La semana pasada enloquecimos con títulos catástrofe anunciando el cierre de 137 tambos. Con diferencia de horas los números del Senasa, según OCLA, nos dijeron que habían 121 tambos más que en 2022.

La semana pasada nos agarramos la cabeza con títulos catástrofe anunciando el cierre de 137 tambos, y con diferencia de horas los números del Senasa, según OCLA, nos dijeron que habían 121 tambos más que en 2022. Los números, aunque no mientan,  pueden engañarnos.

Hay que ir a las variables económicas y hay que mirar el negocio de manera integral, y la parte comercial no puede quedar afuera. Hay que mirar los datos por provincia para ver qué pasó en cada una y entender la tendencia. 

Guillermina Mas presidente de la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca Oeste bonaerense (Caprolecoba), daba en enero una entrevista, en la que hablaba de la situación de la lechería argentina, y decía:

 

“yo siempre lo escuchaba a mi padre en crisis constantes. Y uno de afuera dice ‘che, se están por fundir, qué mal están’.

-¿Y no es tan así finalmente?

-Yo trabajaba en finanzas, en consumo masivo. Lo escuchaba a mi viejo súper preocupado por la situación de la lechería. Le dije “Pá, déjame, pasame info que yo te armo los números a ver que tan mal está la cosa. Y no estaba tan mal, no estaba tan mal…”

Guillermina habló del lechero como un sector viable, con un montón de oportunidades, no un problema sino la solución a una parte de ellos. 

El mundo necesita leche y nosotros tenemos todo para producirla. Sólo nos queda crecer, y organizar la producción primaria.

Lo cierto es que a muchos, conocedores del paño, no les cierra dónde están los tambos que desaparecen. Esto de lo que se habla hoy día puede tener que ver con cambios cíclicos, generacionales, gente que sale del sistema, y gente que está a la expectativa y toma el lugar. 

El productor que está produciendo bien, está olfateando dónde otro va a dejar el tambo para alquilárselo, hacerse de un campo más y poner a producir a esas vacas. (La mayoria de) Ellas no están saliendo del sistema. 

Hay productores creciendo, haciendo obras, con el foco puesto dónde realmente tiene que estar: una buena gestión económica del negocio. Por un lado hay tamberos que no piensan en invertir y otros que sí lo están haciendo, qué está robotizando o incorporando tecnología. 

Es probable que se hayan cerrado 137 en la planilla, pero en la práctica esa desaparición puede significar un cambio de cuit, la inclusión de ese tambo en otro. Los productores alquilan tambos, y cambian las firmas, y tampoco significa la apertura de un nuevo tambo.

Es común que suceda, porque es complejo el traspaso generacional en la actividad. La lechería se basa en las familias que históricamente produjeron leche. 

Es difícil que alguien que no venga de la lechería, vaya hacia ella. Aunque empiezan a haber atractivos como el desarrollo de la robótica, que puede acercar gente que no está en la actividad, y que pueden traer una nueva visión para la lechería. 

A nadie le gusta que desaparezcan unidades productivas, pero en el mundo ocurre eso, y acá, no estamos fuera del mundo. Muy pocos desaparecen por completo, y en ese caso las vacas van a parar al campo de otro productor.

Con políticas de gobierno que los respaldan, no tendría que pasar. No tendrían que cerrar, y tendrían que aparecer nuevos tambos. Pero “Tendrialandia” no existe. ¿Y además, qué haríamos con toda esa leche? También tendríamos que ser un país con políticas lecheras claras que pudiera exportar y a la vez soportar los vaivenes de los precios de la leche en el mundo.

Consultamos a algunos proveedores de insumos y servicios, y nos han dicho que si bien por la sequía, y sólo por la sequía se frenó, y sólo un poco, el movimiento, la actividad no se detiene, y de hecho en este momento empieza a tomar velocidad de nuevo.

No ha disminuido su caudal de trabajo, no han perdido clientes, no han dejado de trabajar y desarrollar nuevos proyectos y sobre todo, no han dejado de pagarles, o se han quejado por los precios.

Hoy día los campos están reverdeciendo y son un vergel. El engranaje vuelve a girar, y cuando al productor le sobre un peso, que le va a sobrar, lo va a invertir en instalaciones, en tecnología, en herramientas y en maquinaria. 

La lechería funciona con vocación, pero de la mano de la eficiencia en la gestión económica del negocio: 

¡Señores, la actividad está en marcha! 

Valeria Hamann

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