Sin embargo, muchos productores e industrias quedaron por el camino. El clima acompaña, los precios no tanto. Desde el INALE se plantea ahora recomponer el negocio, bajando costos productivos y financieros.
El sector lácteo uruguayo entró en crisis luego de la caída de los precios internacionales en 2014. En dicho período decenas de productores abandonaron la actividad, un alto costo social que podría haberse evitado si se hubieran cuidado más la competitividad y los costos. También hubo un impacto serio a nivel de la Industria láctea, con varias empresas -algunas emblemáticas- que cayeron.
Este año cambió el gobierno y llegó el virus, todo lo cual generó nuevas expectativas e incertidumbres, aunque en el panorama de mercados no hubo grandes cambios, al menos hasta ahora. Pese a esto -y con el lastre de los problemas previos y el aumento del endeudamiento- la producción de leche está retomando la dinámica y marcó un contundente aumento interanual en agosto, de más de 10% (Gráfica).
De confirmarse la tendencia, la producción de este año estaría cerrando en torno a 2.100 millones de litros, un récord histórico luego de varios años de estancamiento. Por un lado, es un reflejo de la resiliencia del sector y del propio país ante las dificultades que impone la pandemia: a pesar de las serias calamidades que trajo el virus, la producción de leche sigue avanzando. Sin embargo, buena parte del mencionado aumento se debe a 2 proyectos nuevos, de gran escala, como son Estancias del Lago (que integra producción e industria) y Olam (ex NZ Farm Systems). Son proyectos tan lecheros como el resto, pero es importante aclarar el efecto: en la base mayoritaria de productores, el panorama no es tan auspicioso.
Más precisamente, hay un grupo de productores de punta, de alta productividad y -varios de ellos- de gran escala, que han seguido aumentando la producción. Otro grupo, ha estado estancado y el resto está en retroceso y con riesgo de dejar la producción. Cada grupo -se estima- podría corresponder a un tercio del total.
En cualquier caso, en las circunstancias actuales los productores no tienen otra que sacar fuerzas de flaquezas: la única forma que tiene el sector de superar los problemas es producir más y pelear palmo a palmo cada costo. Ciertamente, el clima ha acompañado con un invierno más bien seco y frío, luminoso, ideal para que las overas transformen con eficiencia el pasto y las reservas en litros de leche.
Los que no han acompañado -al menos hasta ahora- son los precios: luego de un esperanzador “salto” que hubo en los remates de Nueva Zelanda hace un par de meses, los valores retrocedieron y ahora se mueven muy cerca del promedio histórico. En este contexto, el precio al productor ha tenido un cierto retroceso medido en dólares, ubicándose 7% por debajo de su nivel del año pasado. Es cierto que el dólar tuvo un aumento real este año; cuando se mide el precio de la leche en términos reales (descontado por IPC) está casi al mismo nivel que un año atrás (gráfica). En cualquier caso, los precios no son alentadores, en especial si se los compara con la evolución del precio de la carne (gráfica).
¿Puede cambiar este escenario? El aumento reciente en el precio de los granos y las buenas perspectivas en la demanda de carne -en ambos casos con China como protagonista- permiten abrir una cuota de moderado optimismo. Como mínimo deberían operar como un sostén de los precios, evitando eventuales retrocesos. Asimismo, la producción en Brasil ha tenido un retroceso y las importaciones brasileñas han retomado impulso; buena noticia para Uruguay, aunque se enfrenta una fuerte competencia de Argentina.
También es relevante evaluar la situación de países importadores netos de lácteos, muchos de ellos petroleros y con grandes poblaciones. Precisamente, Argelia se ha constituido en el principal destino de los lácteos uruguayos en los últimos años. En este plano, el precio del petróleo se ha recuperado luego del derrumbe de abril, ubicándose ahora por encima de los 40 U$S/barril, pero es un precio inferior al del año pasado. Así, los países mencionados seguramente seguirán demandando, pero buscando siempre las mejores ofertas. Por tanto, la competencia con otros grandes proveedores seguirá siendo dura. Mientras, la oferta global de leche sigue subiendo paulatinamente, aunque condiciones de sequía en varios exportadores relevantes (UE, Nueva Zelanda) han frenado parcialmente esa tendencia. Según el USDA la producción de los principales exportadores subirá 2% este año.
En deuda. Un asunto que se ha vuelto crítico para muchos productores es el endeudamiento. Varias han sido las herramientas que se han aplicado en el sector para mitigar este problema, pero la deuda siguió subiendo. Los últimos datos del Banco Central muestran la deuda en U$S 250 millones, similar a la de un año atrás y U$S 50 millones superior a la del 2014, con una morosidad de 4%. En la industria láctea, la deuda está cerca de los U$S 190 millones, 80 más que hace 6 años.
Una de las herramientas mencionadas es el Fondo de Garantía Lechera (FOGALE), del cual casi la mitad (unos U$S 13 millones) no se ha usado por diversas restricciones. Ante esto, autoridades del INALE han planteado usar ese capital para ampliar las garantías de los lecheros ante el SIGA (Sistema Nacional de Garantías), para que este pueda ser utilizado por un número mayor de productores.
La expansión del SIGA que ha dispuesto el gobierno como respuesta a la pandemia (U$S 2.500 millones de garantías totales, de las cuales ya se han tomado 400), alcanza a empresas con categoría crediticia 1, 2a y 2b. Con la garantía adicional del FOGALE se podría ampliar el alcance (aunque no indiscriminadamente) al resto de las categorías (tanto de productores como de industrias), en una suerte de “SIGA lechero” que permitiría aliviar la carga de deuda de muchos productores y también industrias. Las gestiones están avanzadas con este objetivo, según manifestó en una conferencia en Expo Prado el presidente del INALE, Ing. Agr. Álvaro Lapido.
El FFAL (Fondo de Financiamiento de la Actividad Lechera) también está bajo la lupa, pues muchos productores señalan que su tasa de interés (6,5%) es excesiva y debería buscarse un mecanismo para bajarla. Pero eso tiene que ser por ley (el Fondo es compulsivo) y sin afectar los derechos de los bancos financiadores (BROU y BBVA). No es sencillo. El FFAL tiene otros inconvenientes; hay productores nuevos que pagan el FFAL sin nunca haber recibido nada; otros ya lo repagaron, pero se les sigue descontando; además, hay subsidiados y morosos. Originalmente el FFAL era por U$S 70 millones, de los cuales ya se ha pagado la mitad.
Mientras continúan las negociaciones en los escritorios, en los tambos ya llegó la primavera. La producción sigue en aumento y -tarde o temprano- se precisarán nuevas inversiones para procesar los litros que se suman día a día. Por eso es clave que la deuda se aplaque y los costos bajen. Para invertir hay que rentar.