El Gobierno dio una señal que le calza mejor a la pata industrial del complejo sojero, por la vía de un diferencial arancelario. Escasez de dólares (y de confianza).

CARLOS PETROLI –Especial para Container
El agresivo plan exportador que le llegó al Gobierno de manos del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) encontró una primera señal, una devolución ciertamente forzada ante las fuertes presiones cambiarias y las menguadas reservas.
El “touch” sobre los derechos de exportación les cayó mejor a los industriales que a los productores primarios, por la vía de un diferencial que apunta a favorecer los agregados de valor: aceites, harinas, biocombustibles, como también en carnes y otros productos industriales.
Para unos, un resorte necesario para esquivar la primarización. Para otros, una transferencia hacia el eslabón más fuerte de la cadena exportadora –como en el caso de la soja–, que de todos modos mantiene altas retenciones, potenciadas por la brecha cambiaria.
Con una mirada optimista, el transitorio retoque a las retenciones podría ser visto como el inicio de un camino a recorrer. El ministro Guzmán adelantó que el 14 octubre seguirán las conversaciones con el CAA (una reciente formación de varias instituciones agroindustriales). Se buscará trazar metas de estabilidad fiscal y financiera para un crecimiento a 10 años vista. La dura coyuntura nubla esa perspectiva, pero el Gobierno dice tener habilitado este canal.
La brecha cambiaria y los desajustes fiscales agudizados por la pandemia constituyen un frente muy delicado para la gestión económica. Será necesaria mucha muñeca política y técnica, y acciones de consenso, para propiciar la recuperación. La confianza es un activo que no abunda para un real estímulo de la inversión y del empleo.
El ministro de Economía anunció que se buscará promover a sectores claves en bienes exportables, construcción, energía, con un “plan gas” dirigido a sustituir importaciones.
La recuperación de los precios internacionales de los granos en las últimas semanas mejoró el poder adquisitivo de los productores. En septiembre, según un informe de Farías Consultores, las cantidades de soja y de maíz requeridas para la compra de tractores se redujeron en 11 y 19%, respectivamente, comparadas con un año atrás. Claro que, en términos históricos, la relación de precios es desfavorable para todos los granos.
Para inversiones en ganadería (terneros para engorde y vacas para tambo), el poder adquisitivo del maíz y de la soja cayó frente a 2019, a pesar de que los precios de los granos subieron 25% y 14%, respectivamente.
A la mejora de precios agrícolas se interpone la perspectiva climática. En 2018 la sequía causó un fuerte sacudón cuando el país resignó exportaciones por 7.500 millones de dólares.
El año próximo, según un primer cálculo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Fundación INAI, el producto de las cadenas agrícolas se ubicaría en U$S 31.173 millones, con exportaciones por 25.000 millones y una recaudación fiscal por U$S 10.954 millones.
De este modo, la billetera del agro, aunque potente, arrojará dos años consecutivos de caída en su producto. Para crecer, requerirá de políticas favorables a la inversión y a las exportaciones.

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