“A mi tierra no me la va a sacar nadie. Esta es mi propiedad, a mi no me la regaló nadie ni la usurpé”, asegura Cristina Díaz, una mujer de 70 años que vive desde hace más de 40 en la zona que se conoce como Nuevo Alberdi rural, en el noroeste de la ciudad, a metros del canal Ybarlucea.
Junto a su pareja cría pollos y tiene un emprendimiento de venta de huevos de corral. Desde que comenzó la pandemia es testigo diario de cómo la zona está siendo usurpada con velocidad. “Acá atrás de mi casa se quisieron meter y los saqué. La gente viene con carros y chapas y empieza a lotear terrenos que no son suyos. Esto está creciendo mucho”, dice mientras señala más de una veintena de viviendas que se levantaron a un lado de la calle Bouchard, que conecta esa zona con el Nuevo Alberdi más consolidado.
Díaz es además testigo de los cambios que operaron en el barrio a lo largo del tiempo, un territorio que se hizo famoso luego de que una agrupación política tomara partido en la usurpación de un tambo y cimentara allí el centro de poder de su militancia.
La mujer conoce la historia. Junto a su difunto marido cuidaban un campo lindero al tambo cuando una tarde del 15 de diciembre de 2002 un grupo de delincuentes ingresó a robar la propiedad y asesinó de un disparo en el estómago al hombre.
Asegura que los años más difíciles llegaron en 2007, cuando el canal desbordó e inundó gran parte del barrio. “Después empezamos a trabajar junto a los vecinos, logramos que la Municipalidad empezara los trabajos previos para traer la luz y el gas, pero después empezó el problema del tambo y los de Giros no dejaban entrar a las máquinas”, recuerda.
Si bien la Corte Suprema de Justicia falló en 2017 a favor del dueño del predio donde está el Tambo La Resistencia y ordenó el desalojo, por el momento esa orden no se ha podido acatar y la pandemia potenció otras tomas de tierras en torno al tambo que defiende Ciudad Futura.
El crecimiento de toma de tierras en Nuevo Alberdi fue exponencial. Al menos así lo asegura Díaz. “Todo los días llega alguien nuevo desde los barrios La Bombacha, Stella Maris y Empalme Graneros”, remarca.
Junto con el crecimiento de las usurpaciones también se potenció la inseguridad. “Anoche me robaron los cartones que ya tenía acopiados para vender y hace un par de semanas me llevaron dos caballos”, narra.
Además, relata los enfrentamientos que se están dando entre antiguos y nuevos vecinos. “Acá al lado se quisieron meter”, dice mientras señala el lote vecino. “Llegaron con chapas y tirantes y empezaron a lotear todo, así que fuimos con un grupo de vecinos y les dijimos que esos terrenos tenían dueños, que no se podrían quedar y los sacamos entre todos”.
Está decidida a pelear “con lo que sea” para defender su tierra. “Esta es mi propiedad. A mi no me la regalaron y tampoco la usurpé, así que nadie me la va a sacar”, advierte. Todo un mensaje en tiempos en los que la pandemia acrecienta desigualdades y lleva a muchos a cometer delitos.