Después de los hechos insalvables relacionados con el cese de la actividad minera de la empresa Prodeco en el departamento del Cesar, que implican un fuerte impacto negativo a nivel económico para el departamento y en especial para los municipios de La Jagua de Ibirico, Becerril y El Paso, es menester encontrar el camino que, […]

Después de los hechos insalvables relacionados con el cese de la actividad minera de la empresa Prodeco en el departamento del Cesar, que implican un fuerte impacto negativo a nivel económico para el departamento y en especial para los municipios de La Jagua de Ibirico, Becerril y El Paso, es menester encontrar el camino que, más allá de compensar la crisis que se avizora, prometa un nuevo auge económico, más parecido al que se vivió en los momentos fundacionales del Cesar, que aquel que lo reemplazó como una economía de enclave.
Dos grandes momentos económicos ha vivido el Cesar desde su constitución como entidad territorial: el auge de la siembra del algodón, que se produjo desde la década del 60 hasta aproximadamente mediados de los 80, que llegó a ocupar 130 mil has de cultivo al año y a representar el 43 % de la producción algodonera del Caribe colombiano; y el boom minero que apareció en la década de los noventa y sigue siendo hoy protagonista de la producción departamental, representando el 42 % del PIB, con más de 53 millones de toneladas exportadas al año.
De la historia o evolución de estos dos grandes momentos podemos hacer valiosas reflexiones. El algodón significó el despegue económico del departamento. Fue una actividad intensiva en mano de obra y una economía prolífica en eslabonamientos que dinamizaba casi todos los sectores de la economía. Permitió una amplia movilidad económica y social, encaminando las utilidades del sector hacia la construcción de un robusto hato lechero con el apoyo de la multinacional Nestlé (Cicolac) que llegó al Cesar en la década de los 60. Destacable resulta también el importante ejercicio gremial visto en la época del algodón.
La crisis del algodón a principios de los 80 hace sucumbir al Cesar en una década perdida. En un difícil y desolador momento de la economía departamental, aparece el carbón como su redentor. El modelo minero es una clásica economía de enclave, con un único propósito exportador y con un mínimo impacto en los otros sectores económicos de la región. El beneficio que trajo la explotación del carbón al Cesar, además de la indiscutible generación de empleo, se representa en los cuantiosos recursos que empezaron a manejar el gobernador y los alcaldes, por concepto de regalías. Las regalías contra prestan la utilización de recursos naturales no renovables, y la justificación del impacto ambiental es que con ellas se pueda dar un gran salto social superando las necesidades básicas de la población, y dotando a los territorios de bienes y servicios públicos en procura del bienestar.
El Grupo Prodeco ha representado aproximadamente el 17 % de la producción de carbón del Cesar, ubicándose en el segundo lugar en importancia en exportaciones, después de la multinacional Drummond. Su actividad representa ingresos por regalías cercanos a los 70 mil millones de pesos anuales al departamento y la vinculación de más de 4.500 empleados entre directos e indirectos. Prodeco forma parte de un holding energético mundial que tiene negocio en las minas, en el ferrocarril y en el puerto. De ese tamaño es el hueco que deja su partida en la economía del Cesar.
El común denominador de las dos bonanzas que ha vivido el Cesar es que ambas se fundamentaron en vender materias primas en mercados externos, cuya demanda entró en crisis por razones a las cuales no estamos en capacidad de reaccionar. El algodón, desplazado por la aparición industrial de fibras sintéticas, y el carbón reemplazado por la generación de energías limpias.
La realidad social y económica que vive el departamento denota la existencia de una crisis que avizora profundizarse. Los ingresos por regalías tuvieron una baja de aproximadamente el 32 % para el presente bienio, que fue compensada por la reforma constitucional que aumentó del 11 al 25 % las transferencias directas a los territorios productores.
Por mandato constitucional, es deber del gobernador la planificación y promoción del desarrollo económico y social del territorio. El gobernador está en mora de convocar a los sectores productivos y a la sociedad civil para diseñar el camino que saque al Cesar de una economía dependiente del carbón, y lo conduzca a un modelo productivo que dinamice todos los sectores económicos y en lugar de ofrecer materias primas, produzcamos bienes y servicios de consumo final al mercado local, nacional y mundial.
Propongo al sector agroindustrial para que lidere la reconversión productiva de nuestro departamento. Prioricemos nuestros recursos en la irrigación del campo, en la capacitación, en la construcción de infraestructura productiva, la inserción de nuevas tecnologías y la conectividad, el fortalecimiento de agencias de comercialización y promoción del territorio y en la disposición de alternativas de financiamiento para los emprendedores.
Enfóquese, señor gobernador, es el momento de sentar las bases del futuro económico del departamento.

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