En principio, la definición de un diagnóstico para establecer un punto de equilibrio entre la peor caída del consumo de lácteos de los últimos 29 años y sus consecuencias en la nutrición infantil entre los más pobres, tema del que ya se hizo cargo el gobierno de Alberto Fernández, y la disminución de la producción, que afectó la ocupación en los tambos y la industria en general, no así la rentabilidad de las 5 empresas que concentran el 70% del tránsito del fluido.
La razón que invoca el director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina, Jorge Giraudo, es que los precios internos lácteos quedaron un 25% por encima del promedio de salarios en el último año, pero la tendencia alcista detonó cuando asumió Mauricio Macri y eliminó todas las retenciones, excepto la de la soja. De la tela que se corte a nivel sectorial dependerá si se restablecen o no los subsidios a la actividad y su distribución.
“La lechería va a la deriva”, según puntualizó la Cámara de Productores Lecheros de Córdoba (Caprolec), sin un responsable al frente de la Dirección Nacional Láctea, sin que funcione la mesa de Competitividad de Lechería y sin un diagnóstico oficial que parta del hecho consumado de que en 2019 hayan cerrado más de 800 tambos sobre un total de 80.000.
Acaba de finalizar el peor de los últimos 29 años en el nivel de consumo de lácteos: cayó 360 millones de litros en el mercado doméstico (-5% respecto de 2018) y en el mismo lapso se exportaron 210 millones de litros menos (entre 10 y 11% por debajo).
Que se vendan 10 litros menos de leche a cada habitante tiene, por el lado de la demanda, una lectura que se adentra en los últimos resultados de los índices de pobreza: su distribución, ya que pega duro en la niñez criada en familias menos pudientes, a la que las mediciones dan 1,9 veces más chances de privaciones en la nutrición que la que crece en hogares “ricos”.
Y hay que considerar que en un vaso de 300 ml de leche entera un niño de entre 1 y 3 años ingiere unos 350 mg de calcio, que es la mitad de la cantidad diaria recomendada para su normal desarrollo.
Los eslabones de la cadena de necesidades de proteína láctea están enumerados en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF:
** el inicio inmediato (desde la primera hora de vida) de la lactancia materna;
** la lactancia exclusivamente materna durante los primeros 6 meses de vida; y
** la introducción de alimentos sólidos y semisólidos a partir de los 6 meses, continuando con la
lactancia hasta los 2 años o más, complementando su dieta con otro tipo de lácteos.
Opuesto sería el caso, en las estadísticas, de una minoría de adultos que fueron eliminando los lácteos de su ingesta para reducir grasas y porque se han ido difundiendo las consecuencias negativas que trae la lactosa a la salud del 65% de la población mundial por las dificultades que le ocasiona en la digestión de ese tipo de azúcar.
El factor precio, sin embargo, es excluyente al momento de analizar los motivos que llevaron a la gente en general a convertir a los lácteos en una variable de ajuste de la canasta básica alimenticia.
Aún en las variantes aplicadas en las góndolas, fruto de distintos acuerdos entre el gobierno anterior, las usinas lácteas y los retailers, la leche se fue casi al doble, lo que la convirtió en el alimento que más aumentó en 2019, inclusive 20 puntos encima del poder adquisitivo de los salarios.
El Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) muestra que en los 4 años de Administración Macri a cada habitante le tocaron en promedio 41 litros de leche menos, al retroceder de los 217 de en 2015 a 176 de 2019.
La radiografía que aguarda que se sienten a conversar estas cuestiones en la Mesa de Competitividad Sectorial, entre los productores, los interlocutores del gobierno nacional y los provinciales, enseña que aproximadamente el 5% de las empresas que procesa más del 70% de la materia prima, en especial aquellas orientadas a productos frescos y leche en polvo, cuentan con menos tambos que abastezcan de leche cruda a las plantas de enfriado distribuidas en sus zonas de influencia.
El año pasado, redujeron la producción -2%, en 210 millones de litros, aumentaron el stock 40% respecto al cierre del año anterior, en 360 millones de litros de leche equivalentes.
La buena noticia, en todo caso, es que la ecuación productiva las ayudó a mejorar 3% la rentabilidad en el último año.
No le compensa al sector primario los malos resultados de años anteriores, ya que la lechería viene de una crisis a nivel global en 2015/2016 y en el plano interno con dos inundaciones importantes, sequías y sobre todo con efectos negativos generados por las principales variables de la macroeconomía (inflación, tipo de cambio, presión impositiva, tasa de interés, distorsión de precios relativos, entre otras).
Fue así como en los últimos 4 años, el sector en su conjunto presentó un resultado desfavorable de aproximadamente $ 1,09 por litro de leche producido/procesado, perdiendo un 76,5% el sector primario y el 23,5% restante el sector industrial, de acuerdo con los datos que elabora el IAPUCo mensualmente para la Cadena Láctea.
De la exportación no cabe esperar demasiado, ya que, pese a que la cotización internacional de la tonelada de leche en polvo bajó un 7% y perforó el piso de US$3100 aunque se mantuvo el promedio del año, descolocó competitivamente al producto nacional por la relación con los costos internos una vez traducida a pesos.
Es lo que le intentan explicar al mandatario los actores del sector cuando refuta el argumento de la dolarización, pero al no haber mesa que contenga las salvedades, la atención social referida a la leche se dirige al retroceso a 176 litros que registró el consumo por habitante al cabo del año, ya que tocó el nivel más bajo desde 1990.
En diciembre de 2015 el consumo per cápita de leche era de 2.23 litros por habitante y en diciembre de 2016 fue de 1.64 litros por habitante, lo que significó que se dejó de consumir medio litro de leche por habitante durante el 2016. Para el caso de los postres, en el mismo periodo, se redujo de 0.10 a 0.07 kilos por habitante.
Un estudio de OCLA ya había dado cuenta que la retracción no sólo fue de la leche, que en un semestre ya había sido de -23% en las no refrigeradas, sino que alcanzó también a otros productos lácteos: los quesos tuvieron caídas interanuales de hasta el 14%, la manteca se vendió casi 17% menos y los yogures un 14% menos.
Retrospectiva
Haciendo una revisión de los últimos 4 años, la derogación de los derechos de exportación (retenciones) a los productos agropecuarios (excepto la soja) había impactado directamente en la alimentación de las familias, principalmente los niños, niñas y adolescentes, por las consecuencias alcistas que causó en los valores internos.
También afectó a la producción láctea, en declinación, y a los tambos, con cierres reportados por la Subsecretaría de Lechería del Ministerio de Agroindustria.
El director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina, Jorge Giraudo, escribió en Infocampo que se consume menos leche por 2 motivos concurrentes:
** una caída del poder adquisitivo de las personas que ha estado en estos últimos 4 años en torno al 20%, y
** un aumento en el precio relativo de la leche que viene recuperando márgenes desde agosto 2018.
“Para entender la tendencia, en este último año el precio de los productos lácteos quedó un 25% por encima del promedio de salarios”, redondeó.
Que el recorte haya sido más fuerte en la cantidad de litros de leche que en el de kilos de postre por habitante refleja claramente cómo se repartió la carga del ajuste en los presupuestos familiares.
El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, ya empezó a abordar la problemática, y el propio Presidente hizo mención varias veces, pero la cadena láctea continúa esperando que se diriman las internas entre albertistas y kirchneristas para que se designe un encargado del área de lechería que reúna a las partes y empiecen cuanto antes, a abordar el tema precios, sin dejar de lado las postergadas cuestiones estructurales.
De todos modos, “las proyecciones de producción, hechas en un escenario económico muy turbulento e impredecible, y bajo las condiciones climáticas previstas en los pronósticos disponibles, hacen suponer un crecimiento de la producción entre el 1 y 3% para 2020 respecto de 2019”, afirmó Giraudo.
El costado positivo de la tardanza en cubrir el área oficial es que se podrán evaluar los primeros efectos de las medidas que lanzó el nuevo gobierno para aliviar el poder adquisitivo de los sectores de menores recursos, como el bono a las jubilaciones mínimas, aumentos en las AUH, tarjeta alimentaria, reducción de las tasas de interés, exenciones y devoluciones de IVA, suma fija a privados, precios cuidados que incluyen una amplia gama de productos lácteos, cuyo cumplimiento seguramente será controlado con mayor rigurosidad que en el período anterior, entre otras.
Ya en funcionamiento, se comprobará si incialmente redundaron en un repunte en el consumo de leche, que se desplomó en 2019, sobre todo en el primer trimestre, con un acumulado del 11,5% en las ventas internas de productos lácteos que registra la DNL-MAGyP en litros de leche equivalentes.
La caída se dio fundamentalmente en los productos de mayor valor agregado y/o unitario tales como yogures, flanes, postres, leches saborizadas y no refrigeradas (UAT/UHT), quesos procesados y otros.
Es probable que a priori la ecuación mejore en cuanto a volumen y no tanto en valor, ya que los productos que incrementarían su demanda son aquellos de menor precio unitario al corresponder a productos lácteos de menor valor agregado, leches refrigeradas (sachet), yogures bebibles, quesos cremosos y barra.
El delicado equilibrio entre mayor producción y mayores stocks iniciales debe necesariamente compensarse con incrementos en el consumo doméstico para evitar sobreoferta del mercado interno, y por ende, deterioro en la recaudación industrial, que inexorablemente termina, como es habitual, repercutiendo también en el sector primario, generando pérdidas y desalentando la producció, es la conclusión de los expertos.