Las inversiones chinas en Australia casi se redujeron a la mitad en 2019, según unos datos oficiales presentados el lunes, en un contexto de degradación de las relaciones bilaterales.

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Las inversiones chinas fueron de 2.500 millones de dólares australianos (1.800 millones de dólares, 1.500 millones de euros) en 2019, contra 4.800 millones de dólares australianos en 2018, según los investigadores de la Universidad nacional australiana.
El profesor Peter Drysdale, director del estudio, observó que más de la mitad de las inversiones chinas de 2019 eran consecuencia de la compra del especialista australiano de preparados alimenticios para bebés Bellamy’s por parte del gigante chino de productos lácteos Mengniu (1.460 millones de dólares australianos).
Es el tercer año consecutivo que bajan las inversiones chinas. En 2016, fueron de 15.800 millones de dólares australianos.
La caída supera ampliamente la bajada de las inversiones extranjeras globales de China en 2019 (-9,8%), consecuencia de las tensiones políticas entre Pekín y sus socios, según Drysdale.
“Está claro que en los últimos años, las inversiones chinas juzgaron el entorno australiano menos seguro y se mostraron más prudentes a la hora de poner en marcha inversiones en Australia”, explicó a la AFP.
En junio, el gobierno australiano endureció las normas que rigen las inversiones extranjeras en el país para impedir que se realicen aquellas que podrían suponer un riesgo para la seguridad nacional, una medida que fue percibida como un intento de limitar la influencia creciente de China en el país.
Previamente, Canberra había decidido excluir a Huawei en el despliegue de la futura red de 5G en Australia.
Las relaciones entre China y Australia, tensas por varios casos, empeoraron todavía más cuando el primer ministro australiano, Scott Morrison, apoyó la petición de Estados Unidos de que se investigara la epidemia de coronavirus, cuyos primeros casos se detectaron en la ciudad china de Wuhan.
China, primer socio comercial de Australia, suspendió en primavera las importaciones de ternera de cuatro grandes proveedores australianos, y luego impuso un arancel del 80,5% a la cebada de ese país.
Con todo, Drysdale también apuntó hacia algunos cambios estructurales, al observar que los inversores chinos estaban dando la espalda al sector minero, por las dificultades que atraviesa el mercado de materias primas.

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