La crisis económica del coronavirus, que ya se ha dado a conocer a través de la pérdida de una gran cantidad de puestos de trabajo, podría tener una cara igual de temible y todavía desconocida: la escasez de alimentos por todo el mundo debido a las dificultades de las multinacionales en el campo del comercio de la comida. Coronavirus, última hora, en directo.
En una carta filtrada por The Guardian, empresas como Nestlé, Unilever o PepsiCo advierten a los Gobiernos de que las medidas de proteccionismo que están aplicando los países, así como la falta de una política clara y eficaz por los grandes actores internacionales, pueden poner en peligro el suministro de alimentos, con el riesgo de que el hambre crónico se pueda duplicar en todo el planeta.
Estas empresas piden más facilidades para la distribución de alimentos. El problema no es de producción, sino de logística. Por esa razón, solicitan a los Gobiernos la apertura de las fronteras para el paso de la comida y la inversión en la producción de alimentos sostenibles. Y, a nivel mundial, planes de distrbución en los que participen, además de los propios países, el sector privado y las ONGs.
En la misiva, las firmas avisan de que “el riesgo de una gran interrupción en el suministro de alimentos durante los próximos meses no cesa de aumentar y afectará más a los países de bajos ingresos que dependen de las importaciones, como gran parte del África Subsahariana”.
También advierten de que “no será difícil plantear escenarios en los que el número de personas que sufre hambre a diario, que ya ronda los 800 millones de personas, pudiera doblarse en los próximos meses y que haya un gran riesgo de que aumenten la malnutrición y los problemas de crecimiento de los niños”.
Durante las últimas semanas, los movimientos de algunos países han ido dando una imagen del panorama que puede darse en el futuro. Varios de los grandes productores del mundo han virado su política alimentaria hacia el acopio de reservas, restando cantidad al flujo de distribución de comida.
Es el caso de Kazajistán, Vietnam o Serbia, que han empezado a imponer restricciones o limitaciones al exterior en la producción y distribución de alimentos como arroz, aceite de girasol o harina de trigo. Unos ejemplos que han puesto en alerta al sector privado y que dibujan un panorama poco halagüeño para el futuro.