Un simpático libro de S Johnson se titula ¿Quién se ha llevado mi queso? Allí el problema se refería a afrontar el cambio en el trabajo y la vida. Yo solamente me referiré al precio del queso, que debería subir notablemente en Argentina.
Los tambos enfrentan una fulminante sequía y el aumento en los costos de alimentación sustituta del pasto, un aumento de costos de electricidad para enfriado, mano de obra, elaboración, logística y distribución. Si hay problemas de alimentación, es probable que algunas vacas no presenten ternero el año que viene, con lo cual la producción podría disminuir.
La elaboración de leche necesita envases, pero a los problemas de costo, sabemos que hay que sumar restricciones para importaciones que incluyen desde algunos insumos que se usan en los envases de plástico hasta el TetraBrick. Si produce queso, que necesita un tiempo de elaboración prolongado, el impacto de la tasa de interés es muy grande: tiene que pagar sus insumos hoy, pero venderá dentro de unos meses y cobrará más tarde aún, con el consiguiente costo financiero.
Claro, cobrará lo que el gobierno haya determinado como precios justos si está dentro de ese listado. Costos crecientes y precios “justos” son una catástrofe para la rentabilidad. Si se exporta, cobrando con el dólar oficial que se mueve a menor ritmo que los costos, estos problemas son aún mayores.
Este panorama económico es similar a muchos otros sectores. En este caso, puedo agregar un detalle sorprendente: las dificultades para importar semen. Sí señores. Les recuerdo que esta es una columna de economía y no me he inclinado por nada erótico. Sucede que el semen que se importa permite mantener los más altos estándares genéticos y se compra “sexado”, es decir, con la casi certeza que nacerán hembritas que serán futuras madres. Si así no fuera, y en lugar de este semen se recurre a la Madre Naturaleza… pues el año que viene ¡sólo la mitad de nacimientos serán de hembras! Espero que el lector no necesite que le explique las razones.
El ejemplo del queso sólo sirve para mostrar que hay serias dificultades de producción, aumentos de costos y problemas para la venta y exportación. Cierto, lo del semen sexado es sólo para este sector, pero cada uno tiene lo suyo. En cada sector hay cuellos de botellas que dificultan producir.
En una economía híper regulada, donde el Gobierno decide costos y precios, administra discrecionalmente impuestos, salarios y bonos de fin de año, la empresa sólo puede ajustar por cantidad para sobrevivir. En algunos casos saltear las regulaciones (e impuestos) es la única solución, lo que es sumamente injusto con quienes tratan de cumplir con las leyes.
Algunos lectores pensarán en la posibilidad de acopiar queso, otros cambiarán su dieta, otros se alegrarán de no estar en ese sector, pero el problema de fondo es que ningún país del mundo puede mantener el cúmulo de regulaciones que tiene Argentina.
Nuestras regulaciones son sólo la punta del iceberg del problema que enferma a la economía argentina. Tenemos un elevadísimo -e ineficiente- gasto público que requiere una gran carga impositiva, que es insuficiente y por lo cual tenemos déficit que se financia con emisión.
Esa emisión tiene un impacto en precios importante que el Gobierno intenta moderar con, justamente, medidas que complican aún más al productor como los precios justos, o que distorsionan mercados con las sistemáticas y oscuras intervenciones en los mercados de divisas. Afectan el ahorro e impiden crecer.
Nuestro gasto público tiene que ser racionalizado en forma urgente. Debe ser eficiente, focalizado en las actividades propias de un Estado moderno, transparente. Creo que no sirve de nada postergar aumentos en jubilaciones u obra pública para reducir el gasto, porque es injusto y a su vez afecta la capacidad de producción, en un círculo vicioso inexorable.
Un Estado mucho más eficiente y focalizado, con impuestos razonables y menos regulaciones debería ser el objetivo de las políticas públicas. De lo contrario estará muy claro quien se ha llevado nuestro queso.
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