Eduardo Veiga, productor de leche en San José, hace un año recibió una propuesta de Conaprole: instalar en su predio una estructura que permitiera que las vacas estuvieran a la sombra cuando hubiera intensos calores. Se entusiasmó, recibió las chapas (fabricadas con residuos industriales) y la madera. Él costeó la construcción y sus vacas ganaron en confort, lo que mejoró los indicadores productivos.
Veiga está al frente del tambo Camundá –lleva ese nombre por el apodo del sargento Juan José Rodríguez, clarín de Aparicio Saravia en las revoluciones de 1897 y 1904–, ubicado sobre la carretera a Kiyú, con ingreso a la altura del kilómetro 65 de la ruta 1.
El sistema productivo de este colono se desarrolla sobre 110 hectáreas, en fracciones separadas de las colonias Alonso Montaño y Mac Mecam, por lo que debe trasladar sus vacas para el ordeño y el pastoreo por caminos vecinales. Trabaja con una tambera, hay un empleado que se ocupa sobre todo de los pastoreos y le da una mano un sobrino.
Su padre, fallecido hace cinco años, fue dueño de una matrícula de Conaprole durante medio siglo y Eduardo sigue esa tradición, todo lo que produce con su rodeo de 130 vacas (unos 20 a 22 litros promedio por animal cada día) lo remite a la cooperativa de la cual es parte: “Y con mucho orgullo”, aseveró.
“Estoy en esto desde que dejé el liceo, a los 18 años (hoy tiene 56), siempre entre las vacas”, contó quien maneja un rodeo lechero con genética Holando, Jersey y animales Kiwi (cruza de Holando con Jersey).
El proyecto Sombras
Del proyecto Sombras, Veiga detalló que le propusieron usar como techo chapas elaboradas con materiales utilizados en la industria láctea que se desperdiciaban. Le dieron las chapas y la madera para las estructuras y él tuvo que costear la construcción. Para eso recurrió a un amigo, Marcelo Bosalasco, que había regresado recientemente de Estados Unidos y se estaba dedicando a construir galpones.
“Me pidieron especialmente que todo se hiciera con las reglas indicadas, no de cualquier modo, respetando las medidas, con buenos cimientos, y así se hizo”, contó.
En la primavera pasada comenzó la construcción y en el verano las vacas ya aprovecharon ese confort. “Fue un verano muy caluroso, de día no se bajaba de 40° C, la verdad era insoportable y los animales la pasaban muy bien ahí, debajo de este techo”, recordó. La estructura tiene unos 5 metros de altura en un extremo y 4 en el otro, un ancho de 4 metros y unos 18 de largo. Ahí colocó a las vacas de preparto, para priorizar el cuidado de esa categoría próxima a parir. En ese espacio, a la sombra, caben unas 30 vacas.
Tan bien le fue con la experiencia, que Veiga, por su parte, compró más chapas, del mismo material, a $ 800 cada una, para construir un techo para la ternerada destetada, para que se críe en mejores condiciones.
Ahora, en el invierno, la estructura sirve de abrigo: colocó una especie de cama, con fardos de paja, y las vacas están ahí protegidas de la humedad del suelo cuando hay heladas intensas.
Las chapas, complementó, “son un material lindo para trabajar, dan una sombra muy buena y es un material amigable con el medioambiente”, añadió.
“Acá hay otro tambero que hizo esto, José María Pezzano, y está muy conforme. Lo recomiendo totalmente, es una muy buena idea y hay que difundirla, esto a la larga se paga solo con la mejora productiva que el rodeo tiene por las mejores condiciones de bienestar animal”, reflexionó. Destacó el trabajo que Conaprole realiza para difundir tecnologías innovadoras y eficientes para los tambos, y señaló la tarea de Gabriel Oleggini, Omar Lista y Nicolás González.
Veiga explicó que lograr la misma eficiencia con un monte es “casi imposible”, porque la acción de la bosta y el orín genera un barro que junto con la lluvia termina humedeciendo demasiado las raíces y los árboles se secan. Sin embargo, “con esta idea, con madera tratada y cimientos de hormigón, eso no pasa y además se puede entrar con un tractor para limpiar, es cómodo para las vacas y para nosotros”, valoró.
Tras el primer techo que instaló y lo que encarará a corto plazo para proteger a los terneros, el siguiente desafío es techar el patio de alimentación.
Trabajar en un tambo: “Es divino”
Considerando que la lechería es un sector muy exigente, que suele pasar por crisis muy desafiantes, una pregunta recurrente es por qué el tambero sigue siendo tambero. Eduardo respondió: “Por pasión, porque es lo que sabemos hacer y lo que nos gusta, nos da orgullo ser productores de leche. Cada día me levanto contento a tomar mate, a ver los terneros, a ver las vacas, a ver el ordeñe; se disfruta trabajando”.
Aclaró que es verdad que hay cosas que el tambero no maneja, como el precio de la producción, el valor de los insumos y el clima, “pero también es cierto que tenemos las condiciones ideales para trabajar, no está aquel sacrificio de nuestros padres tan marcado, es divino trabajar en un tambo. Con esfuerzo, inversión y eficiencia en el manejo de cada detalle, uno puede tener un tractor con cabina con aire acondicionado para dar el silo, un mixer, el mosquito, silo aéreo, comedero automático, confort para ordeñar, tanques de frío, los empleados con buena ropa y calzado, los techos ahora… Por supuesto que hay que trabajar duro, pero hay un confort. Acá vino a picar maíz la última máquina de ensilaje que llegó a Sudamérica, esa de bandas de goma que la mostraron en Melilla”. “Toda esa tecnología podemos tenerla en un tambo familiar, de 130 vacas, cuando son cosas que de pronto se piensa solo pueden estar en un megatambo”, comentó, y destacó las facilidades que brindan Proleco y Prolesa.
La clave, mencionó, “es ser muy profesional en todo, estar arriba de cada detalle, no dejar nada librado al azar, al elegir una semilla para la siembra, en lo sanitario, en la genética, donde hay a mano buenos remates para invertir en vaquillonas y terneras, por ejemplo”.
Algo positivo, mencionó, que va de la mano con lo anterior y que guarda relación con la responsabilidad que implica producir un agroalimento como la leche, “es la vara alta que pone Conaprole, lo que exige en el tema calidad de la leche”.
Economía circular
Oleggini, de Conaprole, comentó a El Observador que “este proyecto de economía circular lo que hace es atender dos necesidades, de dos puntas de la cadena, construyendo una solución de forma conjunta. Conaprole, dando respuesta a una necesidad de los consumidores, de la sociedad en general, promueve el reciclaje de envases industriales, envases plásticos de todo tipo, que son procesados y generan una solución para el tambero, chapas plásticas para construir áreas con sombra en tambos.
“Se soluciona el problema de los envases y el problema que en el tambo significa la falta de espacios con sombra y lo estamos logrando con un material reciclado, económico y durable, aprovechado por las categorías más sensibles: vacas lecheras, de preparto y terneras en el área de la crianza”, explicó el técnico.
Solución al estrés térmico
Este proyecto busca brindar una solución económica, eficiente y sustentable a los productores para mitigar los efectos del estrés térmico en el ganado, lo que genera mejores resultados productivos.
Se instalaron las primeras estructuras de sombra con placas hechas de residuos plásticos posindustriales en tambos de San José, como un primer paso en el marco de su programa de economía circular.
El lanzamiento del proyecto fue realizado en Expo Melilla, con la presencia de Alejandro Pérez Viazzi, vicepresidente de Conaprole; Martín Ambrosi, director de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE); Agustín Tassani, presidente de CTPlas; y Juan Daniel Vago, presidente del Instituto Nacional de la Leche (Inale).
La operativa del proyecto se desarrolla en tres etapas:
1- Se clasifican los residuos industriales que se generan en las plantas.
2- La empresa Uruplac reindustrializa los residuos, lo que da como resultado chapas de símil aglomerado que permiten construir estructuras para sombras
3- Prolesa comercializa el producto final con los productores de Conaprole
Se trata de una solución económica y sustentable para que los productores afronten la problemática del estrés térmico en los tambos, un fenómeno que ocurre cuando la temperatura corporal y la frecuencia respiratoria del ganado lechero es más alta de lo normal, lo que disminuye su rendimiento y ocasiona complicaciones a nivel general.
“Esta iniciativa supone un importante avance en materia de bienestar animal para los establecimientos, lo que permite mejorar la productividad y, al mismo tiempo, dar una respuesta circular a los residuos que surgen en el procesamiento de la leche”, indicó Pérez Viazzi.
La empresa estima que el beneficio económico anual por el aumento de producción en estas categorías será cinco veces mayor al costo de inversión anual.
El proyecto, auditado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, fue diseñado en conjunto con Uruplac, una pyme que apoya el desarrollo de la economía circular en Uruguay, para dar una segunda oportunidad de uso a residuos que tendrían como único destino el vertedero. “La propuesta consiste en brindar una solución a través de la transformación de residuos de envases multilateral, en placas símil aglomerado de aplicaciones varias”, explicó Pérez Viazzi.
Para su confección se utilizaron residuos del Complejo Industrial Villa Rodríguez, del Complejo Industrial San Ramón y el Complejo Industrial Montevideo. A partir de ahí, y según los requerimientos constructivos, se clasificaron en tetrabrik y tetratop, plásticos con aluminio y plásticos sin aluminio.
Cada chapa que ingresa a la cadena productiva implica la reutilización de 28 kg de residuos plásticos que se evita que lleguen a vertederos.
Al momento, con esta gestión piloto en los establecimientos lecheros se ha logrado reciclar más de 47 toneladas de residuos posindustriales.