Después de 20 años de negociación, el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE) concretaron las negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación. Pero, como casi todo actualmente en la Argentina, es un tema que divide aguas.
Por lo pronto, de lo que se trata es de levantar las barreras arancelarias en un mercado de 800 millones de habitantes, casi una cuarta parte del Producto Bruto Interno (PBI) mundial y con más de US$ 100.000 millones de comercio bilateral de bienes y servicios, según datos de la Cancillería argentina.
El presidente, Mauricio Macri, único jefe de Estado del Mercosur que tuvo la palabra durante la conferencia de prensa del viernes último en Bruselas -porque lidera la Presidencia pro témpore del bloque-, así como la principal figura de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, lo definieron de “acuerdo histórico”.
Qué implica este acuerdo para la Argentina
Es prematuro precisar los efectos concretos que tendrá el acuerdo porque todavía no se dieron a conocer públicamente los detalles de la negociación. No hay información acerca cuál será el documento que firmarán las partes.
Hasta el momento, se informó que se eliminarán los aranceles para el 93% de las exportaciones del Mercosur y se dará un trato preferencial al resto, según datos del Mercosur.
En los bienes industriales, la UE levantará los aranceles de manera completa e inmediata en el 80% de las exportaciones de productos industriales del Mercosur a la UE.
Pero también, eliminará la mayoría de los aranceles sobre las exportaciones de la UE al Mercosur, lo que hará que las empresas de la UE sean más competitivas al ahorrarles 4.000 millones de euros en impuestos al año. Esto incluye a autos (arancel del 35%), partes de automóviles (14-18%), maquinaria (14-20%), productos químicos (hasta 18%), productos farmacéuticos (hasta 14%), ropa y calzado (35%) o tejidos de punto (26%).
Vinculado a la creación de comercio, Gabriel Sánchez, economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sostiene que el acuerdo “ofrece un gran potencial de creación de comercio” ya que permite el acceso a un mercado ampliado de países ricos posibilitando también la “especialización y aprovechamiento de escala en manufacturas”.
En el sector agrícola, donde la UE importa más bienes de los que exporta, el bloque europeo se comprometió a liberalizar el mercado en el 99% de las importaciones que provengan Mercosur. Para el 81,7% eliminará los aranceles de importación, mientras que para el 17,7% restante ofrecerá cuotas o preferencias fijas.
Por su parte, según datos de la Comisión Europea, el sector agroalimentario de la UE se beneficiará con la reducción del acceso libre de impuestos en cuotas para los productos lácteos de la UE, que actualmente tienen arancel del 28%.
Pero además, el acuerdo cumple un claro objetivo político de esta gestión. Para el Gobierno, los logros alcanzados en la política exterior, desde la Presidencia del G20 en Buenos Aires pasando por los encuentros presidenciales y este acuerdo, hacen que el oficialismo pueda, en un año electoral, sumar acciones a su complicada agenda económica local.
También, este acuerdo busca llevar calma a los mercados internacionales ofreciendo ciertas garantías comerciales. “Este acuerdo va a permitir dar tranquilidad, reglas más claras, estables, para todos aquellos que quieran venir a desarrollar esta región, que tiene mucho potencial”, dijo Macri rodeado de líderes europeos.
Por qué llevó tanto tiempo
Si bien la primera ronda de negociaciones fue en Río de Janeiro en junio de 1999, los jefes de Estado ya habían comenzado a marcar las bases de la negociación durante conversaciones que comenzaron en 1995, en un momento en el que América Latina y el Caribe también había iniciado un proceso de negociación comercial hemisférico con los Estados Unidos para la firma del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Siguiendo los vaivenes de los ciclos regionales y globales, “cuando el ALCA en 2005 se dejó de negociar, como un juego de espejos, también el acuerdo con la UE comenzó a perder fuerza”, sostiene la investigadora del CONICET y docente de la materia de integración regional en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Daniela Perrotta. En ese sentido, las discusiones sobre el capítulo agrícola y el fracaso de la ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) fueron las que pusieron un freno a las negociaciones.
“La UE no quería conceder acceso al mercado agrícola, sólo quería incluir sus áreas de interés (servicios, inversiones, compras públicas, propiedad intelectual). Mientras el Mercosur se centró en defender su sector de agronegocios e industrial. Eso hizo que no se alcanzaran los consensos favorables para las dos regiones”, explica Perrotta.
En 2016, la negociaciones se reactivaron. Las partes intercambiaron de nuevo ofertas arancelarias, pero los europeos decidieron nuevamente excluir temporalmente los productos agrícolas sensibles para el bloque europeo. Hasta que progresivamente, con el cambio de gobiernos en Europa y América Latina, se fue avanzando hacia un camino de mayor liberalización económica.
Para Juan Battaleme, docente en la carrera de Relaciones Internacionales de la UADE, el proceso llevó mucho tiempo “porque los sectores en los cuales compite la Argentina son más grandes y más duros en todas las partes”.
Según Battaleme, el proceso se detuvo “porque la UE siempre fue centrípeta y le interesaba su expansión al este y no negocios con el sur, lo cual era secundario. Y después, la llegada de los gobiernos de Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil marcaron otra agenda, que no era la de negociar con la UE”.
Por qué se concretó ahora
Lo particular de este acuerdo es que se cierra en medio de la cruzada comercial de los Estados Unidos y China que -si bien acordaron relanzar las negociaciones comerciales- tiende a un rediseño de las relaciones comerciales globales que no harían más que endurecer fronteras.
Sin embargo, es precisamente por este contexto internacional, que se facilita el encuentro. “La UE necesita salir afuera de su propio espacio, mientras Sudamérica necesita alcanzar nuevos mercados”, sostiene Battaleme.
Para Perrotta, la UE busca dar una señal de confianza en el orden comercial liberal después de haber quedado descolocada con la decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de frenar las negociaciones para el Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) entre los Estados Unidos y Europa. “Este acuerdo revitaliza la agenda comercial europea y se posiciona ante Estados Unidos y China”, sostiene.
Pero también lo hacen presionados por el posible cambio de fuerzas. La Argentina tiene elecciones en octubre, donde los sondeos del oficialismo con la oposición dan parejos. Además, sólo este año, desde la asunción de Jair Bolsonaro en Brasil, la posición del actual gobierno argentino cuenta con un aliado claro. Y, por último, en pocos meses, la actual Comisión Europea termina su mandato y es posible que luego lidere un sector de tendencia más nacionalista.
Cómo sigue
Los resultados se verán en unos años. El acuerdo ahora debe entrar en una etapa de revisión legal hasta su firma. Este proceso, que incluye la traducción en más de 30 idiomas oficiales, podría demorar varios meses.
Luego deberá pasar por el Congreso de los cuatro países del Mercosur para ser aprobado. En el caso argentino, la decisión política quedará en manos del Legislativo que surja de las elecciones de octubre de este año y dividirá aguas en la política doméstica (deberá ser aceptado por ambas cámaras). También debe contar con el visto bueno del Parlamento Europeo. Ese proceso podría demorar al menos 2 años, según las primeras estimaciones.
A su vez, la eliminación de barreras arancelarias también tiene distintos tiempos. Una vez aprobado, la eliminación impositiva no es inmediata. La UE ofrece la liberalización completa e inmediata de aranceles para el 80% de las exportaciones del Mercosur de productos industriales a la UE mientras que el Mercosur tiene hasta 15 años para liberalizar sectores sensibles en forma gradual, según datos oficiales.
Desde el Ministerio de Hacienda, el secretario de Política Económica, Miguel Braun destacó que el camino será gradual: “Europa eliminaría el grueso de sus barreras en 5 años y el Mercosur aplicará una desgravación arancelaria gradual de hasta 15 años, lo que permitirá la adaptación del sector privado”, dijo tras el anuncio.
Ganadores y perdedores
A grandes líneas, según los especialistas consultados, entre los ganadores estarían el sector agroindustrial del Mercosur, en especial la carne argentina podría ser el rubro más beneficiado, y el industrial europeo. Todavía resta poder ver la letra chica del acuerdo para ver cómo impactaría en otros sectores exportadores, como el de servicios.
Esa realidad se invertiría si hablamos de perdedores, donde quedaría ubicado el sector industrial del Mercosur y los sectores agrícolas europeos, siendo los trabajadores rurales francés los más movilizados en contra de esta medida.
La Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, que representa a un sector del sindicalismo en el ámbito del Mercosur, rechazó la medida y definió al acuerdo como “la sentencia a muerte de nuestras industrias”. Piden que antes de la firma, el Mercosur de a conocer un estudio de impacto que tendrá esta medida sobre la cantidad y calidad del empleo en los países de América del Sur.
Del otro lado, Braun, explicó desde su cuenta de Twitter que el acuerdo “no significa apertura sin contención, sino que prevé mecanismos para evitar el fraude en materia de origen y aduanero; establece mecanismos de salvaguardias bilaterales que permiten suspender temporalmente las preferencias arancelarias o reducirlas en caso de amenaza o daño”.
No queda otra que esperar. En la medida que se tenga mayor información, se podrá avanzar en análisis más precisos sobre los posibles escenarios y consecuencias. Los distintos especialistas consultados coinciden en que, en este caso, no existen acuerdos similares que funcionen como referencia.