La leche está entre los productos que presionaron al alza los alimentos, pero lo curioso de la situación es que el precio a los productores sigue siendo el mismo hace años.

La culpa la tiene la leche, pero no dan las cuentas
Casi medio millón de familias derivan su sustento de producir leche, uno de los productos de la canasta familiar irremplazables, pero inexplicablemente el precio para quienes ordeñan las vacas es el mismo, al tiempo que los procesadores, distribuidores y vendedores hacen su agosto con la alta demanda de la materia prima para producir quesos, panes o yogures, entre el amplio portafolio de derivados lácteos.

Para el Dane, gran parte de la culpa de la alta inflación en noviembre se debió a la variación del precio del litro de leche, cambio de costos que no percibieron los productores quienes en promedio siguen recibiendo unos $1.000, monto que no cambia hace varios años, muy a pesar de que los alimentos importados para las vacas, los salarios de los operadores, los medicamentos para el ganado y el transporte suben permanentemente.

Alguien en la intermediación se está quedando con la ganancia de los lecheros y siempre la cadena se rompe por la parte más delgada, que en este caso, son los pequeños productores para quienes mantener un hato, generar empleo y pagar impuestos ya no es negocio. La producción de leche está cayendo en varias regiones generando un faltante de más de millón y medio de litros diarios, cabe anotar que el consumo per cápita en un país como Colombia no se acerca a los 150 litros diarios, cifra aún muy baja si se compara con similares de la región o de la Ocde.

El otro problema para los ganaderos es el llamado lactosuero utilizado en los productos de marcas blancas de los supermercados y los discounters, para rendir la leche, venderla más barata y hacerle creer al consumidor que está comprando leche más barata cuando en términos proteicos no tiene los mismos componentes. Son distintos frentes de batalla contra los que deben luchar los productores lácteos y sobre los cuales no hay mucho respaldo por parte del Gobierno Nacional, pues la capacidad de lobby de los comerciantes y de las grandes empresas lácteas es superior a la gremialidad ganadera dedicada a la política, más no a la protección de unos jugadores claves en la ruralidad agraria.

No se trata de impedir las importaciones de leche en polvo o de lactosuero, dos agentes que afectan el ingreso de los productores locales, lo que se debe barajar es una política integral de seguridad alimenticia, calidad, competitividad y seguridad para un sector dorsal para el campo colombiano.

Es increíble que un litro de leche producido en Nueva Zelanda sea mucho más competitivo en el mercado local que uno sacado en Antioquia, Cundinamarca o Boyacá. Son muchas las variables a tener en cuenta -el primero la seguridad-, pasando por la calidad de hato, las tecnologías, el transporte, la mano de obra, los insumos y todas esas cosas que hacen que hacer emprendimientos lecheros sea tan costoso.

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