Juan Pablo Grijalva, CEO de Sociedad Industrial Ganadera El Ordeño S.A., nos cuenta sobre el ADN de su empresa y cómo estos valores han permitido equilibrar sus logros económicos con el impacto positivo de su actividad en la comunidad.
¿En qué contexto nace El Ordeño y bajo qué visión?
El Ordeño es una empresa que se funda hace 17 años, pero la idea venía desde mucho antes. Surgió por la necesidad de que entre una empresa que pueda hacer una disrupción en el mercado.
En ese entonces, el mercado de leche no permitía que se desarrolle el sector ganadero, compuesto por 300 mil haciendas y 1,5 millones de personas que dependen directa e indirectamente de esta industria. Un sector con esa potencia y que no pueda desarrollarse adecuadamente era un problema estructural, no solo para la ganadería, sino para el país en general.
Antes del 2000 se veía cómo la gente del campo se apostaba en la ciudad, en los semáforos para pedir limosna, porque no podían subsistir. Eso se debía a un sistema perverso de manejo de comercialización de leche en el Ecuador. Había muchos pequeños productores olvidados y en manos de intermediarios, que no solo les pagaban el precio más bajo por su producto, sino también les cambiaban 10 o 20 litros de leche por el valor del flete de un tanque de gas desde la ciudad hasta donde ellos vivían.
Esta situación ponía al país en un riesgo muy fuerte ya que la leche es consumida en mayor extensión en toda la Sierra. Bajo este panorama, la gente iba a seguir saliendo a las ciudades y comenzaba a haber mucha inseguridad.
Desde ahí comienza la idea de montar una planta de leche con un modelo que pueda emular al del desarrollo neozelandés, el cual pude conocerlo a profundidad y en donde veía que la leche fue uno de los aspectos que sacó a ese país adelante y ahora es uno de los países de mayor nivel de vida del mundo.
Había que comenzar con una planta para poder comprar la leche que producía esta gente y hacer que ellos puedan entrar al circuito económico del país. Así nace la empresa, entre el 2002 y 2003.
Comenzamos con cinco centros de acopio y actualmente contamos con 72, y vamos creciendo.
¿Cuál fue entonces el objetivo planteado ante esa problemática?
El propósito de El Ordeño es importante, nace como una empresa, en definitiva, para mejorar la vida de la gente del campo, con objetivos puntuales de ese momento: regular los precios de mercado, eliminar intermediación, compra de leche, suplir leche a los programas sociales de Gobierno para lo cual se importaba, y para darle una posibilidad al país para convertirse en un exportador de leche hacia países vecinos que son deficitarios.
Con esa filosofía fuimos creciendo y diversificando para competir en el mercado ante empresas gigantescas, donde nuestra presencia no era cómoda. La competencia nos obligó a repensar la empresa, nunca en sus principios, pero sí a las actividades.
Muchos hicieron lo posible para que la empresa fracase. Pero creo que nuestros principios y valores iniciales nos mantuvieron firmes en este proceso y por eso no nos golpearon.
No teníamos muchos recursos ni mucho dinero, pero sí la idea clara de mejorar el nivel de vida de la gente.
¿Cuáles eran los primeros pasos para lograrlo?
Empezamos a trabajar en generar autoestima en la gente, fue el primer pilar que utilizamos. Con los ganaderos pequeños de zonas altas, como en Cayambe, trabajamos para que confíen en el valor, importancia y potencial que tienen como buenos productores y su rol en la economía del país. Incluso, hicimos un viaje a Nueva Zelanda con algunos dirigentes para que vean el futuro. Ellos decían: ¡Tenemos las mismas vacas, el mismo pasto, por qué no podemos tener esa casa tan bonita con flores! Y eso fue un cambio total en su vida y en el desarrollo de su zona, porque fueron rompiendo paradigmas. Han mejorado su nivel de vida de forma impresionante.
¿Qué otras acciones han generado cambios importantes?
Con estos ejemplos, la gente comienza a cambiar su estructura de pensamiento y empieza a pensar en el futuro. Nuestros ganaderos ya piensan en exportar y tienen una mente muy innovadora, menos queja, más actividad, porque tienen un potencial gigante que hay que saber motivar.
También, en su momento, nosotros decidimos dar un seguro de vida por accidentes a todos nuestros proveedores. La única razón por la que no paga el seguro es si el fallecimiento se produce bajo efectos del alcohol. No lo hicimos con el afán de bajar los niveles de alcoholismo en esas comunidades, parecería que no es importante, pero ahora esa zona disminuyó su nivel de consumo. La gente es más responsable y se cuida, son cambios que se van generando y de los cuales vamos aprendiendo en el tiempo.
¿Qué cambios ha afrontado El Ordeño en estos años?
Con el tiempo hemos ido evolucionando. Tuvimos que cambiar de fábrica de leche en polvo exclusivamente industrial a fábrica de leche en polvo que hace productos para el mercado de consumo. No podíamos entrar con una marca propia por el costo que significaba y la competencia aplastante, entonces tomamos la vía de ir haciendo marcas para supermercados.
Luego cambiamos a leche líquida ultrapasteurizada y ahora tenemos una planta espectacular para este fin. Estas instalaciones nos permiten hacer varias cosas, una de ellas, proveer de leche a los programas de alimentación escolar que impulsa el Ministerio de Educación. Proveemos a 7.800 escuelas, lo que representa 1,3 millones de estudiantes. Y cuando digo proveer, significa enviar la leche vía área o tres días en canoas, pero llegar con el producto. Eso hace que la empresa tenga un propósito adicional: en las ciudades no se percibe porque un estudiante tiene más posibilidades de desayunar, pero cuando se va a la ruralidad plena, donde llegamos nosotros, la gente no desayuna, y esta leche es su alimento del día. Eso pone una energía distinta en la empresa, en quienes la conforman y en sus productores, porque saben que este producto está apoyando la educación y favoreciendo la nutrición de los niños del país. Cada ganadero nuestro conoce esta situación y los motiva más.
¿Hacia dónde los ha llevado esta visión?
Uno a veces cree que hace todo perfecto y es cuando escuchamos sobre la Certificación Sistema B (que busca demostrar que las empresas pueden ser los principales agentes de cambio positivo) y nos damos cuenta que es nuestra empresa, que nació con un propósito, con valores claros y tiene un fuerte impacto en la comunidad, con varios programas como reciclaje, lactarios en centros comerciales, es decir, siempre la empresa ha estado trabajando en ese tipo de proyectos.
Entonces empezamos a medir estos logros y nos dimos cuenta que hacíamos muchas de estas cosas pero no contábamos con metodología o procesos. Pasamos un año y medio con un equipo específico hasta lograr esta certificación. Ahora, es un reto gigante que hay que medirlo cada año y esa es la parte bonita. A diferencia de tener un propósito que no sea solo financiero, cuando te preocupas por otros temas, la gente se engancha. Todos los colaboradores de El Ordeño saben que su trabajo es importante para toda una comunidad y eso nos hace sentir muy bien a todos y en la Dirección de la empresa me siento feliz por ello.
Estoy seguro que si nosotros hubiésemos visto solo los resultados económicos desde el primer día, no existiríamos actualmente. Hubo una época en donde tuvimos una disyuntiva, entre los resultados de una inversión o la confianza de nuestros proveedores, y creo que esa decisión marcó la vida de esta empresa. Escogimos la confianza de la gente, que vale oro, así que esa inversión bien podía perderse pero no la confianza.
¿Cuáles son los próximos retos?
Uno de ellos es hacer que los hijos de nuestros productores quieran continuar con esta actividad, es decir, debemos lograr que esta actividad en el campo sea interesante para que continúen. Es un reto gigantesco. Estamos viendo que la gente prepara mejor a sus hijos, muchos están en universidades y ahora estamos haciendo muchos esfuerzos para ir uniendo más a la gente.
Otro desafío es cómo conseguir que los valores, la razón de ser de esta empresa no cambie al pasar los años. Debe existir una cultura organizacional fuerte y se debe preparar a la gente por dos razones importantes: porque quiero que se vaya de vacaciones y disfruten al máximo de su descanso; y porque es la única forma en la que puede crecer, porque si ese modelo funciona, puede ir a hacerlo en otra industria o aplicarlo en otros productos.
Para mí eso de que la gente no es indispensable no tiene sentido, al contrario: la gente es indispensable, las empresas crecen por la gente.
Otro desafío es retener el talento humano, como en el caso de los millennials, por lo que en esta empresa queremos que esté con nosotros viviendo, vibrando, experimentando, y aprovechar su vitalidad para ir creciendo.
¿Cómo es tu tipo de liderazgo?
Trato de unir a la gente con esta convicción pero, desde el principio, me he guiado con “zapato a tus zapatos” porque hay gente que es experta en diferentes cosas y yo motivo a que den lo mejor de sí, por lo que es importante tener clara la visión, la nuestra es “generación de bienestar” para todo el mundo que está alrededor de la cadena. Es algo difícil porque hay que tener a la gente muy motivada y no todo sale bien, pero el desafío está en cómo hacer que la gente esté contigo en los problemas y así mismo celebrando los logros. Les digo: Haga lo que usted ha soñado, pero bajo esta idea. La respuesta de la gente es genial y sienten que lo que hacen no podrían hacerlo en ningún otro lado del mundo. Es lograr que cada uno saque lo mejor de sí.