La historia de Marcelo Peissino, tambero de Los Cerrillos en Canelones es un ejemplo de los efectos que ha tenido la sequía sobre el sector lechero. Presionado por la falta de alimentos para el ganado, ya sin recursos suficientes para comprar más fardos y sin posibilidad de asumir más créditos, suspendió la producción hasta el 1º de mayo, fecha en la que tiene previsto reanudar la actividad.
Su relato también nos muestra cómo los pequeños productores padecen, ya sea por el clima, la situación económica o la falta de productividad.
Así, con la esperanza de que las lluvias lleguen pronto, Marcelo tomó esta decisión, aguardando poder abastecerse de los alimentos necesarios para enfrentar el próximo invierno.
El establecimiento está consolidado, tiene las estructuras necesarias para continuar con la actividad y los animales suficientes para una buena productividad. Estos últimos detalles son motivo suficiente como para que el tambero no desista y baje la cortina definitivamente.
Desde hace 10 años es remitente a Conaprole aunque cuando tomó las riendas del establecimiento ubicado en el kilómetro 32.500 de la ruta 36 enviaba la producción a Indulacsa. La actividad la comenzó su padre, ahora jubilado, quien durante 26 años fue remitente a Conaprole. Marcelo se definió como un tambero de toda la vida. Conoce el rubro, se crió en él y quiere seguir en el sector.
Un impasse para seguir adelante
La sequía imperante fue determinante para que tomara la decisión de suspender la producción por dos meses hasta que las avenas ya implantadas le aseguren alimentos para las vacas. El próximo 1º de mayo es la fecha en la cual debería retomar la actividad, si todo sigue su curso según lo planeado. Para ello es indispensable que continúe lloviendo, como lo está haciendo por estos días. La decisión fue tomada en forma consulta con el referente zonal de la Cooperativa Diego Rodríguez, con quien encontraron esta salida para no seguir profundizando las deudas con la empresa láctea. De las 60 vacas que ordeñaba, secó 40 y la producción de las restantes es para la alimentación de los terneros del establecimiento. Para ello necesita sacarlas a pastar a la vía pública, con todas las autorizaciones correspondientes.
El productor de Canelones desarrolla la actividad junto a su familia y un tambero más, en un predio superior a 100 hectáreas entre las propias y las arrendadas. Su padre ya jubilado generalmente es el encargado de sacar las vacas que no fueron secadas para que se alimenten en un camino vecinal de la zona. Como en todos los predios agropecuarios, los tajamares aun no tienen el volumen de agua necesario y por eso todos los días debe distribuir en los diferentes campos este elemento con un camión con tanque de seis mil litros. Lo salvan los pozos semisurgentes que cuida como si fuera oro, porque de eso depende la alimentación del ganado.
Medidas no alcanzan a muchos productores
Peissino se mostró disconforme con las medidas anunciadas por el Poder Ejecutivo que no permite a los productores “que debemos las remesas muchos meses para atrás” acceder a esos beneficios. En Microfinanzas “salieron con bombos y platillos” anunciando medidas pero “se olvidaron decir que los que cerramos en rojo tres remesas para atrás ya no entramos”. Idéntica situación sucede con Conaprole que “no entiende” que las últimas tres primaveras sin lluvias lo obligaron a endeudarse para comprar fardos y seguir produciendo. Compró fardos hasta que la economía de la empresa se lo permitió. La falta de disponibilidad de alimentos llevó a que los precios estén por las nubes. Un fardo de soja con paja de trigo se consigue a más de 70 dólares, precios muy difíciles de pagar para los pequeños productores.
Hasta 2019 ordeñaba 65 vacas y para mejorar la capacidad de enfriamiento de la leche incorporó un tanque de 1200 litros al de 800 que ya tenía. Recordó que ese fue el último año que las precipitaciones provocaron crecientes en la zona. Desde ahí a esta parte, los permanentes déficits hídricos lo obligaron a endeudarse permanentemente para comprar alimentos y sostener la producción del establecimiento.
En esa zona del país las precipitaciones han sido dispares. Hace unos 15 días llovieron 65 milímetros pero la semana pasada solo 12. De todos modos esta humedad ayuda al desarrollo de las avenas que le asegurarían comenzar la actividad en dos meses. La idea es que con esa producción pueda hacer algún silo pack para la alimentación del ganado en el invierno. A los más de 100 animales que tiene en el emprendimiento y que se encargó de aseverar que no vendió ninguno, por estos días le están llegando vaquillonas que se encontraban en el campo de recría que la Agremiación de Tamberos de Canelones (gremial a la cual pertenece y de la cual también es directivo) tiene en Durazno.
En los últimos 10 años se han cerrado más de 500 tambos en todo el país. Todos los meses hay un productor que desiste de seguir en el rubro apremiado por las deudas, los reveses del clima y el poco estímulo que las nuevas generaciones tienen para seguir las huellas de sus antecesores. Encima los conflictos sindicales sumaron otro ingrediente para que muchos tamberos bajen la cortina definitivamente como lo manifiestan permanentemente cada vez que tienen una oportunidad. A eso se suma la escasa rentabilidad producto de los altos costos del país para producir en un emprendimiento que obliga a estar los 365 días del año al firme independientemente del calor, la lluvia, la sequía o el intenso frío del invierno.