“Producimos con tecnología del siglo XXI, pero vendemos como en la época del tarro de nuestros bisabuelos”. Así lo indicó la empresaria tambero Andrea Passerini en referencia a la metodología vigente en el mercado argentino para comercializar leche.
La empresaria indicó que, así como en términos productivos los empresarios lecheros se desafían de manera constante para producir más y mejor, lo mismo deberían hacer al momento de planificar la comercialización de leche.
“Vendemos leche por millones de pesos, la industria la procesa y comercializa lácteos y nosotros cobramos entre 30 a 45 días después, con lo cual estamos financiando con nuestro dinero a la industria”, explicó hoy la empresaria y dirigente en la Jornada Nacional del Agro (Jonagro) organizada por Confederaciones Rurales (CRA) en la sede porteña de la Bolsa de Cereales.
“Nos queda leche adentro, decimos en la jerga, y en ese período de tiempo, en el que la leche ya se procesó y vendió, no sabemos qué precio nos van a pagar”, graficó la empresaria que cuenta con una empresa en el oeste bonaerense que produce unos 15.000 litros diarios de leche.
Passerini, quien integra un pool lechero, el cual comercializa de manera conjunta volúmenes de diferentes tambos para poder negociar mejores condiciones comerciales, dijo que incluso de esa manera se sigue la lógica de entregar la mercadería sin saber qué precio se va a terminar cobrando.
Passerini argumentó que el negocio de la venta de leche cruda no debería ser llamado mercado porque no existe una puja entre oferta y demanda, sino entrega de mercadería y recepción pasiva del precio por parte de los oferentes.
“Por nuestras restricciones mentales seguimos siendo entregadores de leche y nos llaman incluso remitentes; no hablamos de vender, sino de entregar; eso es un dato, no opinión, como dicen los chicos”, remarcó.
“Cuando nos enteramos que nos van a subir el precio (de la leche cruda entregada) nos ponemos contentos; somos bastante tontos en ese sentido. Tenemos que formatear nuestra cabeza porque es incómodo hablar de estos temas incluso hasta con los propios colegas”, agregó.
La contrapartida de ser un mero receptor pasivo del precio con la mercadería entregada, dijo la empresaria, es que todos los problemas presentes en el eslabón industrial –financieros, cambiarios, económicos, sindicales, etcétera– terminan siendo transferidos al sector tambero.
Por ese motivo, consideró que los empresarios del sector deberían dejar de negociar oralmente los términos comerciales para buscar otra alternativa más justa, dado que la actual “es una trampa”.
La empresaria resaltó que la actividad lechera es una de las actividades que mayor arraigo rural promueve y que, por ese motivo, debería ser promovida en lugar de castigada.
“Doce familias residen en mi establecimiento, para lo cual es necesario contar con dos grupos electrógenos para el tambo, uno para el casco, tanques para almacenar combustible y paneles solares de refuerzo, además de una torre de wi-fi para proveer conectividad; y estamos en la provincia de Buenos Aires, que, aún con caminos que son desastrosos, es una región privilegiada”, resumió.