Si estos datos se mantienen en el tiempo, indica que estamos ante una dura reconversión del sector que únicamente se entiende por la baja rentabilidad con la que trabajan nuestros productores. Sin entrar a hacer un análisis de este sector, se me ha ocurrido compararlo con otro en permanente crisis y reconversión, como es el del vacuno de leche, con el que seguramente tiene muchas similitudes. Y como no se pueden comparar vacas con ovejas, lo he hecho desde el punto de vista del tamaño de las explotaciones por el volumen de facturación. Así, en Castilla y León, una explotación media de vacuno de leche factura al año, en este concepto, 320.000 euros, y la de ovino de leche, en este concepto también, 134.000 euros. En ambos casos, a esto habría que añadir la facturación por la carne que se vende, y las ayudas directas de la PAC, fundamentalmente.
Si el tamaño de las explotaciones de ovino es un 42 por ciento del de las de vacuno, cabe pensar que hay pendiente una reestructuración que suponga el cierre de las explotaciones más pequeñas a la vez que ganen tamaño las que queden, y que esto se produzca porque, ante márgenes estrechos, sea más rentable ordeñar ovejas en ganaderías mejor dimensionadas. Esto, el triunfo de las ganaderías más industriales en detrimento del modelo de explotación familiar no es lo que nos gusta a los representantes de las organizaciones agrarias, ya que entre otras cuestiones tiene un claro efecto negativo en el modelo territorial. Pero, es más, hay quien defiende que el modelo de explotación grande es más fácil ponerlo en práctica en las ganaderías de vacuno que en las de ovino; es decir, que hoy las cosas están así por algo, no por casualidad, y que si el tamaño de las granjas de ovejas es menor se debe a la dificultad para gestionar con éxito explotaciones de mayor tamaño.
El sector del ovino de leche también ha tenido su reconversión, y desde algún punto de vista ha sido tan dura o más que la del vacuno, y han sido otros factores, y no solamente el crecimiento, los que han mantenido la producción a pesar de no crecer tanto en tamaño. Se ha mantenido o incrementado la producción por mejoras en la alimentación, la genética, la sanidad animal y el manejo, lo mismo que en su día se hizo en el vacuno, pero aquí con un cierto retraso, por lo que todavía está vigente, mientras que en el vacuno hoy en día ya no es tan llamativo. En un futuro próximo, cuando estos parámetros no den mucho más de sí, la única fórmula para compensar la producción de las granjas que cierren será agrandando las que permanezcan, como ocurre en el vacuno, y la pregunta que me hago es si en el ovino esto es posible. Porque si no es posible, resulta evidente que el sector entrará en un claro declive, y puede que no suministremos a la industria lechera el producto que necesite, y si no lo hacemos en Castilla y León, si no lo hacemos en España, en esto no ocurre como con la leche de vaca que puede llegar de cualquier sitio, sencillamente se perderá la posibilidad de fabricar unos quesos de calidad que deberían de triunfar en la exportación en un mundo globalizado.
Esta es la reflexión, que si el ovino no puede industrializarse en las granjas como se ha abocado a hacerlo al vacuno, la industria láctea debe tener una política de precios y de apoyo a sus proveedores que mime a ese modelo de explotación familiar de ovino de leche, para que perdure en la actual generación y haya vocaciones de relevo generacional. Creo que hay al menos media docena de industrias del queso importantes en Castilla y León y en Castilla-La Mancha que estarían dispuestas a revisar su política de precios a los ganaderos, pero esto tiene sus implicaciones también con la leche de vaca, y aquí los que mandan son otros con otros intereses.
José Antonio Turrado. Secretario general ASAJA Castilla y León