Los números son contundentes y dejan poco espacio para la discusión, el negocio lechero está frenado por el impuesto a las exportaciones que despoja a la cadena lechera de cualquier posibilidad de inversión, crecimiento y proyección global, dejando fuera del juego a los más débiles.
Según la información recogida por el OCLA, en el año 2021 el valor bruto generado por la cadena, sumando producción primaria e industria, fue de 10.261 millones de dólares, del que solo quedaron como ganancia 10 millones de dólares.
A ver, por si no se entendió “la cadena láctea argentina ganó en un año 10 millones de dólares”. Traducido, ya que el año pasado la producción fue de 11.553 millones de litro, el resultado es menos de U$S 0,00087 de ganancia por litro producido y procesado.
Retenciones confiscatorias
Está claro que el mercado interno está al límite, la situación económica hace que los lácteos en nuestras góndolas sean de los más baratos del mundo, es por eso que la exportación es el motor que sostiene con estos precios el negocio lechero argentino.
Pero el Estado se queda con un premio 9 veces mayor al de toda la cadena láctea sólo en retenciones. No es la intención de hablar del desdoblamiento cambiario, de la presión impositiva de otros impuestos como puede ser ganancias, ingresos brutos, impuesto al cheque, etc.
Hablemos de retenciones, un impuesto pensado (coincidamos o no) para aplicarse a sectores que se ven beneficiados por algún tipo de facilidad que el país ofrece a su producción y que genera alta rentabilidad.
Y la pregunta del millón sería ¿dónde está la rentabilidad lechera?
El Estado retuvo el año pasado un total de 90,79 millones de dólares sobre las exportaciones de lácteos. A su vez devolvió en reintegros U$S 23,9 M, (no se ve la gracia de quitar para luego devolver).
Si esos casi U$S 67 M de diferencial retenidos en el impuesto a la exportación se hubiesen quedado en el sector, hoy estaríamos hablando de otra cosa.
Pero el problema de las retenciones no es solo que existan, sino que además generen distorsiones dentro de la cadena con números diferentes para los distintos tipos de productos.
La leche en polvo tributa el 9%, mientras que el resto de los lácteos lo hace al 4,5%. Si se equipararan en ese número, el costo fiscal para el estado solo sería de poco más de 24 millones de dólares que podría ser compensado tranquilamente con un crecimiento de la producción que terminaría tributando en otros tramos de la cadena.
Esa igualdad de retenciones equilibraría la cadena en la medida que los reintegros también sean los mismos para todos los productos, ya que los diferentes montos aumentan las distorsiones.