Pese a todos los salvavidas, como lo fueron en su momento los fideicomisos para apuntalar los tambos y mantenerlos produciendo, la lechería uruguaya continúa hundiéndose. El tambero es testarudo por naturaleza y sabe que producir leche es riesgoso, pero nunca piensa en bajar los brazos. Las vacas son su vida y sin vacas no hay leche.
Hasta 2014 la lechería local venía con un crecimiento anual de 4%, pero en los últimos cinco años, sacando la producción de Olam (inversión neocelandesa) y el mega tambo de Bulgheroni (Estancias del Lago), el sector tuvo una caída de entre 13% y 15% en el volumen de leche producido. El dato se presentó la semana pasada en la Junta Directiva del Instituto Nacional de la Leche (Inale) y de alguna forma era esperado, no sólo por los productores que desaparecieron, también por el crecimiento del envío de vacas y vaquillonas a las chacinerías (frigoríficos).
Como ejemplo, entre mayo de 2017 y abril de 2018, la faena de vientres lecheros fue récord y alcanzó 77.652 cabezas. Fue el volumen más alto en el acumulado de 12 meses desde 2010. El volumen faenado subió 46%, según datos oficiales.
Reunión.
Los productores lecheros piden al gobierno la instrumentación de un plan a largo plazo para volver a poner al sector en la senda del crecimiento. Mañana en el Inale, se realizará una reunión donde las gremiales plantearán algunas ideas. Reconocen que el Ejecutivo los quiere ayudar, pero hoy la prioridad es otra y no quieren quedarse mirando pasar el tren, buscan proponer caminos para volver a poner de pie a la lechería.
A 96 días de haber sido impuesto en el cargo, el presidente del Instituto Nacional de la Leche, Álvaro Lapido, aseguró a El País que se está trabajando para recomponer el negocio lechero y dijo estar “muy preocupado por la caída de la producción”.
El trabajo del Ejecutivo está focalizado en el análisis de la devolución de impuestos indirectos a las exportaciones de lácteos, que en su momento se pidió elevar, en buscar mecanismos para bajar el costo de la energía a los tambos, en acciones para refinanciar a la industria láctea, que también está endeudada y complicada, así como en algunas medidas para mejorar el mecanismo de los campos de recría.
En los dos últimos meses, hubo una luz en el camino. El tipo de cambio empieza a ayudar a los tambos, luego de haberlos castigado por la suba que causó sobre el precio de insumos básicos como las raciones. En el período citado comienza a haber un margen, medido en pesos, que es mejor para el productor. El poder de compra del productor mejoró 1% en mayo y el precio de la leche se valorizó 19% (respecto a mayo de 2019). También es cierto que los costos en pesos subieron 18%, según los datos del Inale.
Soluciones.
Los tambos no están para invertir y lo que es peor, el desánimo del productor viene creciendo. Los márgenes son chicos y toda inversión que no se hace, redunda en una menor producción de leche por vaca. Las gremiales de productores lecheros insisten en que están cansadas de diagnósticos…
¿Por dónde pasan las soluciones? Según la visión de Justino Zavala, directivo de la Agremiación Tamberos de Canelones, la solución “pasa por definir qué tipo de lechería quiere Uruguay y cómo nos vamos a insertar en el mundo”.
El dirigente aclaró a El País que “si todo depende de que el productor siga sacando la leche cada vez más barata, llega un punto en que no es posible aguantar” y advirtió: “en el marco actual es muy difícil”.
Zavala, al igual que otros dirigentes, reconoció que hay tecnología aprobada y validada en Uruguay “para producir leche a US$ 0,24 por litro. Es un desarrollo muy avanzado en Uruguay, pero requiere una inversión muy importante en cada predio. Esos modelos proyectan aumentar la cantidad de vacas por hectárea”. Ese aumento demanda obras de caminería, playas de comida, pasturas y fórmulas de alimentación, entre otras inversiones que implican dinero.
“Para dar ese paso el productor precisa varias cosas. Entre ellas, los créditos adecuados, no es un crédito a dos o tres años como los que ofrece hoy el Banco República, pero además precisa creer en el proyecto. El productor está con los brazos caídos”, indicó.
En picada.
La lechería uruguaya lleva cuatro años buscando salir a flote y lo que ha logrado es irse hundiendo. Los tambos invertían para apuntalar el crecimiento, porque esa era la señal que daba el mercado, pero de pronto, todo cambió.
“Nos prometen cosas y no hay un aliciente. Lo que propusimos ahora fue formar un proyecto de mediano y largo plazo, que incluya no solo los deberes que tienen que hacer los productores, que ya hicimos bastante y hay que hacer más, también tienen que hacer los deberes el resto de la cadena”, explicó el gremialista.
Zavala fue crítico: “la lechera es una cadena que funciona bien cuando hay que pegarle al productor con los precios”. Señaló que a los productores uruguayos de leche se les compara con los de Nueva Zelanda y reflexionó: “¿la industria uruguaya se puede comparar con la de Nueva Zelanda? ¿El Estado uruguayo no tiene nada para hacer para mejorar el negocio lechero?”.
“La rebaja de los aranceles que hoy pagan los lácteos uruguayos y la concreción de tratados de libre comercio son claves para mejorar el negocio”, admitió el dirigente de la Agremiación Tamberos de Canelones.
Según su visión, “no se puede seguir pagando US$ 30 millones anuales de aranceles”, porque “eso termina repercutiendo en los bolsillos del productor, porque la cadena funciona para tirar hacia abajo. La industria que no puede trasladarle al productor los problemas se funde. Como ejemplo están Pili y Calcar que está muy complicada”, dijo Zavala, que es delegado de los productores en el Inale.
El proyecto que están pidiendo e intentando armar las gremiales para sacar a flote al sector, demanda también “políticas de Estado”. Según Zavala, la semana pasada las gremiales presentaron apenas unas ideas, pero considera que “hay que contemplar la visión de consultores externos, para que las salidas no recaigan siempre en fideicomisos. Hay que pelear para que el negocio lechero se recomponga. Debe ser un proyecto de largo plazo que permita crecimiento”, reclamó el gremialista lechero.
Para Zavala “sólo entre los aranceles que se paga por cada productor lácteo uruguayo vendido al mundo y en las ineficiencias de la industria, están los cuatro o cinco centavos de dólar de diferencia que tiene el precio por litro de leche que recibe el productor uruguayo por debajo del neocelandés”.
Por otro lado, para que la lechería uruguaya vuelva a crecer se precisa aumentar el número de vacas en producción. “El número de vacas debe crecer entre 5% y 10% anual”, remarcó Zavala.
A su vez, Darío Jorcín, productor, gremialista y asesor lechero, admitió a El País que la lechería hoy “no tiene rentabilidad. Es mínima. Los tambos chicos a medianos no está alcanzando el ingreso para poder reinvertir y al no poder hacerlo, de alguna manera, con la vida como se va con más gastos, hay un retroceso”.
También reconoció que en todos estos años a la lechería uruguaya “la faltó una política exterior de rebaja arancelaria” y hoy, con un mercado mundial diferente y con la desaparición de compradores fuertes, con los mercados marginales, no es posible defenderse y valorizar producto.
En lo estrictamente interno, los productores consideran que hay excesos a lo largo de la cadena. Como ejemplo, Jorcín dice conocer casos de productores medianos que venden un kilo de queso a $ 300, pero en el supermercado ese mismo queso vale $ 800 por kilo y se vende.
Jorcín cuestionó que hay una parte en la comercialización de productos, “donde las grandes superficies están haciendo un daño importante al comercio de los lácteos. Como el mercado es chico y no crecen las ventas, lo que hacen es ganarle un margen mayor a lo que venden. La gente lo consume igual. Todo el sistema comercial no es bueno, hay mucha gente que vende en negro, incluso empresas chicas, porque es la única forma de sobrevivir”.
Gremialistas y productores coinciden en que “el futuro es cada vez más difícil y con mayor incertidumbre.