El sector de la leche tampoco está saliendo indemne de la crisis del coronavirus. Y eso a pesar de ser un producto indispensable en la cesta de la compra, de haber comenzado el año con muy buenas previsiones, y de haber experimentado un importante repunte de demanda en los estadios iniciales de la crisis.
Hay que recordar que el mercado lácteo está formado por ‘commodities’ o mercancías reguladas en los mercados globales, y por productos de consumo, como los quesos, siendo su comportamiento muy diferente, tanto en una situación normal de mercado, como en la coyuntura actual de crisis sanitaria. Con respecto a la leche en polvo, con el arranque del coronavirus se fueron deteriorando en cascada los mercados chino, italiano, español y francés, para desembocar en un desequilibrio a nivel global.
Los quesos también cayeron, ya que el canal Horeca se hundió en todos los países. En los primeros momentos y consecuencia de una acelerada reacción de acopio por buena parte de la población, hubo un importante aumento de la demanda de quesos, a lo que la industria y la distribución tuvieron que dar respuesta rápida para evitar el desabastecimiento en los lineales. Para ello aumentó la intensidad productiva y se derivó leche hacia esta industria. Al igual que otros muchos subsectores alimentarios, la caída de la demanda sobrevino de repente, una vez cerrada la restauración y con un ‘stock’ doméstico por encima de lo normal. Fueron las pequeñas y medianas queserías las que más sufrieron esta situación, viéndose súbitamente sin demanda.
En el caso de la leche de vaca hubo continuidad, con precios más o menos constantes. Hay que recordar que desde 2015 se ha mantenido una cierta estabilidad con ligeros crecimientos, consecuencia de los compromisos adoptados en el marco del Paquete Lácteo y la Ley de la Cadena. Este escenario ha evitado grandes volatilidades, tal como se pudo comprobar en 2016-2017, cuando se amortiguó la caída de los precios en los mercados internacionales. El caso opuesto se vivió en los años 2018-2019 donde el aumento de los precios globales no se vio reflejado en nuestro sector. En la actualidad, los precios se sitúan ligeramente por encima de la media europea.
A pesar de ello, nos encontramos inmersos en mitad de un debate sobre los precios de producción. El recientemente publicado Real Decreto Ley 5/2020 que reforma la Ley de la Cadena ha introducido, entre otras cuestiones, la obligación de que los precios de los contratos alimentarios cubran los costes de producción. Mientras que los ganaderos afirman que la industria presiona los precios a la baja, por debajo de sus costes de producción, la industria mantiene que su comportamiento se ajusta a la norma y al mercado.
En medio de estas tensiones, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha emitido un informe en el que considera que la norma que obliga a comprar por encima de los costes de producción no regula el asunto con precisión y puede provocar una mayor complejidad en el sistema, con una fijación de precios comunes que puede ser contraria a las normas de la libre competencia.
La solución que plantea la CNMC es actuar sobre los factores que producen los desequilibrios, favoreciendo un mayor tamaño de los productores, y la eliminación de las barreras a la distribución alimentaria minorista.
Lo que queda claro es que los costes de producción no son iguales en todos los territorios productivos y varían de año a año. Hacer una valoración individualizada caso por caso sería tremendamente complejo, y establecer una media global generaría agravios. Quizás una tercera opción sea zonificar, pero aun si se consiguiera, lo que no es nada sencillo, no nos olvidemos que estamos en un libre mercado. La obligación de comprar a un precio mínimo, no inhabilita la posibilidad de derivar la compra a otras zonas con precios más bajos, lo que no solucionaría el problema, sino que generaría otros conflictos interterritoriales.