En un período de la historia humana en el que la globalización está tan cuestionada por ideologías extremas y antiliberales, no se puede menos que saludar con alegría y esperanza el principal acuerdo de libre comercio que hayamos firmado como bloque. El Mercosur no está muerto como parecía hasta hace poco. La propia globalización que parece a veces condenada a una mera fragmentación de murallas físicas y comerciales tienen un espaldarazo en un acuerdo que abarca a 720 millones de personas, casi 10% de la población mundial.
Da todavía más certezas a un Uruguay que debe apostar a la ganadería climáticamente inteligente protectora de los suelos y la biodiversidad. Puede ser una ayuda muy importante a sectores que atraviesan una situación crítica como es el sector arrocero y los apicultores, al tiempo que impondrá nuevos desafíos a sectores como los lácteos y los vinos, que tendrán que competir con productos de primera calidad con una menor protección arancelaria. El bloque obtiene 99.000 toneladas de cuota para carne vacuna con un arancel de 7,5%, baja los aranceles de los cupos actuales, logra 60.000 toneladas de arroz, 10.000 toneladas de leche en polvo, 30.000 de quesos y un cupo en miel. Habrá que esperar que los parlamentos lo aprueben y habrá que negociar cuánto le corresponde a cada uno de los cuatro países. Pero eso es harina de otro costal.
Tan importante como lo comercial, lo es que este acuerdo puede ser un puente de doble vía del que aprender cómo avanzar en procesos de integración regional y cómo organizar a sociedades. Podremos tener una mirada más cercana respecto a cómo han hecho los países nórdicos para verse en el problema de tener que cerrar cárceles porque ya a nadie se le ocurre la pésima idea de robar. Lo agradecerán los productores de vacunos y ovinos que siguen desesperados porque un día sí y otro también les descuartizan sus animales y escuchan que al fin y al cabo las ovejas se crían para ser matadas.
Vendrá excelente para dar un impulso a quienes quieren desarrollar el cannabis medicinal aquí, que con una mejor ley que en muchos países europeos seguimos maniatados sin poder generar productos locales que alivien a los niños con epilepsia refractaria.
Tenemos para aprender sobre el arte de enfrentar los intentos de fragmentación política que le llegaron desde afuera y mantener el bloque unido a pesar del brexit. Sobre el avanzar en energías renovables y que los consumidores se beneficien de tarifas más accesibles. Del reciclaje de los residuos urbanos y de recuperar ríos que estuvieron años atrás muy contaminados y hoy bullen de peces y aves en plenas ciudades. También tenemos para aprender de cómo defender e invertir en las comunidades rurales, con las cuales los europeos aunque hagan acuerdos comerciales mantienen un compromiso ineludible.
La integración puede ser mucho más que comercial, en el propio acuerdo está previsto que así sea. Integrar, revalorizando cada cual su cultura local, a nuestras raíces ancestrales, a nuestro pasado indígena que sobre todo en la mitad norte de Uruguay y en zonas del litoral y el este mantiene una presencia importante. Porque se trata de integrarnos preservando nuestros diferenciales que serán cada vez más valiosos.
Por supuesto que Europa tiene problemas, por supuesto que hay xenofobia, países que están mejor y otros que están peor y defectos a encontrar. Y también es cierto que lo que se logre está muy lejos de ser libre comercio. Pero si miramos con una perspectiva histórica pensando lo que Europa era un siglo atrás saliendo de una guerra devastadora para entrar décadas después en otra aún peor y vemos el territorio de paz y prosperidad que ha construido, también debemos valorar que en el esfuerzo por construir un mundo fraterno, multicultural y sin pobreza es una de las experiencias humanas más exitosas que el ser humano haya podido construir.
Hay para colocar más carne, arroz, lácteos, ojalá carne ovina, lana, y por supuesto software y productos industriales. Tenemos para recibir más turistas. Un acuerdo de libre comercio siempre es un manejo de oportunidades. Pero tenemos también para traer más fácilmente tecnologías como algunas holandesas que están transformando a la hidroponía en Uruguay, aspectos maravillosos de una sociedad que es en muchos aspectos un norte al que mirar.
Para la ganadería uruguaya es un espaldarazo más. El bloque logra 99.000 toneladas peso embarque, 55% cortes congelados y 45% enfriados. Aunque ese cupo tendrá un arancel de 7,5%, las exportaciones como la cuota Hilton que tenían un arancel de 20% pasan a 0%.
Los países firmantes se comprometen además a respetar las normativas en torno al clima que surgen de los acuerdos de París.
Pero tan importante es lo comercial como el darnos la oportunidad de un intercambio desde los valores de paz y democracia que Europa ha cultivado, superando a las guerras que la desgarraron en el siglo XX y las guerrillas que ya son cosa del pasado y promoviendo una cultura de disenso en democracia, cuidado del medioambiente. Una victoria del país abierto capaz de construir colectivamente cruzando los límites del territorio y los partidos políticos que lleva a pensar que la oportunidad uruguaya está viva. Y para quienes aspiramos a un mundo abierto, sin barreras, puede considerarse una victoria de carácter mundial.