El sector lácteo es un pilar estratégico de la industria agroalimentaria española. Con una facturación de 13.000 millones de euros al año, es una pieza clave de nuestra marca-país. Nuestra exportación cuenta con un crecimiento vertiginoso. Si en el año 2010 exportábamos 369.000 toneladas de lácteos, en 2020, incluso con la pandemia, han sido 524.000 toneladas (un 42% más). Se abren nuevos mercados, como el chino o el estadounidense para nuestras leches y quesos, cada vez más reconocidos internacionalmente.
A nivel nacional es un sector productor, de los que ya quedan pocos en una España enfocada a los servicios. El lácteo se compone de una cadena de valor de tres eslabones (ganaderos, industria y distribución), en la que campo e industria tienen un peso económico y social muy importante. Hablamos de más de 25.000 ganaderos realizando entregas de leche y de una industria transformadora de más de 30.000 trabajadores, la cual representa el 2% de la producción industrial de todo el país.
El sector lácteo es un sector pujante, pero a la vez se encuentra en una situación crítica que se ha ido agravando con los años. ¿Cómo se explica que los ganaderos, primer eslabón de la cadena de valor, alerten recurrentemente del cierre de explotaciones por la insostenibilidad de los costes de sus explotaciones? ¿O que el segundo eslabón de la cadena, la industria, también alerte de la insostenibilidad de una infraestructura de producción que ya no siempre cubre costes? Se trata de una situación inédita en cualquier otra industria láctea europea.
Ganaderos e industria en España han recibido con gran preocupación el reciente y esperado Estudio de la Cadena de Valor y Formación de Precios en la Leche Líquida Envasada (LELD), publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). El estudio analiza mediante horquillas de costes todos los eslabones de la cadena y revela los márgenes planos o negativos para todos ellos. Era la pieza que faltaba, ya que los precios de venta los conocemos. Ahora se refleja que el problema podría estar en el último eslabón, la distribución. Los supermercados son los que fijan el precio final del producto y, por tanto, condicionan el precio que llega a ganadero e industria.
Comparando los datos de costes de este estudio con los datos del Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación correspondientes a 2020, el 56% de la leche envasada clásica, la básica y más vendida, se vende en supermercados a un precio con IVA de 0,60 euros el litro (0,576 céntimos sin IVA) o inferior y toda esa leche se vende, confirma el estudio, con un margen negativo por parte de la distribución de casi 7 céntimos por litro. De hecho, el 41% del total de todo tipo de leche líquida de consumo se vende en nuestro país a un precio medio sin IVA de 0,55 euros el litro. Todo ello supone pérdidas de en torno a 133 millones de euros al año y una destrucción de valor en la cadena, ya que no se cubren los costes de producción de ganaderos e industrias.
Los ganaderos y la industria han tenido fuertes diferencias en la larga historia de colaboración del sector, pero en esta ocasión presentan un frente unido en su reivindicación: la venta de un producto debe ser sostenible con respecto al coste. La leche se ha convertido en un producto de arrastre o fidelización de clientes para numerosas cadenas de supermercados. Atraen al consumidor con bajos precios en este producto, principalmente mediante marca blanca, y luego cubren ese margen negativo con sus cientos de productos. Pero los ganaderos y la industria láctea no pueden permitirse ese lujo.
El precio de la leche al a los ganaderos por la leche en origen viene aumentando lenta pero continuamente desde el 2017, pero la capacidad de las industrias para mantenerse y remunerar al eslabón anterior depende del escalón superior, la distribución, que establece el precio final de venta. Si los supermercados venden un producto mayoritariamente con margen negativo, el resto de la cadena no funciona. Habrá industrias que no puedan sostenerse con esta continua erosión financiera ante el aumento de costes y tampoco podrá hacerlo el ganadero que esté por debajo de éstas.
El estudio del Ministerio refleja pérdidas o márgenes planos para los tres escalones del sector lácteo. Estamos en una situación crítica, con aumento de costes durante años. En su mayoría son costes que han venido para quedarse, principalmente medioambientales: punto verde y envasado sostenible, transición a una energía limpia, aumento de precio de la energía, el imprescindible bienestar animal y otros muchos. Estos costes han hecho que decenas de granjas y fabricantes hayan cerrado ante la imposibilidad de sobrevivir.
Y seguirán cerrando sin el compromiso de toda la cadena y, concretamente, de quien vende nuestro preciado producto. A la distribución le pedimos responsabilidad ante la coyuntura y los nuevos retos que demanda la sociedad, que se cubran costes y se retribuya también el capital para seguir innovando, como sucede en cualquier parte de Europa. La leche es un producto esencial para la sociedad. Además de generar salud alimentaria y miles de millones de riqueza nacional, cohesiona social y territorialmente el país, con un empleo ganadero e industrial se distribuye, principalmente, por la España vaciada. Está en juego mucho más que un porcentaje del PIB.
Al consumidor hay que decirle que, si la leche no es económicamente sostenible y cierra el tejido que la produce en España, la alternativa será que nos la traigan de fuera más cara en un plazo no muy lejano y un riesgo de exclusión nutricional de un alimento esencial para el que no pueda pagarla. La leche, los quesos y los yogures son parte esencial de nuestra dieta, pero también del tejido social que aún queda en la España periférica. Está en nuestras manos.
Luis Calabozo es Director General de la Federación Nacional de Industrias Lácteas.