Jorgelina Recarte, hija de un productor agropecuario de Pehuajó, comenzó a escribir sus pensamientos y andanzas en las redes –que firma como “Jorja”- dando a luz maravillosos dones literarios y poéticos.

Un día subió un bello texto en el cual relató su visita al IPAF (Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar) del INTA Hornillos, en la Quebrada de Humahuaca, cerca de Maimará, Jujuy.

Al leerlo, la felicité y ella me dijo que no sólo se conmovió por las obras que allí se realizan, sino por la pasión que le ponen a sus tareas, quienes allí trabajan. Pero me recalcó que uno de ellos manifestó un carisma especial para transmitir todo lo que allí se vive y practica a diario, un riojano oriundo de Chamical, de 57 años, con 27 de casado y 4 hijos, quien se fue a vivir allí mismo con toda su familia.

Es Tomás Aníbal Vera, a quien contactamos y nos contó que tardó 12 años en recibirse de veterinario en Río Cuarto, porque se angustiaba al rendir los exámenes. Hizo una maestría en producción animal con orientación en reproducción. Trabajó como técnico asesor en ganadería ovina y caprina por toda la provincia de La Rioja, en el Programa Social Agropecuario.

“Desde esa época soy un apasionado de las cabras y lo que más me gusta es el trabajo de campo”, dice. En 1997 se cayó aquel contrato e ingresó al INTA La Rioja para seguir trabajando en cabras y ovinos. Tiene el antecedente de su padre, que fue el primer profesional de su familia, ingeniero agrónomo, y se destacó en el INTA en cuestiones de ganadería bovina sobre pastizales naturales. En 2018 pidió trasladarse a trabajar en el INTA de Hornillos, donde continúa sobre todo en el rubro caprino.

Tomás detalla que allí trabajan unos 33 agentes, entre personal de campo y administrativos. Él integra un grupo de investigación sobre ganadería en camélidos sudamericanos, cabras, ovejas y vacas, pero se especializa junto al agrónomo Juan Quiroga, en cabras y ovejas. “Con Juan nos complementamos en el manejo de las cabras, cadena forrajera, reservas (silo de maíz, planta entera, alfalfa, forrajes de invierno, etc.), manejo reproductivo, toma de datos, análisis de la información, publicaciones, selección de los reproductores para la reposición de la majada, etc..”, dice.

Otros, trabajan en cultivos andinos; otros, en pastizales de altura y pastoralismo; otros, en agroecología (orgánicos, biofertilizantes, biocontroladores de plagas, sobre bacterias o insectos que controlan a otros de su misma especie; otros, en sociología y economía; y otros, en diseño industrial. Y nos anoticia de que estos últimos diseñaron una pasteurizadora solar de 50 a 60 litros de leche.

Tomás explica que en la Argentina hay 9 razas caprinas criollas. Ellos poseen una majada de cabras criollas, y su compañero Quiroga elaboró su tesis sobre la característica morfológica y la genética de las cabras criollas de la Quebrada, que es una de las 9 razas. Son más lecheras que las de La Rioja, que son más carniceras, ya que éstas tienen lactancias de 90 días y dan entre 600 y 900 centímetros cúbicos (cm3) diarios de leche. Las de la Quebrada, son de doble propósito, ya que tienen lactancias entre 250 a 260 días al año y producen un litro y medio de leche por día.

Tomás explica que de 95% a 97% de la producción caprina en Argentina es pequeña. Las grandes producciones se ubican en Neuquén o Mendoza. En el Noroeste son rodeos de 60 a 70 cabras. Salvo, un nuevo criadero excepcional en la Quebrada, con 4000 cabras. La Quebrada es la Pre-Puna; y la Puna, que comienza en San Juan, llega hasta el norte de la Quebrada, en la zona de Abrapampa. Los valles de la zona montañosa, a 2900 y hasta 3600 metros de altitud, son muy fértiles en verano, pero secos en invierno, con regímenes de 60 a 70 milímetros de lluvia al año. Allí vive gente que cría majadas de cabras y ovejas, en rodeos mixtos, y unas pocas vacas. En la Puna, las tropas son en su mayoría, de llamas y ovejas, con muy pocas cabras y vacas.

Tomás defiende a la ganadería, porque dice que mientras el monocultivo agrícola ha ido expulsando gente del campo en nuestro país, aquella genera arraigo. “Cuando se habla de ‘transhumancia’, se piensa en la Patagonia, pero acá en Jujuy y Salta también se practica –como también en San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán- arreando el ganado hasta durante tres días, cuando a mediados de abril o a comienzos de mayo, los productores de Santa Victoria Oeste, Iruya, Pueblo Viejo, por ejemplo, trasladan sus animales hacia las Yungas del Este”, aclara Vera.

Continúa: “Es que hace más de 12.000 años que los habitantes originarios de esta región aprendieron a domesticar especies vegetales y animales nativos, como la llama, la papa, el tabaco, el zapallo, el maíz, que es el tercer cereal que hoy más se produce en el mundo. En esta región andina predomina la cultura del maíz, como más al sur predomina la cultura del algarrobo. Los campesinos que practican la agricultura familiar, hacen también artesanías, mientras además crían chanchos, cabras, ovejas y algunas vacas”.

Tomás trabaja también junto a la cooperativa de productores andinos Cauqueva, que además comercializa sus productos típicos, como las renombradas quinoa y la kiwicha. Ha participado en un proyecto por el que ha subido dos veces a Las Ánimas y Yaquispampa –a este lugar se llega luego de caminar 15 horas- para proveer a las familias de boyeros eléctricos, herramientas, capacitándolos en ganadería, en elaboración de quesos -sobre todo, de cabra, o mixtos, de oveja y cabra- y enseñándoles a utilizar medicamentos.

Tomás Vera recapacita que al llegar a Jujuy le llamó la atención el autorreconocimiento étnico que se tienen los habitantes originarios, respecto de los de otras provincias más al sur. “Acá se sienten orgullosos de ser aborígenes (que vienen desde el origen en el lugar) y no son discriminados, como tal vez sucede en otras provincias”, sostiene.

Se asombra este profesional con cada amanecer cuando el paisaje multicolor de las “Paletas del Pintor” de los cerros jujeños desborda su alma. Y mientras le ceba un mate a su esposa, que como ingeniera trabaja en recursos renovables y naturales para zonas áridas, recuerda que empezó su carrera abriendo una peluquería canina en Córdoba, y se percata de que no cambiaría por nada, esta bucólica vida, por aquella ciudadana. Con mucho por investigar y hacer al servicio de los pequeños productores quebradeños y puneños, este apasionado veterinario nos despidió obsequiándonos una canción que fusiona el folklore con el rock, como a él le gusta: Mañana en el Abasto, de Andrea Luca Prodan (Sumo) interpretada por Divididos, junto a Micaela Chauque y Fortunato Ramos.

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