Existen un par de localidades que por más de un siglo mantienen las mismas prácticas de crianza, alimentación y explotación, pero hoy ya no son competitivos.

“Históricamente, desde el inicio del sedentarismo en la humanidad y tras la domesticación de animales y plantas, el ser humano ha buscado el sustento y abrigo mediante la extracción de recursos naturales que, al inicio y ante la poca explotación tenían un proceso de renovación casi automática”, destacó el especialista en Desarrollo Rural, Eduardo Ceja Mora, quien destacó que al correr de los años, con el aumento en la densidad de los núcleos poblacionales, la explotación de los recursos naturales sufrió un proceso de aceleración para la sustentabilidad de pueblos, villas y ciudades; en el caso de la ganadería, afirma, no fue la excepción.

Pese a que ésta se convirtió en una actividad especializada existen en la sierra jiquilpense localidades que subsisten de esta actividad con las mismas prácticas de crianza, alimentación y explotación de hace 120 años, lo que actualmente significa pérdidas económicas por cada litro de leche producido ante la imposibilidad de acceder a mercados competitivos.

“Pese a que, tradicionalmente, se asocia al productor ganadero con una vida próspera, lo cierto es que esto aplica de manera exclusiva a los ganaderos a gran escala que cuentan con establos, corrales de manejo y que han logrado la tecnificación de sus prácticas de ordeño; estos establos se centran principalmente en las cercanías de los centros poblacionales o los centros de acopio como la Gerencia Estatal de LICONSA en Jiquilpan que oferta el mejor precio por litro de leche a cambio de que los ganaderos se sujeten a normas específicas en cuanto a la calidad del producto, estos productores cuentan también con elementos como tanques de enfriamiento y servicios veterinarios relativamente accesibles en tiempos y formas”.

Comunidades como La Breña y Las Ánimas en el municipio de Jiquilpan subsisten económicamente gracias a la ganadería en mediana y baja escala cuyos hatos se trabajan de manera rústica que no garantizan la calidad o la inocuidad de la leche, esto y la distancia entre estas localidades y la cabecera municipal y los centros de acopio lechero llevan a los productores a vender su leche a los ‘ruteros’ esto es, intermediarios que compran a pie de establos el producto de la ordeña para después vender a sobre precio a los procesadores lácteos o cremerías.

“De esta forma, el principal beneficiado en estas comunidades es el ‘rutero’ que con una inversión en la compra de la leche, gasolina y tiempo obtiene beneficio del total de la cadena productiva”, dijo Ceja Mora.

Señaló que son dos grandes obstáculos para que la actividad ganadera en la zona Sierra de Jiquilpan sea una actividad que se signifique como un puntal de la economía local, lo que podrían centrarse en las malas prácticas de ordeña, que incluso pudieran significar un riesgo de salud pública, y coincidió con lo señalado por otros especialistas en diversos foros, en el sentido de que las malas prácticas usadas en la ordeña tradicional de los ganaderos no solamente van en detrimento de la calidad de la leche, si no que constituyen también un riesgo a la salud de la población como lo afirmó la investigadora Rebeca Flores Magallón, del Centro Interdisciplinario de Investigación Rural para el Desarrollo Integral Regional del IPN en Jiquilpan.

El segundo de los obstáculos es el desinterés de los productores por dar valor agregado a la producción lechera a través del procesamiento artesanal para la elaboración de derivados lácteos como quesos, cremas o cajetas con lo que, en promedio, aumentarían hasta en 40 por ciento el valor percibido por su producción; esta falta de interés se da principalmente porque en el entorno cercano, donde se ha desarrollado un importante número de empresas procesadoras de lácteos, no encuentran mercado para la comercialización de sus productos y se carece de eventos del tipo cultural y turístico en los puedan exponerlos por lo que, cuanto existe en el entorno doméstico este procesamiento de la leche es principalmente para el consumo interno.

Pese a las condiciones de desventaja en que se encuentra la ganadería en las localidades de la Sierra de Jiquilpan, ésta guarda un enorme potencial con la posibilidad de establecer una cadena de producción-comercialización que obedezca a un diseño que atienda las características geográficas, sociales y culturales en las que se desarrolla esta actividad; a más de ello, es necesario acercar herramientas de capacitación en temas básicos como calidad en la producción, alimentación y cuidados médicos a los hatos ya que la paulatina desaparición y la venta de hatos es un claro que la producción de leche como primordial anclaje económico de esta actividad a perdido la capacidad de ser autosustentable.

“De ahí la importancia de que los productores puedan ampliar sus horizontes al procesamiento artesanal de su producción de leche y buscar nichos de comercialización mediante la gestión de marcas colectivas o de origen”.

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