Los Bonamico están apostando todo al futuro de la lechería. En su tambo de la localidad de Adelia María, en el sur de Córdoba, ya están instalados los seis robots de última generación que a partir de marzo empezarán a ordeñar a la mitad del rodeo, dando inicio a una nueva fase de modernización en la historia de la empresa familiar.
En realidad, para ser precisos, esa nueva fase empezó hace más de un año, cuando iniciaron la construcción de las nuevas instalaciones en las que la piedra fundamental es el confort animal. Pero para entender cómo llegan a este presente vale la pena repasar la historia del tambo.
Fue el padre de Isidro y Marcelo Bonamico quien lo fundó en el año 1976 con una escala muy baja. En la primera etapa había menos de 100 vacas y una producción diaria de 900 litros de leche. En el 82, tras la muerte del fundador, sus hijos agarraron las riendas y empezaron a darle mayor impulso a la producción de leche, con la incorporación de más vacas, mejor genética y la gran revolución que hubo en la alimentación del rodeo con granos.
La última gran transformación fue hace diez años, cuando empezaron a hacer un tercer ordeñe diario, lo cual los obligó a enfocarse en el confort de las vacas. “Un cambio fundamental fue eliminar los partos de verano y apuntar a que la lactancia coincida con los mejores meses, que en la zona son de mayo a octubre, porque llueve muy poco y la vaca está más cómoda”, recuerda Isidro Bonamico en diálogo con Clarín Rural. A ese ajuste en el manejo sumaron mejoras estructurales como las media sombras, comederos móviles, ventiladores… Hoy, según la descripción de Bonamico, ordeñan 740 vacas en un tambo dry-lot muy intensivo, totalmente encerrado, con alto grado de confort. “En septiembre-octubre alcanzamos picos de producción de 39-40 litros diarios por vaca. En el verano, cuando hay más barro, moscas, etc… rondamos los 30 litros. El último ejercicio cerramos con un promedio anual de 35 litros diarios por vaca, entregamos 26.000 litros por día”, detalla.
La empresa familiar está en plena expansión con la incorporación de los hijos de ambos hermanos, y además del tambo hacen también agricultura, engordan los terneros del tambo y, de yapa, prestan servicios de picado en la zona. Entre propias y ajenas manejan 1.800 hectáreas, de las cuales el tambo ocupa unas 400 entre el ordeñe y la recría de vaquillas. “Apuntamos a facturar 50 y 50 entre tambo y agricultura”, comenta Bonamico antes de empezar a describir el futuro, que ya está instalado en el campo casi listo para empezar a funcionar. El futuro son los seis robots de ordeñe dispuestos en dos módulos de tres que desde marzo recibirán a unas 360 vacas. La otra mitad del rodeo, por el momento, seguirá en el ordeñe convencional, pero la robotización permite ir incorporando nuevos módulos paulatinamente.
¿Por qué hacer esta inversión? “En primer lugar, porque seguimos pensando en el confort de la vaca -afirma el tambero-. La lechería tiene tres patas: genética, alimentación y confort. La que más en deuda estamos en este país es el confort. La idea es que con este sistema se reduzca menos la producción durante el verano y que aumente el nivel general de confort, con lo que apuntamos a un promedio de 4-5 litros diarios más por vaca”.
Otra razón que agrega Bonamico es darle una distinta calidad de trabajo a la gente, y aclara que con la incorporación de los robots no se reemplaza a nadie porque el tambo tradicional seguirá operando. Más bien, todo lo contrario, se verán obligados a sumar nuevos perfiles profesionales a su equipo. “Es adaptar el trabajo del tambo a los tiempos que estamos viviendo. Necesitamos sumar gente con conocimientos no solo de rutina y salud animal, sino que también pueda interpretar la gran cantidad de información que nos va a dar el robot, para que nos permita tomar mejores decisiones. El nuevo tambero no solo tiene que conocer de trato animal sino también poder leer esta cantidad de datos”, explica el productor, quien forma parte del grupo CREA Tambero Laboulaye.
El tercer argumento para la modernización es la adaptación a nuevas exigencias ambientales. “Todo este proyecto está muy pensado desde lo ambiental. No podés hacer una obra de esta envergadura pensando solamente en la producción”, dice el empresario.
El nuevo galpón de ordeñe recolecta todo el agua de lluvia de los techos y la reúne en un reservorio que se utiliza para lavar las instalaciones y para darles de beber a las vacas. Además, el estiércol se lava automáticamente por inundación y va a un reservorio, y de ahí a una prensa con un extrusor que separa el sólido del líquido, y luego esa agua -previo tratamiento con piletas aeróbicas y anaeróbicas- se reutiliza para lavar. Finalmente, el residuo sólido será mezclado con la cama de compost sobre la que descansarán las vacas, que será renovada periódicamente, y ese compuesto será utilizado para fertilizar los campos. Nada se pierde, todo se transforma.
“La cama de compost es una cama de cáscara de maní en la que la vaca descansa totalmente libre. La cama se va removiendo todos los días y se va transformando en compost, que cuando está lista se retira y es utilizado como fertilizante orgánico, junto con el estiércol de las vacas”, aclara Bonamico.
El proyecto fue aprobado en el marco del programa de eficiencia energética y generación distribuida de la provincia de Córdoba, lo que les permitirá sumar pantallas solares para generar gran parte de la energía consumida en el tambo.
La nueva instalación ya está casi terminada, lo que viene es un proceso de adaptación que se hace con algunas vacas secas, que son las que después van a estar en ordeñe a partir de marzo. Pero la transición empezó hace un año. “Al tiempo que se empezó a construir el nuevo tambo instalamos collares de detección de celo en el tambo convencional, para que los operarios se vayan capacitando. Además, una veterinaria está trabajando especialmente en el análisis de calidad de leche, conformación de ubre y otros requisitos para preseleccionar las vacas que van a ir al tambo robotizado”.
En el nuevo tambo, las vacas estarán todo el año en temperaturas controladas y entrarán a los robots de ordeñe de forma voluntaria, cuando ellas lo necesiten. Allí, un sensor leerá el chip que cada animal lleva en el collar y, de acuerdo a su nivel de producción, agregará a la dieta estándar los concentrados que cada vaca necesite. El resultado esperado es una mayor eficiencia en el uso de los recursos y una mayor producción. Pero para que eso se concrete en los próximos meses, los Bonamico saben que la única opción es confiar en el futuro y apostar, en el presente, por la innovación tecnológica y la incorporación de conocimiento.
El negocio lechero
“Argentina tiene una gran variabilidad de sistemas y climas que hace que, dependiendo del momento, alguna zona tenga mayores ventajas que otras”, explica Isidro Bonamico al ser consultado por la coyuntura del negocio lechero, y agrega: “Nosotros estamos lejos de los puertos, por lo que todo lo que se pueda reutilizar o procesar hace la diferencia. Además, acá hay mucha oferta de insumos como maíz, burlanda, expeller, por eso creemos que los sistemas intensificados en esta zona son más competitivos”.
De todas maneras, el empresario aclara que “las devaluaciones le pegan mucho al negocio lechero porque el costo de alimentación despega rápido y la ecuación tarda en acomodarse”. A eso agrega que el precio de la leche en dólares es muy volátil. “El último ejercicio terminó con un precio favorable, pero luego de la devaluación post PASO volvimos a perder competitividad y hoy estamos en una leche de 27 centavos de dólar, con lo que el negocio está de nuevo bastante ajustado”, advierte.