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27 Nov 2024
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La seca los castigó duramente y agravó los problemas estructurales que arrastran desde hace años. Los altos costos de producción y la disminución en la productividad de las vacas, obligaron a muchos tamberos a liquidar parte de su hacienda. Esta situación tiene un fuerte impacto social, dado que la actividad lechera es fundamental para la economía rural en la provincia.

La última sequía, la más extrema en décadas, pegó de lleno en la línea de flotación de los tambos, sobre todo de los pequeños y medianos, y agravó de forma dramática la situación productiva y financiera de los productores.

Costos por las nubes, valores de la leche en tranquera de tambo estancados, falta de pasturas –por efecto de la seca– y suba de los precios de los alimentos balanceados –por la misma causa– conformaron un cóctel letal para los tamberos.

Ante este escenario, dos fueron las consecuencias centrales: una, la caída de la productividad de las vacas, y, otra, más dolorosa, la liquidación de animales, con la consiguiente descapitalización.

En este marco, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en estos días, dio a conocer un informe de distintas zonas del país –Entre Ríos entre ellas–, sobre el impacto de esta última sequía en la producción lechera.

Un combo demoledor

Uno de los autores de ese trabajo es el ingeniero agrónomo Walter Mancuso, técnico de la Estación Experimental Agropecuaria Paraná del INTA y profundo conocedor de la lechería entrerriana, de sus tambos y de sus productores. “El combo de sequía y altas temperaturas fue demoledor”, remarcó el especialista durante una entrevista con CÓDIGO CAMPO radio, y subrayó que los tamberos reciben por la leche que producen menos plata que lo que les cuesta producirla.

– ¿Cuál fue el impacto de la seca en los tambos?

– La combinación de sequía y altas temperaturas de este último verano no la había visto nunca en los más de 30 años que trabajo en el INTA dedicados a la lechería. Nunca nos había pasado.

La falta de lluvias y las olas de calor, durante tanto tiempo, repercutieron mucho sobre las pasturas y sobre los cultivos que estaban preparados para hacer reservas de verano –los silajes de maíz, los silajes de sorgo, las mohas–, que el productor normalmente siembra en primavera para conservarlos a fines de diciembre y enero. El año pasado se perdieron, y, después, se volvieron a sembrar y se volvieron a perder.

Sin pasto ni reservas, los productores tuvieron que aumentar los concentrados, que son más caros.

– ¿Cuál fue la consecuencia de esta escasez de alimentos?

– Todo esto hizo que los animales no estuvieran en la mejor condición corporal y empezaron a bajar su producción. Los tamberos, ya pensando en lo que se les venía, comenzaron a hacer una liquidación de hacienda, mucho más fuerte de lo normal.

Entonces, por un lado, bajó la producción de las vacas, de cada una de las vacas, y, a su vez, disminuyó la cantidad de animales en producción en cada tambo.

– Se descapitalizaron…

– Claro, a las vacas que estaban produciendo poco o una mediana cantidad de leche, las secaron; es decir, las dejaron de alimentar para que no dieran leche, porque si no es más caro alimentarlas.

A una vaca en producción hay que darle la mejor comida. A una vaca que está seca, que no está produciendo, se le da menos.

Esto hizo que la cantidad de leche producida en cada tambo, sobre todo los más chiquitos y los medianos, se viniera para abajo. En Entre Ríos esa caída se ubica entre un 10 y un 15 por ciento.

Consecuencias: menos ingreso de dinero al tambo y mayor costo porque las pasturas son lo más barato, cuatro veces más barato que darle un silo y a veces seis veces más barato que darle un grano.

A todo este combo se suma que el precio de la leche no mejora. Desde noviembre-diciembre que está medio parado

– ¿En cuánto está parado?

– Los costos los calculamos a marzo de este año, y ahí el precio de la leche al productor estaba entre 81 y 83 pesos el litro.

Y, lamentablemente, esto no es nuevo, viene mal desde mediados de 2020. Los costos de producción son iguales o mayores que el precio que recibe el productor.

Ese costo que nosotros calculamos incluye todo lo que el productor pagó: los gastos efectivos y directos, de producción, impuestos, gas, mano de obra.

Hay que remarcar, además, que hace tres años que el tambero no puede hacer retiros para reinvertir. Y en el tambo es fundamental reinvertir porque no se puede tener un equipamiento obsoleto debido a que todos los días, dos veces al día, hay que ordeñar.

– El informe del INTA dice que los tambos enfrentan “una situación financiera compleja”, pero por lo expuesto parece que están en la lona. ¿Cómo se sale de esta crisis?

– En el corto y mediano plazo ajustándose la cincha. Controlando un poco la alimentación, el productor tal vez cubra los costos en efectivo.

Pero el gran problema es que no puede amortizar la maquinaria, no puede mantenerla, no la puede reparar, y, mucho menos, reinvertir. Esto no es de ahora, hace dos años y medio, por lo menos, que se da esta situación.

Por eso decimos que financieramente está complicado, porque no le cierran los números para seguir en el tiempo. Un poquito más puede andar, pero va a llegar un momento en que no va a poder producir. Eso es lo complejo.

Y la sequía en particular hizo que ese costo que nosotros estábamos estimando en una situación normal, alrededor de 81/83 pesos, se disparara. Este año el costo se fue a casi 100 pesos el litro (97/98 pesos), y con ese costo y un precio de la leche de 81 pesos, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que se está perdiendo plata.

La cuestión social

La producción de leche es, acaso, la actividad rural que más arraiga a la gente en el campo, dado que genera trabajo para la familia y para terceros.

Por esa razón los tambos son fundamentales para proteger el tejido social de la ruralidad, para evitar el éxodo hacia los pueblos y ciudades.

– ¿Se están cerrando tambos?

– Que cierren definitivamente no he visto muchos. Me han contado de algunos casos puntuales, pero no he visto muchos.

Sí hay una disminución notable de animales por la liquidación de hacienda. Nosotros estimamos que está entre un 5 y un 10 por ciento, dependiendo del tipo de establecimiento.

Y esto se puede constatar en los frigoríficos, donde se ven entrar jaulas llenas de vacas de tambo. Paso todos los días por Oro Verde, y veo entrar al Frigorífico Alberdi vacas Holstein, Jersey, Pardo. A mí se me caen las lágrimas porque miro las ubres y no se trata de vacas viejas, secas, sino de vacas que estaban produciendo leche.

La política mira para otro lado.

Los problemas estructurales de la lechería en la Argentina llevan décadas, los gobiernos se suceden y las soluciones no llegan. Pareciera que a la política, en general, el tema no le interesara, a pesar de que las crisis productivas y económicas que enfrentan los tambos, sobre todo los pequeños y medianos, pueden derivar en crisis sociales.

Mancuso no duda en afirmar que se trata de un problema social. “La discusión que tenemos a veces a nivel político, sectorial, y con colegas técnicos profesionales, es que, a pesar de estas crisis, la producción lechera sigue y capaz que puede aumentar. Y es cierto, pero en este contexto empiezan a tener cada vez más relevancia los grandes establecimientos, los grandes tambos, en desmedro de todos los productores que viven en el campo con sus familias. Y ese es el problema, es un problema social, es un problema de ocupación de territorio, y se viene repitiendo desde hace 30 años mínimo”, observó.

“Técnicamente encontramos la solución. Pero cuando llevamos esas posibles soluciones a nivel de la dirigencia política –de todos los colores políticos– y de algunas organizaciones, ahí se corta todo. Cuando hay que tomar las decisiones importantes, nadie se la juega”, cerró Mancuso.

Nota publicada en El Diario por Danilo Lima

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