”, pero parece que los actores de la lechería argentina no lo leyeron, o no lo recuerdan.
Atravesamos una nueva crisis, y van, pero con características diferentes a las anteriores, hoy los ojos de la sociedad están sobre la falta o no de leche en las góndolas, las primeras o segundas marcas, los precios que suben o suben, y las voces de la lechería pasan por los canales de tv, radios y diarios nacionales como pocas veces sucede.
Cuál es el discurso de nuestros protagonistas, muy parecido al de los liliputienses, añorando tiempos que no van a volver, buscando excusas insólitas o desentendiéndose de los hechos, porque nadie se quiere hacer cargo que más allá de los gobiernos de turno, y aún con todas las trabas que tuvo el sector en los últimos años, la lechería argentina no se ha desarrollado por pura y exclusiva responsabilidad de sus actores, que no supieron desarrollar el negocio, que se acostumbraron a pescar en el acuario y cuidar la quintita que los ha hecho sentir cómodos.
Un día, el queso desaparece, y se ven pocos ratones que salgan a buscar alternativas.
Damián Morais