La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Global Dairy Platform realizaron una investigación para determinar cómo impactan los productos lácteos en la lucha por la reducción del hambre mundial y abocaron sus estudios a una producción lechera más sostenible.
Es usual escuchar que beber leche es antinatural, que el consumo de lácteos es cruel o que la producción es dañina para el medio ambiente. Con lo que respecta a la producción de lácteos, o cualquier producción que requiera animales, hay mucha emotividad envuelta. Vamos a desmitificar un poco.
La leche y los sistemas agroalimentarios
Pongámonos en contexto: en 2015, los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para orientar las acciones de desarrollo de los gobiernos, los organismos internacionales, la sociedad civil y otras instituciones durante 15 años (2016-2030). Entre otras cosas, los ODS apuntan a acabar con la pobreza (ODS1) y el hambre (ODS2) mientras se restauran y gestionan de forma sostenible los recursos naturales.
De acuerdo al informe realizado por FAO y Global Dairy Plataform, podemos decir que cada día, la leche y los productos lácteos proporcionan alimentación esencial a millones de personas en todo el mundo. Desde niños muy pequeños, hasta personas mayores, la leche contribuye a una vida sana y activa. Es rica en hidratos de carbono, grasas y proteínas, así como en micronutrientes esenciales como vitamina A, vitamina B12, calcio y magnesio.
Gracias a su composición rica en nutrientes, a nivel mundial la leche es el tercer principal proveedor de proteínas y el quinto principal proveedor de energía, de manera que mejora la nutrición y fortalece la salud humana.
Naciones Unidas publicó su informe (SOFI) sobre la situación alimentaria global. En 2021 padecieron hambre entre 702 y 828 millones de personas. En América Latina la cifra llegó a 56,5 millones. La “inseguridad alimentaria” —cuando se carece de acceso regular o suficientes a la comida— afecta en la región a 268 millones de personas. Con una población cada vez más numerosa que alimentar, los sistemas lácteos pueden contribuir a mejorar la nutrición, lograr la seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible.
Estos son aliados fundamentales contra el hambre y la inseguridad alimentaria. El consumo de leche y productos lácteos se ha asociado a un mayor crecimiento lineal tanto en las poblaciones más ricas como en las más pobres.
Según estudios realizados por entidades médicas, la cantidad de minerales en nuestros huesos continúa aumentando hasta mediados de los treinta años, pero luego esto se revierte y lentamente vamos perdiendo densidad ósea. La leche aporta el 19% de la ingesta de calcio en las dietas de los adultos.
Durante el embarazo y la lactancia, es importante que las madres obtengan suficiente calcio en su dieta para satisfacer tanto sus propias demandas nutricionales como las del bebé en desarrollo. Las mujeres mayores de 50 años tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades óseas. Durante la menopausia, se pueden perder las reservas óseas de calcio, lo que es un factor de riesgo de fracturas. En personas posmenopáusicas y adultos mayores, varios estudios han demostrado que aumentar la leche reduce la tasa de pérdida ósea. La leche y otros productos lácteos agregan valor nutricional a nuestra dieta.
A medida que los productos lácteos mejoran la supervivencia y resuelven problemáticas a nivel mundial, se buscan mejorar los recursos con los que se realiza la producción y reproducción de animales lecheros, que funcionan como un ciclo propio de la naturaleza donde la dependencia es mutua.
Ofrecer medios de vida e impulsar el crecimiento económico
Los sistemas lácteos proporcionan medios de vida a millones de personas en todo el mundo. También contribuyen directamente a los medios de subsistencia de más de 500 millones de personas extremadamente pobres, muchas de las cuales son pequeños productores de lácteos.
De los 570 millones de explotaciones agrícolas que hay en el mundo, al menos una de cada cuatro tiene al menos un animal lechero (vacas, búfalos, camellos, cabras y ovejas). Las vacas son, con mucho, el animal lechero más común en países con todo tipo de ingresos y recursos.
Se prevé que la demanda de productos ganaderos, impulsada por el crecimiento demográfico y económico, sobre todo en los países de ingresos bajos y medianos, aumente sustancialmente en los próximos 30 años.
El desarrollo lechero puede mejorarse mediante la expansión de la propiedad de vacas, la productividad proporcionando acceso a los insumos y servicios requeridos y mediante la fcilitación de la comercialización de la leche.
Estos enfoques no son mutuamente excluyentes, pero, en muchas circunstancias, la expansión de la propiedad de vacas puede verse limitada por los recursos naturales. Mejorar la productividad de las vacas tiene la doble ventaja de aumentar el acceso a la leche y reducir el impacto ambiental. Para beneficiar a la mayor cantidad de personas es necesario establecer canales de comercialización para una población más grande.
Ahora, ¿la producción es tan dañina como dicen?
Como bien se plantea en el informe realizado por la FAO y Global Dairy Plataform, la mayoría de la gente oyó hablar de los efectos de la cría de ganadorespecto de los recursos naturales y las emisiones de gases de efecto invernadero, pero no muchos saben de qué manera los sistemas ganaderos sostenibles pueden contribuir a la conservación de la biodiversidad y los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura.
Cuando se gestiona de manera sostenible, la ganadería puede contribuir a importantes funciones ecosistémicas, como el ciclo de los nutrientes, el almacenamiento del carbono orgánico del suelo y a la conservación de los paisajes agrícolas.
La salud humana está estrechamente relacionada con la salud y el bienestar de los animales, así como la del medio ambiente. Cuidar la sanidad animal es fundamental para la salud de los seres humanos y del planeta.
La producción lechera aumentó en todo el mundo un 30 % entre 2005 y 2015. Si se hubiera mantenido la situación existente, las emisiones de gases de efecto invernadero habrían aumentado un 38 %. Sin embargo, el crecimiento de la producción se logró en parte gracias a las mejoras en la eficiencia y la producción de leche, por lo que las emisiones GEI aumentaron solo un 18 % durante este período.
La buena noticia es que hay muchas oportunidades para reducir las emisiones del ganado. “Pathways to Dairy Net Zero” por ejemplo, es una nueva iniciativa para el clima presentada por un grupo de partes interesadas del sector lácteo, impulsada por la Global Dairy Platform con el apoyo de la FAO, para abordar la contribución de los sistemas lácteos al calentamiento mundial mientras se siguen proporcionando, al mismo tiempo, alimentos nutritivos y medios de vida a millones de personas.