Ni la tradicional canasta de Precios Cuidados, ni la más nueva de Precios Esenciales, ni las ya comunes promociones y descuentos de los súper e hipermercados parecen alcanzar para revertir la profunda recesión de la economía y la retracción del consumo.
La devaluación, la recesión y el estancamiento del consumo profundizan los problemas de Arcor, Molinos Río de la Plata, Mastellone y Quickfood

La fuerte caída de las ventas y los cambios en los hábitos de compra de los argentinos que buscan sobrevivir a la crisis sigue golpeando la performance de los grandes grupos alimenticios del país, también afectados por la volatilidad financiera y la devaluación del peso frente al dólar.

La recesión y las consecuencias que la devaluación del peso frente al dólar causaron en sus resultados financieros siguen golpeado a las mayores empresas del sector que, en lo que va del año, no lograron revertir el escenario negativo con el que cerraron sus operaciones en el 2018, cuando acumularon pérdidas mayores a los $6.000 millones.

Entre las víctimas de este escenario sobresalen Arcor, Mastellone, Molinos Río de la Plata y Quickfood, cuatro de grupos de mayor relevancia y liderazgo en la producción y comercialización de alimentos. De enero a marzo pasado no lograron revertir el contexto de una fuerte retracción de los niveles de consumo en el mercado interno, con ventas en picada y resultados operativos en caída.

Las cuatro empresas también lideraron las subas de precios en el segmento de la alimentación durante el mismo período, con el objetivo puesto en no perderle pisada a la inflación, en un contexto de fuerte contracción de las ventas y de la producción.

Molinos y una ganancia “mentirosa”

En conjunto, Arcor, Mastellone y Quickfood acumulan pérdidas por algo más de $1.500 millones entre enero y marzo pasados, mientras que el balance de Molinos refleja una “mentirosa” ganancia de $657 millones generada por factores externos que le reportaron aportes por $973 millones y que no fueron generados por una recuperación de sus operaciones domésticas

El más relevante tiene relación con el impacto contable no recurrente en el cargo por impuesto diferido, producto de la revaluación fiscal de sus activos fijos por $892 millones. Y el segundo factor se vincula a la venta de las acciones que controlaba en la empresa italiana Delverde y la compra de La Salteña en el marco de la estrategia de la compañía de la familia Perez Companc de focalizar sus negocios en Argentina.

Pero de no tenerse en cuenta, la empresa de los Perez Companc mostraría un resultado trimestral negativo de $300 millones, con lo cual la caída de ingresos de las cuatro grandes del sector alimenticio sería mayor a los $1.800 millones nada más que en los primeros tres meses del 2019. Algo así como $20 millones diarios.

De esta forma, se mantienen los factores que las llevaron a cerrar el 2018 con millonarias pérdidas como las de la propia Molinos, que ese año acumuló pérdidas por $1.702 millones, contra un saldo también negativo del 2017 de $282 millones.

“En un período donde la canasta de consumo masivo continuó profundizando datos negativos y se acentuó la devaluación del peso, la empresa generó ingresos operativos por $6.042 millones y sostuvo un estricto control de costos y gastos”, explica Molinos en su balance.

La compañía agrega que, “frente al contexto desfavorable, finaliza el primer trimestre focalizada en el consumidor argentino, ampliando la escala de negocios, la eficiencia y la productividad”.

Por lo tanto, es de esperar que en el marco de esta estrategia, adquiera una o varias empresas más durante este año, aún cuando la situación recesiva se mantenga y que sus operaciones sigan siendo condicionadas por la crisis cambiaria-inflacionaria del país.

Incluso, el año pasado pudo ampliar parte de sus negocios, con la inauguración de una línea de fideos largos, un nuevo almacén y centro de preparación de pedidos automatizado, otras dos líneas de fideos libres de gluten y de producción de alfajores Chocoarroz y obleas Gallo Snacks.

También amplió la capacidad de elaboración de Bodega Nieto Senetiner, en el marco de un programa de inversiones con el que intenta alcanzar una mayor productividad y eficiencia y garantizar más accesibilidad en sus productos.

De todos modos, debe soportar el peso de su deuda financiera, que entre el 2017 y el año pasado aumentó de $5.451 millones a $7.131 millones, producto principalmente de la fuerte devaluación.

Por último, el patrimonio neto de la Sociedad disminuyó en $1.758 millones, principalmente como consecuencia de los resultados obtenidos durante el presente ejercicio.

Lácteos, en picada

En el caso de Mastellone, el balance del último trimestre refleja una pérdida neta de $445 millones, lo cual representa casi cinco veces más que el rojo del mismo período del 2017 por $93,4 millones.

La dueña de La Serenísima había finalizado el 2018 con un saldo negativo de $1.995 millones en un año negativo para toda la industria láctea, una producción en descenso significativo, puntualmente en la provincia de Buenos Aires, principal área productora de Mastellone.

“Las actividades de la compañía estuvieron afectadas por una importante caída en la disponibilidad de materia prima láctea, lo que afectó fuertemente los volúmenes de producción y venta de productos lácteos a punto tal que nos obligó a reformular el plan de negocios del primer semestre del año”, admite la empresa fundada por Pascual Mastellone.

La caída se produjo por una combinación de factores que van desde lo climatológico hasta lo económico. Los primeros, vinculados a las altas temperaturas en los meses de enero y febrero y las inundaciones en el nortede Santa Fe, afectando a varios tambos situados en la zona.

En relación con las causas económicas, la empresa cita el aumento del costo de la alimentación de las vacas, a causa de la fuerte devaluación del peso registrada en la segunda mitad de 2018.

“La combinación de estos eventos anteriormente descriptos, significó una caída en la producción de leche de Argentina en los primeros meses del año cercana al 20%, tendiendo hacia fines de este primer trimestre, a ubicarse entre el 10%/12%”, agrega la compañía en su balance.

La situación general de menor oferta de leche tuvo impactos directos en el costo de Mastellone, que al igual que el resto de las industrias del sector, tuvo que incrementar los precios de la materia prima láctea, incluso por encima del promedio de la inflación del período.

Este aumento se suma a alzas en otros costos como los de envases, insumos varios, energía y laboral que obligó a la compañía a incrementar sus precios vía ajuste de esos valores o reducción de descuentos comerciales otorgados a sus clientes.

En este sentido, Mastellone puso el foco en sostener un normal abastecimiento para el mercado doméstico, en detrimento de las exportaciones por lo cual suspendió los embarques a Brasil y otros destinos.

“En el plano comercial, será un año de renovación completa de nuestro portafolio de productos, cambios que ya comenzaron durante el primer trimestre con la reformulación de nuestras leches frescas, todo con el objetivo de asegurar la sustentabilidad de los negocios de la compañía”, advierte Mastellone en su informe enviado a la Comisión Nacional de Valores.

De todos modos, en la empresa consideran que la recuperación de la actividad económica como motor del consumo es uno de los factores claves a tener en cuenta durante este año y para apuntalar su plan para ampliar la oferta de productos, incorporar procesos de innovación, agregar valor y recuperar la rentabilidad perdida.

Las líderes, hundidas en la recesión

En el caso de Arcor, que posee el 42% de las acciones de Mastellone y que está a punto de incrementar esa tenencia al 47%, la situación no es diferente. En sólo tres meses desde enero a marzo, la multinacional cordobesa acumula pérdidas por casi $1.000 millones.

Las causas de esta crisis son las mismas que afectan al resto de las alimenticias. Es decir, la combinación del daño hecho por la devaluación y la constante caída del consumo en un marco económico recesivo que no parece poder revertirse.

Arcor es considerada como la mayor productora mundial de caramelos duros, la principal empresa argentina de alimentos y líder en exportación de golosinas de Argentina y Brasil.

Sin embargo, el año pasado registró un balance negativo por $1.011 millones, el segundo en toda su historia si se tiene en cuenta que hasta ese momento solamente había perdido dinero en el 2002.

La diferencia la marca el contexto económico y político mucho más volátil e inestable que se dio en el país tras la caída del gobierno de Fernando De la Rúa y la debacle del régimen de convertibilidad del peso.

Según informa la propia Arcor a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entre enero y marzo pasados sufrió una pérdida integral de $874 millones contra una ganancia de $382 millones durante el mismo período del 2018.

Desde la empresa, argumentan que el preocupante cambio en los estados de resultados tiene estrecha relación con la devaluación del peso frente al dólar que se inició precisamente en abril del año pasado, y también por la recesión de la economía, que se refleja en la constante retracción del consumo.

De hecho, la performance negativa del grupo de la familia Pagani la ha venido obligando a rearmar sus planes de negocios. El último ejemplo es el cierre de la planta de La Campagnola en Mendoza para mudar la producción de esta marca a San Luis.

Su situación no escapa a la de otras grandes empresas alimenticias locales, como Molinos Río de la Plata, Quickfood y Mastellone, que también cerraron un primer trimestre con fuertes pérdidas.

En el mismo escenario se debate la la mayor productora de hamburguesas del país y dueña de la marca Paty, que cerró el primer trimestre de este año con un rojo de $191 millones, mientras que la dueña de La Serenísima informó un balance negativo por $465 millones durante el mismo período.

En el caso de la compañía propiedad de la familia Perez Companc, su balance muestra una ganancia de $657 millones, pero que se produjo por factores externos que le generaron aportes por $973 millones y que no fueron impulsados por una recuperación de sus operaciones domésticas.

Pero a pesar del negativo escenario, Arcor continúa con su plan de control sobre Mastellone, en donde ya controla algo más del 42,99% del capital. Ahora, buscará incrementar esa posición hasta el 47,48% en una operación por la cual pagará u$s12 millones por las acciones de acciones de Mastellone.

Una vez finalizado el deal, la alimenticia cordobesa estará casi a punto de finalizar el proceso de compra del 49% de la dueña de La Serenísima que inició en el 2015 y que lleva delante de manera paulatina desde ese año.

Mientras tanto, sigue buscando variantes para reducir su déficit y encarar planes que le permitan recomponer la oferta de sus productos, al igual que el resto de las empresas del sector alimenticio.

Todas, arrastradas por las consecuencias de la recesión económica, la inestabilidad del tipo de cambio y los nuevos hábitos de los consumidores quienes, para adaptarse a la crisis y sobrevivir, buscan productos más baratos y de segundas y hasta terceras marcas.

Arcor es uno de los peso pesados del sector alimenticio: emplea a 21.000 personas y está entre los mayores exportadores del país. Pero el escenario de crisis que le toca vivir es muy diferente al del 2017, año en el que la economía registró un incremento de 2,9% y el balance de la principal multinacional argentina de la alimentación mostró un resultado positivo de $1.118 millones, ventas por $48.420 millones, un Ebitda de $4.783 millones e inversiones por u$s100 millones.

“Atento a las perspectivas de la economía, el directorio ratifica los pilares que conforman la visión de Grupo Arcor de ser la empresa líder en alimentos y golosinas en Latinoamérica, reconocida en el mercado internacional, y destacada por la utilización de prácticas sustentables y la capacidad de ingresar en nuevos negocios”, detalla la compañía en su último balance trimestral.

Anticipa el mantenimiento de la estrategia de focalización en los negocios principales de consumo masivo, packaging y agronegocios, y el desarrollo de proyectos de asociación estratégica, “priorizando la liquidez y una sana estructura de financiamiento con el objetivo de asegurar el cumplimiento de sus obligaciones y compromisos, como también la obtención de los fondos requeridos para llevar a cabo sus operaciones y proyectos de inversión”.

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