Beudis Martínez es pescador desde los 10 años pero ahora no encuentra quién pague por su pescado.
MOHAMED MADI Image caption La crisis que sufre Venezuela ha hecho que para muchos el pescado se haya convertido en la única manera de conseguir proteínas.

Hoy, sin embargo, está satisfecho.

Ha conseguido que alguien le cambie 24 kilos de sardinas por un paquete de leche en polvo.

Son el tipo de transacciones que se realizan en el mercado de Los Cocos de Puerto La Cruz, una de las ciudades más importantes de Venezuela.

Él, como muchos otros pescadores aquí, aceptan hace tiempo intercambiar su mercancía, no por dinero, sino por otros artículos, preferentemente alimentos.

Se trata de una forma moderna de trueque, la modalidad de intercambio comercial de las sociedades primitivas, que vive una segunda juventud en la Venezuela actual.

Golpeados desde hace años por la escasez de dinero en efectivo y una hiperinflación que consume de manera casi instantánea el valor del bolívar, la moneda nacional, muchos venezolanos, sobre todo en el interior del país, han encontrado en el intercambio directo la mejor forma de abastecerse.

En Puerto La Cruz ya están acostumbrados y los lugareños se concentran a diario en un mercado en el que ni se cuentan billetes, ni tintinean las monedas ni se deslizan tarjetas de crédito.

“Yo vengo a cambiar un paquete de pasta y esta herramienta”, cuenta un hombre que sujeta una llave inglesa oxidada con su mano izquierda.

Hace fila junto a otros que esperan su turno para subir a uno de los botes amarrados a un dique en el que completarán la transacción con los pescadores.

“Antes la gente pagaba en efectivo”, recuerda Beudis.

“Pero ahora ya no se consigue, y con el billete de más alta denominación no puedes comprar ni un paquete de harina”, lamenta.

Hoy, pese a todo, cree que ha sido un buen día.

“Al menos he conseguido leche para mi niño. Normalmente, tengo muy difícil conseguir el calcio que necesita”.

La familia de Beudis se dedicó siempre a la pesca en esta ciudad del estado Anzóategui, en tiempos una de las más agraciadas por los ingresos de la renta petrolera venezolana.

Las medicinas, lo más cotizado

Ahora, debido al alto coste del aceite para el motor de su pequeña embarcación y a que casi nadie tiene dinero para comprar pescado, el fruto de su trabajo, apenas le alcanza para subsistir. Ni de lejos para afrontar imprevistos como la infección en la orina que le diagnosticaron a su sobrino.

También entonces el trueque acudió en su auxilio.

“Había buscado por todas partes las medicinas que le prescribieron y no las encontraba, pero un día apareció alguien en el mercado que las tenía y pude cambiarlas”.

Los medicamentos son uno de los bienes más codiciados en lugares como este, aunque lo más frecuente es que quienes reciben pescado entreguen a cambio pasta, arroz o, a veces, aceite, mucho más accesibles para la mayoría.

“Normalmente, se les paga con comida”, resume otro de los hombres de la fila.

Aunque también hay quien lleva viejas herramientas y otros enseres insospechados.

El alto coste de la carne ha llevado a que el pescado, sobre todo las sardinas, sea una de las pocas fuentes de proteínas que pueden permitirse muchos de los que acuden aquí, y aún así, cada vez valen menos.

Beudis explica por qué: “Con los problemas que hay con la electricidad, la gente no puede mantener el pescado refrigerado y ya no lo quieren porque se echa a perder”.

Esto ha llevado a que sus 24 kilos de pescado, cuyo coste rondaría los 170 euros (US$192) en un mercado europeo, por ejemplo, valgan aquí lo mismo que un paquete de azúcar.

Para quienes acuden al mercado de Los Cocos, no siempre es fácil conseguir lo que buscan.

Yomaira Herrera suele llegar a las 6 de la mañana. “Hoy llevo ya cuatro horas aquí y solo ahora he conseguido un paquete de sardinas”, le dijo a BBC Mundo.

Es una de las que se agolpan en la fila para obtener pescado.

Demasiada gente

Antes los pescadores amarraban sus pequeñas embarcaciones al espigón y el público subía a ellos a completar la transacción.

Pero, como a menudo el gentío ávido por trocar se agolpaba de manera descontrolada frente a los botes, a veces hasta hacerlos volcar con su peso, inventaron otro procedimiento.

Ahora esperan fondeados a unos metros y un grupo de muchachos cubre a nado la distancia entre el espigón y los botes llevando en una y otra dirección los objetos que se intercambian.

Se mueven casi con la misma agilidad que los pelícanos que se abalanzan sobre los restos de pescado que les lanzan los pescadores.

También hay trueque en otros lugares de Venezuela En Cúpira, Génesis Melo regenta un pequeño puesto junto a la carretera en el que ofrece el excelente cacao que abunda en la zona, y casabe, un pan hecho con harina de yuca típico en la región.

“Ahora casi todo lo que vendo es por trueque, porque la gente no tiene efectivo y es la única manera de conseguir algo a cambio de mis productos”, explicó.

Una vieja apuesta de Chávez

Aunque pudiera pensarse que la vuelta al trueque es un retroceso, lo cierto es que el fallecido presidente Hugo Chávez abogó por la extensión de esta modalidad de intercambio.

“El socialismo que estamos comenzando a construir es distinto, se basa en la solidaridad, por eso es socialismo (…) Debemos impulsar el trueque: he ahí un mercado, un mercado que bien puede ser reactivado a través del trueque y no la moneda”, dijo en 2006.

Es una de las promesas que su revolución logró cumplir.

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