El pasado lunes se celebró el Día Mundial de la Leche, una efeméride concebida para promover el consumo de un alimento muy valorado por la sociedad. Sin embargo, los ganaderos lamentan que, tras sus reivindicaciones del mes de febrero y de su compromiso durante la etapa más dura de la pandemia, parece que se ha olvidado el esfuerzo que realizan cada día para asegurar el suministro alimentario. El progresivo regreso a la normalidad se tornó en su vuelta a la precariedad. Así lo pone de relieve, entre reivindicativa, resignada y cansada por la situación Charo Arredondo (La Revilla de Soba, 62 años), ganadera, dirigente de COAG y desde hace casi dos años presidenta de Inlac, la organización Interprofesional láctea que engloba a todo el sector lácteo español, cuyos miembros representan tanto a la rama productora, a los ganaderos, como a la transformadora, cooperativas e industrias. «En apenas unos días hemos pasado de ser unos héroes a que la industria nos quiera bajar el precio base del litro de leche a 27,75 céntimos de euro; y sin negociar».
Charo es ganadera «por herencia», dedicada siempre al ganado de leche y en la actualidad tiene 160 animales (la mayoría de raza frisona y 15 limusinas), de los cuales ordeña a unos 80. Se ocupa de la ganadería junto a su hija y su yerno, que la han apoyado más que nunca ahora que ha tenido que hacer frente al coronavirus que ha padecido su marido y que les ha tenido confinados en una cabaña para no contagiar a la familia.
De sus palabras se desprende cansancio: «Me ha tocado trabajar mucho, han sido años muy duros y lo siguen siendo; hoy, desde las seis no he parado», comenta a las 13.15, cuando comienza la conversación. Sin embargo, reconoce que «siempre me ha gustado esto, prefiero ganar 500 euros con las vacas que en una oficina. Los problemas son que siempre tienes que reinvertir todo, que no ves un final, que esta es una vida muy esclava y que cuando llega la edad te queda una jubilación de mierda. Lo que tenemos es a golpe de sacrificio, de no poder salir y por tanto de no gastar».
Preguntada sobre el Día Mundial de la Leche, lamenta que «mientras ahora hay datos de que durante el confinamiento ha crecido en torno a un 20% el consumo de lácteos, no nos explicamos que ahora la industria nos quiera bajar el precio que nos paga por el litro de leche. Quizá está entrando leche de Francia y Portugal, pero no es comprensible que hace unos días se considerase a los trabajadores del sector primario héroes por el sacrificio realizado durante la pandemia y que ahora nos respondan así. No podemos admitirlo, necesitamos un precio justo, que cubra el coste de producción, para poder vivir dignamente».
Y de inmediato recuerda la manifestación del mes de febrero, cuando los tractores tomaron las ciudades: «Lo único que sacamos fue el Real Decreto sobre la cadena alimentaria y no se está llevando a efecto. Necesitamos ir de la mano con la industria y la distribución, pero no puede ser que el otro día (30 de mayo) hayamos recibido una carta en la que se nos comunica que el precio base del litro de leche va a ser 27,75 céntimos. La tendencia es a la baja».
Y ante esta situación, la presidenta de Inlac apela a la sensibilidad del consumidor: «El día que no haya leche de aquí, porque ya apenas somos un millar los ganaderos que entregamos leche, a ver de dónde va a venir y a qué precios. Esto lleva camino de que la leche se convierta en un producto solo para ricos».
Cantabria pierde peso
Una región ganadera como Cantabria, lamenta Charo, está perdiendo cuota y peso en el conjunto nacional frente a las grandes granjas que se han implantado en otras regiones y «eso no lo podemos permitir. Aquí no hay excedentes, pero quizá la fórmula puede ser bajar la producción, pero tendría que ser una decisión lineal, asumida por todos. En Cantabria las explotaciones familiares somos las que mantenemos la cuota, porque las grandes, cuando no salen, cierran».
También supura porque se advierte en el horizonte que la nueva PAC puede significar una reducción de los presupuestos y, por tanto, de las ayudas: «Si sobrevivimos es gracias a las ayudas. Si no fuera por ellas no podríamos vivir».
Este círculo vicioso en el que se mueve el sector lácteo, que ha provocado incluso a que se dé la circunstancia de la venta a pérdidas del litro de leche como reclamo para el consumidor, genera preocupación en el sector primario: «La leche siempre ha estado a un precio muy bajo en el lineal. En Alemania, Merkel ha dicho que no puede estar por debajo de 79 céntimos. Yo no digo que la industria o la distribución no ganen su parte, pero no puede ser que siempre nosotros aguantemos la presión y no podamos ni siquiera cubrir costos», señala Charo.
Y apela al consumidor: «La mayoría son insensibles. Con la pandemia se acordaron de ti, pero no son conscientes del trabajo que tenemos. En Cantabria hay más conocimiento porque mucha gente tiene su origen en los pueblos. Esto sobrevive gracias a que en los pueblos somos austeros y tenemos pocos gastos, pero todo sube. Un estudio reciente cifraba el coste medio de producción de un litro de leche en 37 céntimos. Si el consumidor estuviera dispuesto a pagar un poquito más eso nos podría repercutir y salvar muchas explotaciones familiares».
Relevo y despoblamiento
Y sobre las consecuencias a medio plazo, Arredondo cree que si esto sigue así, «no habrá relevo generacional y no frenaremos el despoblamiento rural. No creo que esto se reactive con quienes vengan a los pueblos a trabajar con el ordenador. Esto se mueve si se potencia la agricultura y la ganadería, pero con precio».
Finalmente, cree que la elaboración de quesos artesanos puede ser una alternativa interesante «para quien tenga una treintena de vacas. Pero no vale hacer quesos del montón, hay que hacer quesos singulares, porque de lo contrario vienen quesos de fuera y son mucho más baratos».