De niño Antonio García Charco vivió a las afueras, en un pueblo llamado Campo de Cartagena en España. Allí eran frecuentes los cultivos de hortalizas, la ganadería de ovejas y cabras. Estudió en zona rural por lo que su vida guarda una estrecha relación con el campo. Nació en 1957.
Es un apasionado por el fútbol, estudió ingeniería de petróleos porque era lo que se imponía en la época, sin embargo, su real vocación estaba en los alimentos. Como tenía algunas cabras y la necesidad de rentabilizar la leche, empezó a hacer quesos frescos de cabra. Muy joven descubrió su vocación por los quesos madurados y abrió su pequeño negocio.
Más adelante se acercó a la técnica de quesos maduros que perfeccionó y nutrió en Francia, Italia y otros países europeos con los que mantiene contacto con el mundo del queso. A su esposa la conoció en España, ella es cuyabra, y por las vicisitudes de la vida, decidieron radicarse en el Quindío en el 2016 con sus 2 hijas.
Todos los días, desde las 5 a. m. hasta las 3 p. m. se dedica a su oficio de quesero. Se levanta y bebe un café, no desayuna, toma algo de fruta y lleva a sus hijos al colegio y se dirige a la fábrica. Enciende la caldera, las máquinas e inician las pruebas para proceder a fabricar el queso. Una vez todo está listo, empieza a pasteurizar.
Antonio García reconoce que muchos de sus conocimientos sobre el queso han llegado a él de forma empírica, no ha recibido títulos al respecto, y que el oficio quesero está muy ligado a la experiencia de quién lo hace. “Es un oficio que se aprende mientras se hace y teniendo contacto con este mundo”.
En la actualidad, hace parte de la Asociación de Queseros del Quindío. “Una vez vi a mi suegra que estaba tomando café, entonces le puse un pedacito de queso y sabía muy bien. Entonces decidí hacer un queso madurado con café. Hicimos un proyecto con la Asociación de Queseros del Quindío y conseguimos apoyo de cooperación. Estoy muy contento con todo esto”.
Durante sus horas libres, medita y juega con sus hijos al fútbol. Le gusta caminar en el campo, hacer yoga y acompañar un proyecto personal de su esposa que se llama La receta perfecta.
¿Qué le ha apasionado de los quesos? ¿Cuál ha sido su experiencia en el Quindío?
Yo vivía en un mundo muy triste, el mundo del petróleo no deja nada. Mientras que, en el campo, el sonido de las aves, el cielo, las plantas, todo eso da felicidad. Yo tuve que hacer un cruce de caminos y elegí la vida en el campo.
Me he enamorado del departamento porque son tierras orgánicas, hay buen clima y agua. Yo me sorprendí mucho al llegar a Colombia y hacer queso madurado con leche de vaca porque la leche de vaca en Europa no es tan buena, no tiene los parámetros organológicos tan buenos como los de la leche del Quindío. Entonces me sorprendí mucho al hacer queso con leche de vaca y que saliera un buen queso.