Fernando Cuadrado vive en Pozo del Molle, en el sureste de Córdoba, donde se sitúa una de las cuencas lecheras más importantes del país, y los casi 48 años que tiene de vida los pasó siempre al lado de su papá, don Carlos Luis Cuadrado, de quien heredó la pasión por el tambo. “Somos 4 hermanos, 3 varones y 1 mujer, pero yo siempre estuve al lado de él”, relató en diálogo con Bichos de Campo.
Águilas Blancas se llama el establecimiento lechero, que en principio fue un regalo de su abuelo a su papá. El nombre remite al primer toro que adquirieron en Palermo, el cual era blanco y se llamaba ´el Águila´.
Hasta acá pareciera una historia más de un tambero metedor, como tantos que aún quedan en pie en Argentina. Pero no. esta crónica se originó porque Fernando tomó un riesgo muy grande al querer transformar aquel viejo tambo: realizó una inversión elevada con recursos propios y algunos créditos de tasas de interés abultadas de bancos privados para poder tener finalmente su “tambo calesita”.
“Esta inversión es sólo para dos tipos de personas: el que tiene mucha plata o el que tiene pasión por las vacas. Yo soy del segundo tipo de personas”, contó Cuadrado, y agregó: “Acá somos las ovejas negras, porque mientras todos los tamberos se quejan por los vaivenes y los plazos de pago y los malos precios, nosotros invertimos cerca de 3 millones de dólares, casi todo con recursos genuinos, gracias a la venta de vaquillonas en remates y con la venta de la leche”.
Hasta el momento en Águilas Blancas ordeñaban 180 vacas por hora, es decir que necesitaban unas 6 horas para completar el ordeñe de todo el plantel. “Con este nuevo sistema nos ahorramos 4 horas a la mañana y 4 horas a la tarde, es decir, un jornal completo de trabajo”, manifestó Fernando sobre el sistema rotativo nuevo que ahora les permite subir unas 60 vacas al mismo tiempo para realizar una vuelta de ordeñe.
En el tambo trabaja toda la familia Cuadrado. “Somos 5 familias dueñas y 9 familias de empleados, o sea que conformamos 14 familias viviendo de esta actividad. Tenemos 4 personas abocadas a la tarea de ordeñe, otras 4 personas dedicadas a trabajar en la guachera, y personal operativo para la maquinaria”, relató Fernando.
El establecimiento produce unos 20 mil litros diarios de leche que se vende a la empresa Punta del Agua, ubicada en James Craik, la cual elabora queso cremoso en su gran mayoría y se conforma como la cuarta empresa láctea más grande de Argentina, procesando 1,3 millones de litros de leche por día. “Son los mejores pagadores de leche de la región y a su vez nosotros percibimos un plus en el pago por calidad, por tener en nuestro plantel mayoría de vacas jersey, las cuales aportan más sólidos a la leche”, remarcó el tambero.
La ordeñadora que montaron, de marca neozelandesa Waikato, llegó al país hace casi dos años pero recién este mes están implementando el sistema, el cual requirió de 60 días de instalación en un galpón especialmente diseñado para albergarla, de 35 metros de largo por 26 metros de ancho.
“Estuvimos un año parados por la pandemia, y aunque ya teníamos el equipo en Argentina, quienes lo instalan vienen directo desde Nueva Zelanda, y no queríamos arriesgar a instalarlo nosotros para no perder la garantía”, explicó Fernando.
Además debieron montar una estructura nueva sin desarmar la tradicional. Tienen 130 hectáreas propias y 700 alquiladas en una zona rodeada de soja. “Pagamos alquileres caros, pero el plus de la ganancia la hacemos laburando la familia entera”, resume.
¿Y cómo funciona un tambo calesita? La vaca ingresa a una serie de boxes, son 60 puestos en total, el operario hace un chequeo para saber si hay leche en las ubres y acto seguido las conecta las pezoneras al animal. En unos 6 minutos se completa su ordeñe, que es el tiempo que tarda en dar la vuelta la calesita. Luego, un dispositivo se encarga de cortar el ordeñe, las pezoneras caen y se activa un spray de sellado automático que desinfecta la ubre del animal. Por último, se habilita la apertura del box y la vaca sale marcha atrás y vuelve sola al campo.
“Tratamos de tomar el sistema productivo neozelandés como un espejo por lo sencillo y efectivo que es, todo lo contrario al sistema norteamericano, que tiene tambos estabulados porque tienen un clima más bien seco, donde suplementan con grano, pero donde subsidian a sus tamberos al igual que países como Israel. Allá en Nueva Zelanda no hay subsidios y el recurso de alimento es 100% pastoril; por ende, economizan la producción y además no conocen la palabra inflación como en Argentina”, describió el productor.
Fernando compara con fundamentos y conocimiento de causa. Tiene un hermano viviendo hace 16 años en Nueva Zelanda, donde montó dos tambos menores en estructura del que tiene Fernando, pero teniendo menos vacas produce de modo más efectivo.
En Águilas Blancas siembran alfalfa en un 50% y el otro 50% lo cubren con verdeos de invierno (avena, cebada y trigo) y verdeos de verano (maíz, sorgo y moha). Pero también alimentan a grano.
“Verlos producir leche a los neozelandeses es algo increíble. Ellos ocupan hasta las montañas para tener vacas pastando. Es un país grande como la provincia de Santa Fe, tiene el 30% de la superficie total ocupado por agua y montaña, con mayoría de tierra pedregosa pero produce 40% más que toda la Argentina”, comparó.
La elección de alimentar a las vacas a pasto en Nueva Zelanda no es algo caprichoso sino porque se trata de una zona que por sus características geológicas y climatológicas no puede tener mayoría de producción de granos. Lo que tienen entonces es pasto porque llueve mucho y de este modo abaratan su sistema. “Suplementan con poco y en situaciones especiales; en definitiva tienen vacas de menor producción en cantidad de litros diarios pero son más económicas porque cosechan sólo pasto”, resaltó.
De todos modos Fernando aclaró algo respecto de la posibilidad de alimentar sus animales también a grano: “Es muy difícil que un tambero argentino te lo diga expresamente, pero nosotros tenemos el grano subsidiado. Es decir, los productores sojeros nos subsidian la actividad a nosotros por las retenciones que pagan; de lo contrario pagaríamos más caro el valor de los granos para alimentar a nuestros animales. Por eso podemos encerrarlas y darles maíz y soja”.
El domingo pasado pudieron debutar con el sistema y lograron subir 150 vacas como ensayo y salió todo bien. “Es cuestión de adaptarlas. Por eso adentro de la calesita hicimos un implemento para poder suministrarles balanceado que cae de un sinfín, lo que hace que estén más tranquilas y así les pueda bajar la leche”, indicó.
El objetivo en el corto plazo es que, al ser más rápido el ordeñe, puedan incorporar más vacas. “Cuando teníamos 200 queríamos 500 y ahora tenemos 1000 vacas. Es más, teníamos muchas vaquillonas que tuvimos que vender porque no había mas lugar para ordeñar y porque necesitábamos el dinero para construir. Pero ahora las retendremos e incorporaremos al sistema”, concluyó el tambero, con felicidad en el pecho por haber logrado activar un sistema que aunque le cueste tasas de interés crediticio, se muestra confiado en que podrá crecer en producción y saldar hasta la última deuda.