El recambio generacional viene asomando ya desde hace un buen tiempo como un cuello de botella para la lechería uruguaya por la escasez de sangre joven que continúe con la tradición tambera. Detrás de ese fenómeno hay múltiples factores como el desánimo de hijos de productores que encaran estudios o profesiones alejadas del medio agropecuario.

Magela Santoro, tambera y extensionista de Conaprole —como asesora de tambos— incursionó en la lechería bajo un novedoso sistema (para Uruguay) que consiste en el arrendamiento de un productor que optó por bajar la cortina, pero pudo conservar su capital y tambo en marcha. Para conocer más detalle de cómo funciona este sistema, La Lechera dialogó con la productora Magela Santoro.

 

Un problema que se viene

Santoro contó que desde hacía mucho tiempo tuvo “en la cabeza” la idea de tomar las “riendas de un establecimiento lechero”. En su trabajo como extensionista de Conaprole forma parte de los equipos, pero no era quien ejecutaba o tomaba las decisiones finales.

“La posibilidad de tener un establecimiento en Uruguay, generalmente se da de padre a hijo. Esa es la transferencia más habitual. Y si no hay quién siga en la empresa, normalmente se termina con la bandera de remate”, indicó.

Durante su pasaje por la Facultad de Agronomía, Santoro abordó la problemática de la transferencia intergeneracional en el sector agropecuario uruguayo. Durante ese proceso estuvo analizando el camino que tomaron otros países productores de leche como Nueva Zelanda o Argentina, que también debieron lidiar con un envejecimiento de sus tamberos. “De alguna manera estos países sortearon el problema porque hoy siguen siendo países lecheros; los establecimientos siguieron viviendo”, indicó.

Conaprole tiene hoy una edad promedio de sus 1.800 socios cooperarios de 60 años. “Esto preocupa mirando el futuro. Esa gente en algún momento se va a jubilar y va a querer estar en una posición de mayor tranquilidad. Quién va a quedar al mando de muchos de esos negocios es todo un tema”, alertó.

La productora comentó que antes que Nueva Zelanda o Argentina comenzaran a perder tantos tambos —como ocurrió en Uruguay en los últimos años— implementaron estrategias y herramientas para “buscarle una vuelta” al cierre masivo de empresas tamberas. En el primer país surgió la figura del mánager de tambos y, en el segundo, la de medianero. “En ambos casos son personas con ganas, experiencia en el rubro desde otro punto de vista, que se hacen cargo del tambo”, explicó.

 

Un piloto en Uruguay

Mientras trabajaba como administradora del establecimiento “La Juanita”, de Aldo Fabracile, ubicado en ruta 3 km 142 (San Gregorio, Flores), a Santoro le surgió la posibilidad de hacerse cargo del establecimiento bajo un formato donde el dueño mantiene el tambo, pero cede su uso “por contrato” por un plazo de cinco años. Fue así como Santoro tomó las riendas del establecimiento sin que fuera necesario un capital inicial para hacerse de campo, vacas o maquinaria. Se firmó un contrato por el arrendamiento de 222 vacas, 335 hectáreas de campo y maquinaria básica.

“Me hago cargo del mantenimiento de la maquinaria. Y en los litros de leche que pago por hectárea está prorrateado el uso del suelo y también de las instalaciones”, explicó.

En el caso de la maquinaria básica (tanque de frío y máquina de ordeñe), Santoro tiene por contrato un plazo de dos años para decidir si toma la opción de compra. El resto de la maquinaria, como tractor o mixer, es propiedad de la tambera gracias al negocio que logró hacer en el último tiempo por la exportación de terneras en pie con destino a China.

Magela se hizo cargo del establecimiento en febrero de 2020. En febrero de este año tuvo la opción de rescindir el contrato, alternativa que no tomó. Inmediatamente se activó así un contrato por cinco años de arrendamiento. El vínculo tiene una cláusula de renovación automática por otros cinco años en 2024.

“El contrato establece que no puedo cambiar de rubro. Y dentro de cinco años, si le tengo que entregar el campo al propietario, lo tengo que hacer en las mismas condiciones de mejora de pasturas y las mismas 222 vacas en producción. Mientras tanto, pago una renta por el campo, las vacas y la infraestructura”, dijo Santoro.

 

Cosas para mejorar

La ingeniera agrónoma dice que su contrato de arrendamiento de tambos “no es ninguna invención”, porque de alguna forma ya se aplica un modelo similar en otros países. De todas formas, consideró que hay cosas para mejorar pensando en replicar esta modalidad en futuros establecimientos en Uruguay. Uno de los temas es el capital lácteo que se requiere para remitir como socio a Conaprole o los créditos que tenía tomado el anterior productor.

Actualmente Santoro tiene en ordeñe 201 vacas en ordeñe (270 vacas masa) en un sistema pastoril y remite 3.500 diarios con un promedio por vaca de 18 litros. Los suelos del establecimiento son superficiales y con dificultades para la retención de agua. Justo en la zona de influencia del tambo se dieron dos secas consecutivas que golpearon la producción, ya que la mayor parte de las praderas se perdió por la falta de humedad.

“Tuve que invertir mucho en pasturas y este año tampoco pude invertir en silo porque el clima me lo impidió”, señaló. Para sobrellevar la situación apeló al uso de fardos. También suplementa con 5 kg de ración por vaca en sala de ordeñe con comederos automáticos.

La tambera dijo que “por ahora” no vio ningún retorno económico de su emprendimiento. “Al ser un sistema que depende de variables naturales como el clima, ese tipo de cosas no están contempladas en el contrato de arrendamiento. Quizás se deberían protocolizar situaciones que, por ejemplo, ante determinadas adversidades se dé un respaldo, porque si no se hace duro”, admitió.

 

Un desafío para la política

A juicio de Santoro, el tema del recambio generacional de los tambos debe encararse y liderarse desde diversos ámbitos públicos y privados, comenzando por el Ministerio de Ganadería.

“Si Conaprole quiere seguir estando en el podio de las exportaciones de Uruguay, acá hay que jugarse a que no puede desaparecer un productor más. Es más, deberían aparecer más tamberos”, consideró.

Para la tambera y técnica, así como en su momento el sistema político aprobó un marco legal para promover y alentar la forestación en Uruguay, se debería recorrer un camino similar para el desarrollo del sector lechero y promover la apertura o evitar el cierre de más tambos en Uruguay.

“Si queremos que Uruguay sea un país lechero, vamos a más. No a quedarnos cada vez con menos productores. Cuando cierra un tambo, indirectamente no es el dueño o el peón el que pierde; es un sector muy intensivo en mano de obra”, recordó.

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