Ellos son verdaderos entusiastas de la actividad lechera y celosos cultores de la gestión ordenada en el tambo, lo que los caracteriza como productores eficientes y motivo por el cual conformaron hace 35 años una sociedad comercial con el objetivo de diluir costos fijos mediante inversiones conjuntas, reduciendo gastos y mejorando en productividad. Marcelo Cane, Carlos Sola, Emilio Zanuttini, Daniel Ferrero y Rubén Invinkelried, encontraron en el “asociativismo” la fórmula del éxito empresarial.
La historia de esta sociedad denominada Proagro SRL, con asiento en San Carlos, ha escrito un nuevo capítulo en su fructífera trayectoria comercial. Pero no como prestadores de servicios para tambos, algo que realizan con gran reputación en la región desde hace más de 30 años, sino esta vez dando un paso más y animándose al desafío de alquilar, gestionar y desarrollar una unidad productiva que estaba a punto de dejar la actividad.
La idea surgió en plena Pandemia, cuando uno de los integrantes de la sociedad tomó la decisión de retirarse del negocio (Miguel Ángel Colla), lo cual motivó al grupo de socios a continuarlo como tal, sabiendo que emprenderían una empresa novedosa en su concepción.
Luego de consensuada la decisión, algo que estos experimentados productores lograron en no más de tres reuniones, comenzó hace un año la planificación y el rediseño del proyecto productivo, y al cabo de una inversión aproximada total de 40 millones de pesos, Proagro invitó a Nuestro Agro a presenciar la primera pasada de las vacas por las flamantes instalaciones inauguradas el pasado 3 de mayo.
Pero no se trata de un tambo más. En esta odisea se revela el verdadero espíritu de este grupo de productores tamberos, proactivos y comprometidos con el desarrollo de la lechería, no solo porque se trata de una primera experiencia asociativa entre ellos alquilando un tambo, sino porque con dicha acción evitaron el cierre de una unidad productiva de la zona, rescatándola de su inevitable destino, trocando un presente de deterioro productivo por un proyecto con futuro de prosperidad.
Una inversión que exige eficiencia
El viejo tambito de seis bajadas con brete a la par, tenía los días contados y estaba por cesar su actividad definitivamente cuando Daniel, Carlos, Marcelo, Emilio y Rubén decidieron salvarlo y asumieron el desafío de retornarlo a la senda del crecimiento. “En el inicio de esta etapa también estuvo con nosotros en el grupo Ricardo Stettler, que lamentablemente falleció hace seis meses”, aclara Daniel Ferrero, incansable hacedor quien encarna en este proyecto la figura del administrador del proceso de ejecución del nuevo tambo.
Pasar de una infraestructura paupérrima a una empresa promisoria no fue tarea sencilla, porque exigió un cambio radical de mentalidad para los operarios y la conformación de un nuevo grupo de gestión para ir materializando los objetivos.
“Es nuestra primera experiencia como socios administrando un tambo, pero siempre con la convicción de que no será el único si sale bien esta experiencia”, plantea con su habitual optimismo el reconocido Méd. Vet. Carlos Sola, otro de los socios fundacionales de Proagro SRL.
“Esto arrancó hace un año atrás cuando uno de nuestros socios, Miguel Ángel Colla, se quiso retirar de la actividad y decidimos alquilarle como grupo sus instalaciones, para evitar que salga del sistema otro tambo y de paso mantenerlo funcionando en nuestra área de influencia”, narra Daniel.
“Resultó ser un lugar interesante para una unidad productiva, por la ubicación que tiene cerca del pueblo con acceso directo por ripio (4 km al oeste de San Carlos Centro), el lugar y la topografía de sus suelos, era ideal para continuarlo”, agrega el Ing. Rubén Invinkelried, cuyo rol es la del agrónomo del grupo que se encarga de controlar los cultivos y el destino de los lotes.
“Cuando decidimos que había que invertir para mejorar la infraestructura de ordeñe, lo cual implicaba un avance tecnológico de las instalaciones, también sabíamos que el desafío sería crecer”, afirma Emilio Zanuttini, refiriéndose a que para hacer sostenible la inversión era necesario avanzar hacia una estructura de mayor escala.
“El primer objetivo que nos trazamos desde ahora es aumentar la cantidad de vacas en ordeñe, pasando de 120 a 300 en el mediano plazo a medida que vayamos incorporando vaquillonas –explica Rubén-. El campo está preparado para eso y el equipo de ordeñe que instalamos lo permite”. Ello implica que “desde hace un año, hemos ido preparando las pasturas y los maíces para que rindan en ese volumen dentro de ese objetivo”.
Por su parte, Carlos Sola acota: “en cuanto a la productividad, este tambito se mantuvo estable en 26 litros por vaca, con picos de 30 litros, pero con todo el confort que se pretende darle a las vacas, deberíamos superar ese punto de equilibrio actual y transformar ese pico en la media, porque esta estructura con promedios bajos correría riesgos; no tengo dudas que lo vamos a lograr”.
Todos coinciden en que a partir de ahora, con el nuevo tambo funcionando y el rodeo creciendo en condiciones de bienestar y confort, los objetivos se irán alcanzando más temprano que tarde.
“De arranque, necesitamos 25 litros para cubrir los gastos fijos que tiene una estructura así, por lo tanto, todo lo que supere esa productividad empieza a ser rentabilidad. Lo ideal sería obtener un 10 a 12% anual”, confiesa Daniel Ferrero, que rápidamente deja en claro que todo en este sistema está medido al detalle y para ello han instalado tecnología de punta que les arrojará la mejor información del sistema. “El secreto es mejorar productividades con la mayor carga animal por hectárea que el sistema permita. Quienes hacemos leche hace muchos años, sabemos que los gastos fijos están, por más que ordeñes 3.000 o 10.000 litros diarios. Por lo tanto, es la productividad la que diluye costos fijos, no hay secretos”, enfatiza Ferrero, quien reflexiona sobre productividad con probada autoridad. Es que hace algunos años él había llegado al radar de Nuestro Agro por un impresionante dato de su tambo familiar: lograba con su sistema semi intensivo productividades de 22.000 l/ha/VT/año. Hoy, en esa misma empresa, ya alcanzan los 25.000 de promedio.
“La idea es hacer muchos litros por hectárea, lo más que se pueda. Para ello es fundamental que las vacas tengan confort y una nutrición acorde”, explica Daniel.
Un salto en largo y alto a la vez
Cuando el grupo tomó las riendas del alquiler de este tambo, contaban con poco más de 80 VO. Luego de unos pequeños cambios todavía en la vieja estructura se logró incrementar a 110-120 VO, llevando al máximo las posibilidades del precario sistema. Por eso la única alternativa era concluir rápido las obras de ampliación en las nuevas instalaciones, para poder seguir escalando en cantidad de animales y empezar a transitar el salto de productividad.
“La idea es llegar a 300 o incluso 400 animales como techo, pero debemos ir a de a poco sabiendo que hasta que no superemos las 200 VO, el flujo económico de la empresa será negativo –analiza Carlos Sola-. Por el momento, la inversión se solventa con la empresa de servicios del grupo y con el aporte de los créditos; claro que todo depende también de los factores que atraviesan el negocio como el precio de los commodities, el de la leche, etc”.
En la opinión del Ing. Invinkelried, “sabemos que estamos en una transición hacia algo mejor y más grande, y ese pasaje no puede tardar tanto porque cuando se estiran los plazos llegan los quebrantos, más cuando ya tenemos la estructura armada a la que sólo le faltan más vacas”.
Claro, esto último no es un tema menor en la región. Conseguir vaquillonas de calidad en tiempo y forma no está para nada fácil. “Estamos atentos a lo que va surgiendo, la idea es mantener un rodeo homogéneo dentro del Holando Argentino estilo canadiense, donde el 80% del total proviene de una genética similar. Acá había vacas de Semex, compramos vaquillonas al grupo Chiavassa y nos están preparando otro lote para dentro de unos meses”, cuenta Ferrero.
“Daniel se puso al hombro la gestación y administración de este nuevo tambo, la verdad que no le envidio todo lo que tuvo que atender en estos últimos meses hasta que llegamos a este día de ña inauguración, creo que todos estamos de acuerdo en esto”, reconoce con una sonrisa durante la charla Carlos Sola, a lo que sus colegas asienten sumándose con palabras de gratitud.
Una estructura sencilla, moderna y funcional
La inversión de alrededor de 40 millones de pesos hasta el momento, donde la compra de vaquillonas representa un gran porcentaje, incluyó la construcción de una nave nueva al lado de las viejas instalaciones como para que la producción no se detenga hasta el mismo día del traspaso.
Es un sistema de doble espina de pescado con 16 bajadas y tecnología israelí SCR Allflex, que permite ordeñes de alto rendimiento con pulsadores inteligentes, que además se acoplan con los collares de última generación que se le incorporaron a todas las vacas. Esto permitirá contar con un software integral para los registros y mediciones de la producción de leche y monitoreo del rodeo.
Las instalaciones, cañerías y sistemas de vacío son de la firma nacional Rodeg y el resto de los dispositivos se instalaron con la firma Todotambo, que hasta el último minuto estuvieron chequeando el sistema para la primera pasada de las overas, el día que estuvo Nuestro Agro de visita.
“El cambio es tremendo”, afirma Daniel, y un dato basta para ilustrarlo. El tiempo de ordeñe respecto de lo que sucedía en la vieja instalación, pasa de 35 a 120 vacas por hora, con una estadía del plantel en la espera que se reduce hasta tres veces con el nuevo sistema, que por otra parte es mucho más funcional para el operario y notablemente mejor en términos de bienestar animal.
La obra de ingeniería la realizó un arquitecto de San Carlos pero los planos fueron diseñados en base a lo que cada uno de los socios opinó en base a su experiencia y a lo que fueron viendo en otros tambos.
La nave tiene 42 metros de largo y ocho metros de ancho, con una sala de máquinas, una sala contigua con ventana vidriada que mira al sector de ordeñe (donde se ubicará en los próximos días la computadora con el software) con un vestuario y baño instalado, que brinda comodidad al personal y a sus dueños, que pueden trasladar sus reuniones de grupo tranquilamente a esta especie de quincho.
“Las tecnologías incorporadas son compatibles con los software de ordeñe que manejamos en nuestros tambos, lo que permite imaginar sin limitaciones el potencial informativo del nuevo tambo”, explica Sola.
Al costado del tambo, bajo un alero lateral se dispone la manga para tacto y una vereda elevada para el veterinario. La obra se completará con puertas apartadoras para el tratamiento reproductivo y sanitario de las vacas que funcionarán automáticamente con los collares. La incorporación de aspersores y ventiladores en la sala de espera, comenzará en julio o agosto para que cuando comiencen los calores, dicha prestación esté funcionando.
Respecto de la inversión Rubén reflexiona: “las nuevas tecnologías vienen a suplir la falta de mano de obra que tenemos como una realidad en estos tiempos. Cuesta mucho encontrar personal y por eso cuanto más automatizado sea el proceso, mejor podemos anticipar los inconvenientes cotidianos, no sólo en producción, sino en reproducción, salud y alimentación”.
Daniel comenta que “no se trata tanto del costo de la inversión en estas nuevas tecnologías sino de acostumbrarse a seguir su flujo informativo y utilizar esos datos, para que se justifique la incorporación. Un ejemplo es lo que te permite hacer un mixer hoy con su balanza electrónica y su computadora a bordo, que permite armar una mezcla perfecta y despacharla con precisión. El valor del software no es el problema sino su utilización”.
Para el experimentado Carlos Sola, hombre que también incursionó en la enseñanza de los nuevos veterinarios, “el nuevo paradigma pasará por allí; hoy es muy importante que los profesionales que se integren al tambo se manejen en base a los datos y ojalá que las universidades comiencen a preparar a los jóvenes en el manejo de estas tecnologías”.
Siguiendo con la presentación de la flamante instalación, otra de las incorporaciones de la obra es el sistema de cañerías subterráneas que llevará el agua fresca a los bebederos de 900 litros que se disponen en los piquetes de alimentación.
Vale decir que este sencillo planteo productivo se apoya en un sistema de dry-lot con alimentación TMR a base de silo de alfalfa y maíz, sin pastoreo directo.
Uno de los cambios introducidos en la rutina que rápidamente dio resultados cuando apenas tomaron las riendas del tambo viejo es que durante el ordeño no se proporciona alimento. “La nueva estructura tampoco cuenta con comederos; el tambo es para ordeñar, no para comer, para eso están los piquetes y potreros, donde el animal está tranquilo y sólo se dedica a eso”, opinan en el grupo.
“Esto era un clásico tambo de 80 vacas pastoreando libremente con suplementación abajo del tambo –rememora Daniel Ferrero-. Demás está decir que las vacas no estaban cómodas debajo de las chapas y eso se reflejaba en la productividad, por eso apenas se produjeron los primeros cambios del sistema, las vacas comenzaron a dar más leche”.
En efecto, “fueron cambios bruscos para los tamberos operarios, que sieguen siendo los mismos (tres hermanos), quienes vieron rápidamente cómo cambió la performance de la productividad con pequeños cambios en la rutina –agrega Daniel-. Ni hablar ahora cuando esta nueva estructura se exprese en su máximo potencial”.
“Es parte del proceso histórico también”, sostienen en este grupo. La lechería ha tenido múltiples cambios en sólo algunas décadas, con la aparición de otros sistemas productivos, el encierro de las vacas, los patios de comida, las camas de compost y las innumerables tecnologías de precisión que se fueron sumando a los equipos de ordeñe.
Un cambio de paradigma no puede preverse sino hasta que se prueba y es rentable en la empresa, por eso para el experimentado Dr. Sola, asesor e impulsor de numerosos tambos en la cuenca central santafesina, el secreto es sencillo: “para que un tambo funcione la vaca tiene que ser la niña mimada, la quinceañera de la fiesta todo el tiempo y eso está relacionado con el bienestar animal”.
Finalmente, el campo cuenta con 150 hectáreas totales, donde el 80% de los lotes se destina a la producción de alimento y el resto se reparte entre patios de comida y corrales de Pre parto, post parto y enfermería. De ese total de hectáreas, la mitad se destina a alfalfas y la otra a maíces de primera y segunda siembra. Los comederos son movibles según cómo se vayan utilizando los dos lotes de alimentación que irán intercalando. Los piquetes se mantienen con movimiento de tierra con camas en suelo seco y manteniendo diariamente con rabasto.
Recientemente se alquiló un lote de 30 hectáreas que se suma al sistema pero con baja aptitud de suelo, que cumplirá diversas funciones en un futuro.
Dieta de calidad siempre disponible
La firma Proagro se hizo conocida en la región, no sólo para la proactividad de sus socios dueños cada uno desde su tambo, sino por la calidad del servicio de picado y la excelente confección de ensilados de maíz y de alfalfa. Una reputación bien ganada que en estos momentos frente al desafío de un tambo nuevo que tienen que repuntar desde varias aristas diferentes, sale a relucir para que la nutrición y la disponibilidad de buenas reservas no sean en absoluto un problema.
“Contar con el servicio de siembra y picado propio para abastecer este tambo es una ventaja comparativa muy grande, incluso en la retroalimentación de una empresa sobre otra, porque cuando se intensifica el trabajo de una (picado), la otra está en un período más tranquilo (tambo)”, explica Daniel Ferrero.
En cuanto a la dieta que se utiliza en este tambo, “tratamos de que sea siempre la misma: silo de alfalfa, silo de maíz (con maíz granos húmedo) y concentrados (expeller de soja o semillas de algodón): 30/30/30”, completa el Ing. Invinkelried.
No quedan dudas que este experimentado grupo de productores lecheros llevará a buen puerto la empresa asociativa que ponen en marcha. Son múltiples los desafíos pero las bases están sólidas y con buenas perspectivas de crecimiento. Es un equipo que posee la expertiz y el temperamento necesarios para que los condicionantes de esta actividad se mantengan a raya, de la mano de la gestión ordenada y decisiones inteligentes.
Daniel, Carlos, Rubén, Emilio y Marcelo funcionan como un verdadero dream team y se tienen toda la fe, imbuidos del coraje necesario y no negociable, que exige esta actividad tan demandante y riesgosa como lo es el tambo bajo arrendamiento. Para este proyecto sumaron además al joven Médico Veterinario José Zilli, quien como mano derecha del Dr. Sola, está encargado del manejo y monitoreo del rodeo. Completando el staff, los tres hermanos Villaroel (Norberto, Miguel y Gastón), que con todo su empuje y experiencia pondrán a toda potencia este flamante sistema de ordeñe, para beneficio de todos.
El desafío del tambo en alquiler
Toda la superficie está arrendada, lo cual no es un tema menor en este contexto de país. “Nuestra filosofía de trabajo, que nos llevó a tomar esta decisión de anexar un ala más a la empresa Proagro con un tambo alquilado, es que miramos a largo plazo, porque mirar sólo lo inmediato no tiene sentido en este país y nunca terminaríamos haciendo nada –explica Carlos-. Claro que los números son importantes, pero esto pasa por encarar un proyecto productivo mirando a tres o cuatro años porque si sólo se mira el ahora, uno no encararía nada y menos aún en alquiler”.
Según comparte Daniel, “el arrendamiento se pactó en litros de leche pero en un equivalente a 13-14 quintales de soja. Debido a que el precio de los granos tiene sus serruchos, se procede a calcular los últimos 10 años de precios y se saca el promedio. La ecuación clásica era un kilo de soja por un litro de leche. Hoy el alquiler nos lleva un 17% de ese costo fijo porque estamos en una producción baja y recién arrancando, pero cuando pasemos a ordeñar 200 o 250 vacas, con una productividad de 30 litros, entonces el alquiler se diluye hasta un 7% y ahí los números cambian”.
En esta estructura de costos hay que incluir las seis personas que trabajan como operarios fijos, el aporte de los profesionales y los gastos de estructura. Según el cálculo del grupo empresarial, son 25 litros que necesitan para cubrirlos a todos, lo cual deja un interesante margen de reinversión y utilidades cuando el sistema se encuentre a pleno.
Una firma que avanza a paso firme
Proagro SRL presta servicios integrales a los tambos del grupo y de terceros. En esta campaña se encuentran consolidando una performance récord en su prestación estrella: el picado de alfalfa.
“Hemos alcanzado un número extraordinario en este ciclo con más de 5.000 hectáreas de alfalfa picadas, a lo que se suma los dos períodos anuales de picado de maíz, que en esta campaña fueron alrededor de 1.500 ha entre primera y segunda siembra”, cuentan con orgullo desde el grupo.
“Este proyecto asociativo se formó aproximadamente hace 35 años –rememora uno de sus impulsores, Carlos Sola-. Los productores de este grupo siempre hicieron bien las cosas, doy fe de ello porque yo fui el veterinario de cada uno de sus tambos y todos los meses cuando iba a hacer tacto advertí que cada cual se manejaba diferente con la adopción de tecnologías, viendo cómo mientras algunos picaban en punta, había otros que creían que eso no se podía lograr con las mismas herramientas”.
Así, “comenzamos con una reunión mensual en cada tambo y fuimos mostrándonos lo que cada cual hacía mejor, para que el resto se acoplara en dichas ideas”, narra el hacedor de tambos. “Al cabo de tres años compartiendo experiencias, veíamos que todos necesitaban más o menos las mismas herramientas, primero para trabajos menores y después para servicios más importantes”.
Entonces, “comenzamos comprando en forma conjunta algunas maquinarias, como la estercolera, que a medida que los rodeos crecían veíamos cómo el estiércol se comenzaba a convertir en un problema de magnitud; después pasamos al picado y fuimos escalando en tecnología y volumen, hasta que llegó la primera autopropulsada y desde entonces no paramos de incorporar maquinarias para conformar una empresa de servicios que ya no sólo atendía a los socios sino también a terceros de nuestra región”.
El porqué de este desafío
“Es sencillo –dice Daniel Ferrero a la hora de explicar por qué sumaron a la sociedad la administración de un tambo arrendado-. Todos nosotros somos tamberos o provenimos de tradición tambera de muchas décadas y sabemos lo que es este negocio”. En su opinión, “nadie hace esto sólo porque le gustan las vacas, no. Este es un negocio donde uno tiene que ganar plata, de lo contrario no sirve. Si el tambo se maneja bien, haciendo números finos, hoy los márgenes siguen siendo positivos a pesar de todo”.
NA – La eficiencia manda
DF – Absolutamente. Bien administrado y con eficiencia productiva, con buenos promedios, atención de la vaca y buena alimentación, el tambo es un buen negocio. Y no hablo de sistema de producción porque cada empresa tiene sus gustos. Aquellos que son fanáticos del pastoril, los que prefieren Jersey o alguna cruza, dieta única, encierre, etc. Pero lo fundamental es que cada cual encuentre el sistema que le sirve. Que el campo rinda lo más que pueda en litros y que las vacas transformen lo mejor posible el alimento en leche.
NA – ¿Cuánto influye la productividad en el tambo?
DF – Es interesante porque dos tambos nunca son iguales y quizás no se pueden comparar, pero todo se reduce a si gana o no gana plata. Es decir, habiendo dos tambos que ordeñan 5.000 litros diarios, uno puede ser muy rentable y otro perder plata. Si uno hace ese litraje en 100 hectáreas y el otro lo hace en 300, ahí está la diferencia. Los costos fijos son diferentes. Hoy ha cambiado el concepto de tambo mediano, que hace unos años era el de 100 VO, mientras que el grande era aquel que tenía más de 200 vacas. Eso hoy cambió y un tambito estándar es aquel que tiene 300 VO. Hoy con el tambo chico de 50 o 70 vacas ya no es viable como era antes para mantener una familia y un tambero. Si nosotros calculamos como habitualmente se hace el ingreso de un tambero en términos de porcentaje de producción, si éste no gana buen dinero, se va a ir más temprano que tarde. Hay muchos detalles que están haciendo cambiar fuertemente a la lechería, pero la escala es un factor importante en este negocio.
NA – ¿El asociativismo es el camino?
DF – Efectivamente, nosotros lo estamos haciendo. Cuatro o cinco tamberos chicos que viven en un radio de cinco o diez kilómetros deberían asociarse y hacer un único tambo grande. Porque volvemos a lo mismo, los gastos fijos. Un ejemplo: si te comprás un tractror y un mixer, no podés alimentar 50 vacas sino 500, porque la amortización pasa de diez a uno. Cuando uno tiene una escala cada vez más chica, llega el momento en el que no podés invertir ni en una carretilla. En cambio, cuando la facturación es importante y ese flujo está mensualmente, ante la necesidad de cambio de herramientas, la decisión de inversión es más sencilla. Yo en mi tambo hice un cálculo que con el 2% de mi facturación, puedo cambiar el mixer cada tres años. Entrego el mixer a medio uso y no tengo más problemas sin sufrir quebrantos. Con cuatro litros más por día que uno le saque a cada vaca, en un rodeo de 300 animales, son 1.200 más por día y 450.000 litros al año, es decir, una facturación de casi 20 millones de pesos al año.
NA – Suele ser un debate en el sector: mixer vs. autoconsumo
DF – es cierto, hay una discusión en torno a eso, pero yo lo que creo lo demuestro con mis números. Sin contar que con el autoconsumo tiene un techo productivo muy definido, mientras que en el sistema que pregonamos nosotros, hay un margen de mejora y productividad enorme con la misma cantidad o menos de tierra. Yo he discutido eso en algunos grupos CREA que me han invitado. Pero es cierto que con ese tipo de sistemas no hay crecimiento ni desarrollo del sector.