“A río revuelto, ganancia de pescadores” dice un adagio popular que apunta en este caso a la ganancia de algunos contra la contracción de la ganadería de leche colombiana, pero también permite prever que en ese torbellino, los industriales se van convirtiendo paulatinamente en importadores; y los consumidores en espectadores estupefactos ante los aumentos de precios —la gran mayoría cada día más alejados del vaso de leche diario que es una de las principales fuentes de proteína—. En el medio se encuentra la institucionalidad pública que no entiende a qué hora se le esta perdiendo un importante renglón de la economía y, de contera, la soberanía alimentaria.
La lechería bovina vive una paradoja con alcances que, de lejos, dejan de ser insospechados. El escenario es un país que posee tierras, pastos, sol y que produce leche de calidad en cantidades suficientes para atender a la población colombiana; tiene unos productores ganaderos que todos los 365 días al año se levantan con ahínco y desde muy temprano a desarrollar su labor, que no se amedrantaron ante los efectos devastadores de un paro nacional irracional, ni de la pandemia de la COVID; con una cadena de transformación en donde la gran mayoría les gusta importar leche en polvo entera y descremada y unas cadenas de comercialización fuertes que les suministran a otras industrias que utilizan leche y derivados lácteos importados como materia prima; una institucionalidad pública amilanada ante los TLC, que no entiende la economía de este sector en su conjunto, ni de seguridad alimentaria ni social y que muy seguramente ni se dará cuenta a qué horas se les extinguió un renglón económico importante de la economía que daba empleo a más 300 mil productores, que aportaba 7400 millones de litros de leche al año y generaba riqueza; y de un consumidor inerte que ve cómo cada día el precio de la leche se lleva gran parte de su ingreso.
Dice la industria procesadora que no hay leche —pero se niega a comprar toda la leche que producen los campesinos colombianos, sólo compran menos de la mitad—; los ganaderos que los costos están muy elevados, que el clima los está afectando en forma importante, que los márgenes se han estrechado peligrosamente y que el caudal creciente de importaciones de leche en polvo y descremada los arruinará; y el gobierno que no hay grave daño a la producción nacional por la importación masiva de leche vía TLC, aunque ha autorizado en forma excepcional este año y por una sola vez, aumento de precios al productor de leche cruda.
¿No hay leche?
Según cifras del DANE —entidad que tiene suficiencia estadística—, la producción de leche creció en el primer trimestre de este año 8,8 %; en el segundo trimestre 12 % y en el tercer trimestre 4,2 %; mientras que la Unidad de Seguimiento de Precios de Leche (USP) del Ministerio de Agricultura revela que entre el 1 de enero y el 31 de octubre (10 meses) la industria había adquirido poco menos de 2582 millones de litros de leche, 8 % menos que en el mismo periodo de 2020.
A la par la Asociación Colombiana de Procesadores de la Leche (Asoleche) afirma que “la producción y el acopio en el último mes (noviembre) ha caído más de 15 %, lo que genera 1,6 millones de litros faltantes al día, y que como consecuencia se ha generado un efecto inflacionario al alza de más del 7 % y con posibilidades de seguir aumentando”. ¿Qué paradoja: la industria echándole la culpa de la inflación al productor ganadero!
La Oficina de Planeación y Estudios Económicos de Fedegán (cuya fuente primaria es el DANE y otras entidades oficiales), aclara que una cosa es el acopio de leche por parte de la industria y otra muy diferente es el volumen de producción total y, a renglón seguido, cuestiona la veracidad de la cifra emitida por Asoleche y sus conclusiones.
Ingresos del productor e inflación
Así planteado el tema se llega a conclusiones erróneas respecto a los ingresos del productor y a la inflación. Pero cuál es el problema —se diría— si los precios pagados al productor están al alza. De hecho, los precios al productor han venido creciendo en los últimos meses y en algunas zonas como Ubaté se está pagando el litro de leche fría al productor a $1800. Aumento de precio que valga precisar, pasa derecho al consumidor sin afectar a la industria.
Veamos esto a la luz de las cifras de esta ´fuente’. Se muestra, por un lado, que Colombia regresó en un solo mes al nivel de producción que se tenía en 2016, es decir que la producción anual se disminuyó en 1100 millones de litros; y por otro lado, que la industria solo compró en noviembre pasado 208 millones de litros, dejando de adquirir frente a octubre de este año cerca de 37 millones de litros.
Eso, en plata contante y sonante, significa —si nos atenemos a la veracidad de esa cifra de disminución que dice Asoleche—, que los ganaderos dejaron de recibir 52.300 millones de pesos.
Para contrargumentar se diría entonces que hubo una recuperación del ingreso por aumento del precio del litro de leche en noviembre. Eso muestra es otra cosa. Una operación simple indica que con un incremento promedio estimado del precio en 200 pesos por litro (pasar de $1419 /litro en octubre a $1619 en noviembre) los ingresos dejados de percibir por los ganaderos serían de 45 mil millones de pesos. Eso se llama destrucción de riqueza.
La solución que propone esta agremiación es, de lejos, más ruinosa. Señala que para el primer trimestre del año entrante se tendrá más escasez de leche no solo por costos de insumos, migración de fincas ganaderas a otros sectores, factores climatológicos, sino también por las heladas, y que se debe evitar el desabastecimiento en los comercios. No dice que hay que importar, pero sí que es un problema que difícilmente se podrá solucionar en el corto plazo. Blanco es, gallina lo pone, y la industria da la solución. Resultado: los productores más arruinados que antes.
Fedegán indica que también se debe tener en cuenta que el 1 de octubre el Ministerio de Agricultura actualizó el precio por calidad del litro de leche pagado al productor en 7 %. Este porcentaje lo transfirió la industria al consumidor, lo cual se refleja en el comportamiento de los precios al consumidor de la leche líquida y los quesos. En efecto, entre el 1 de octubre y el 30 de noviembre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de estos dos productos subió 5,2 % y 5,6 %, respectivamente. Vuelve y juega: la industria no pierde. Pierden los productores y lo pagan los consumidores.
Existen otros daños colaterales. Productores consultados por CONtexto ganadero señalan que la industria está comprando a ganaderos que no cumplen con las normas de sanidad exigidas por las autoridades respectivas —productores mal denominados informales que valga la pena señalar han fungido como un colchón amortiguador de precios—. ¿Dónde quedaron las exigencias de calidad que tanto exigió la industria?
Los inventarios de leche en polvo
Un factor que incidió en el comportamiento de los precios de la leche es el uso de los inventarios de leche en polvo que, en efecto, se vieron afectados en una primera instancia debido a la parálisis de la economía como consecuencia del paro nacional.
En mayo los inventarios de leche en polvo registraron una fuerte caída al pasar de 14 mil toneladas a 6 mil toneladas. Para junio se recuperaron hasta alcanzar las 12 mil toneladas, permaneciendo alrededor de 9500 toneladas entre julio y septiembre. En octubre los inventarios cayeron nuevamente para situarse en 6900 toneladas.
De acuerdo con Fedegán la industria prefirió en noviembre acudir a sus inventarios antes de pagar más al productor nacional. Seguramente se concentraron en las compras de leche en mayor volumen gracias a los TLC que entrarían al país a partir de las cero horas del 1ro de enero de 2022, con el agravante que el tipo de cambio pasó en ese periodo de $3780 pesos por dólar a $4000 (una apreciación del dólar del 5.8% que es mortal en el comercio exterior.
Una decisión tardía
Como se recordará, Fedegán solicitó el pasado 19 de enero 2021 hacer uso de la salvaguardia bilateral, con el fin de contener el grave daño que se estaba ocasionando a la producción nacional de leche como consecuencia del ingreso de grandes cantidades de leche en polvo de Estados Unidos en virtud de la utilización, por parte de la industria, de los contingentes negociados con arancel cero y de la baja tarifa extracontingente pactada.
Dicha solicitud fue resuelta casi once meses después, no dejando espacio para que tanto importadores como ganaderos hicieran sus ajustes de comercialización, pues Fedegán lo que pedía era regularizar el ingreso masivo de esas importaciones en el transcurso del año y evitar que su concentración en las primeras semanas de cada año generara un fuerte impacto en los precios internos.
Para la fecha de la decisión sobre la salvaguardia (6 de diciembre) —sobre la cual las autoridades responsables decidieron no autorizar la salvaguardia en contra del concepto técnico— hay que tener en cuenta que muy posiblemente los importadores, como se dijo atrás, ya habían cerrado negociaciones y, para esta época de fin de año los productos importados deben empezar a ingresar a puertos colombianos, quedando almacenados en puerto hasta el primero de enero, fecha en la que empieza un ´boom´ de nacionalización de importaciones y su ingreso a la economía en las cantidades establecidas en los nuevos cupos y las nuevas condiciones arancelarias. Es importante señalar que el cupo para importar leche en polvo sin arancel de Estados Unidos es para 2022 de 14.266 toneladas (un aumento de 1297 toneladas – arancel se ubicará en 8.8 %) y el de la Unión Europea de 7600 t. ¿Qué tanto pesó ese descalce en la decisión del gobierno y qué tanto la presión de la contraparte?
De lo anterior se colige que una decisión de la salvaguardia contraria a la tomada habría generado grandes pérdidas a los importadores porque la recuperación de los inventarios lo hicieron en un momento de alta tasa de cambio. Por eso deben buscar una justificación para el incremento de precios al consumidor, que muy seguramente se seguirán disparando en el próximo trimestre como las misma Asoleche lo afirmó en forma amenazante.
También por esa decisión tardía, se perdió un valioso tiempo en el que se dio un crecimiento de precios y aumento de la informalidad.
Analistas consultados por CONtexto ganadero prevén que la industria vuelva a insistir en la libertad de precios para hacer descender el precio pagado al ganadero, o pueden optar por solicitarle al gobierno autorización para una importación masiva de leche en polvo y descremada.
La ruta de la ganadería de leche
No es difícil entonces, como se enunció al principio, prever dónde terminará este desbarajuste del sector lácteo si el Estado no toma cartas en el asunto. Es una situación desbordada por la inequidad entre los eslabones de la cadena. La misma cadena de comercialización que hoy le está apostando a importar productos y derivados lácteos, será la que le va a dar sepultura a los inmensos activos productivos de la cadena de transformación, como bien lo advirtió el presidente ejecutivo de Fedegán hace muchos años, y, contrario a lo que afirmó el periódico El Tiempo, Fedegán no perdió la pelea con los industriales. El país es el que está perdiendo.