El abasto social de leche se inició en 1944 y se ha mantenido, bajo diferentes instancias. En 1972 se creó Leche Industrializada CONASUPO S.A de C.V. (LICONSA), empresa de participación estatal mayoritaria que opera hasta la fecha.
Su objetivo es:
“industrializar leche de elevada calidad y distribuirla a precio subsidiado en apoyo a la nutrición de millones de mexicanos en condiciones de pobreza, fundamentalmente niñas y niños de seis meses a doce años de edad, mujeres en periodo de gestación o lactancia, mujeres y hombres adolescentes de 13 a 15 años, mujeres de 45 a 59 años de edad, personas con enfermedades crónicas y personas con discapacidad, así como adultos de 60 años y más.”i
Como claramente se establece, el gobierno subsidia a las (y los) consumidores de leche, pobres y /o vulnerables. Para optimizar su quehacer, le conviene a LICONSA comprar barata la leche. Como en México sus costos de producción son comparativamente altos, históricamente se ha importado, principalmente de Oceanía y Estados Unidos. La leche es cara aquí, porque el maíz es caro, y es fundamental en la alimentación de las vacas.
No obstante, desde hace más de una década, la entidad realiza parte de sus adquisiciones de productores nacionales a un precio superior al de mercado, lo que significa un subsidio doble: tanto a productores como a consumidores. Comprar leche cara para venderla barata eleva el costo fiscal, y, sobre todo, vulnera la misión de la paraestatal. Se termina apoyando menos el abasto, al destinarse una parte sustancial del presupuesto a comprar leche cara.
No se trata de que el gobierno abandone el campo, pero existen otros instrumentos para apoyarlo. Para eso está la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), que cuenta con una serie de instrumentos de fomento, así como la banca de desarrollo: Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), y Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero (FND).
El problema se puede ver de otra manera, con un solo instrumento de política pública se pretende alcanzar dos objetivos distintos, cuando la lógica sugiere que el número de instrumentos y objetivos debe ser igual. Dice la sabiduría popular que, “quien a dos amos sirve, con alguno queda mal”. A juzgar por las quejas de los productores, en este caso con ambos.
Los ganaderos protestan porque el programa está diseñado para pequeños y medianos, dejando fuera a los grandes. Estos últimos tienen menores costos, por su mayor escala, pero de todas maneras quieren recibir subsidio, lo cual no debiera de sorprender. Cabe agregar que la gran mayoría de los productores obtiene el estímulo, pues se otorga al adquirirla de pequeños productores (hasta 35 vacas) y medianos (hasta 100). Esta última cifra no es despreciable, no cualquiera tiene 100 vacas.
Los números son aleccionadores:
En LICONSA se paga (a los productores) el litro de leche fría a 8.20 pesos, y a 8.05 el de leche caliente. El precio de mercado en el estado de Hidalgo, por ejemplo, fluctuaba, a principios de mes, entre 6.20 y 7.30 pesos.
LICONSA vende su leche subsidiada en tres distintos precios: a 5.50 pesos el litro en su programa de abasto social en las lecherías ubicadas en colonias populares y zonas rurales; a 4.50 en Chiapas, Guerrero y Oaxaca (los tres estados con mayor marginación), y a 2.50 pesos en los municipios con extrema pobreza.
En otras palabras, la paraestatal compra leche a un precio que es aproximadamente el doble del precio al que la vende, y entre 15 y 25 por ciento superior al precio al que se intercambia en el mercado. Peor aún, en SADER se informó recién que este año LICONSA no adquirirá leche en polvo de importación, lo cual la llevará a erogar aún más recursos en su adquisición.
El resultado está a la vista. Se redujo el número de personas apoyadas por el Programa de Abasto Social de Leche, de acuerdo a una auditoría realizada a la empresa por su Órgano Interno de Control. El año pasado, LICONSA dejó fuera del reparto de leche subsidiada a más de 478 mil mexicanos en situación de pobreza, incrementó 150% el precio del litro a los más pobres y eliminó de su lista prioritaria de abasto a 67 de los municipios con mayor marginación que recibían el lácteo a tarifa preferencial.
Comprar leche cara con fines de abasto popular es un despropósito. Por querer quedar bien con ganaderos (políticamente organizados) se reduce el apoyo a su consumo. Pierden los menos organizados, al carecer de poder y cohesión: los hogares pobres que consumen leche.
* Félix Vélez (@felixvelez) ha sido secretario general del CONAPO y vicepresidente de la Junta de Gobierno del INEGI. Actualmente es académico del ITAM. Forma parte del grupo de expertos de @MexicoComoVamos.