La conjunción de sequía y atraso cambiario está complicando a varias cadenas agroindustriales. Si no fuera por el excelente ejercicio previo, la situación sería muy preocupante. La preocupación está, de todas formas, pero se espera que con el regreso de las lluvias (Niño ¿estás?) se normalice la producción y eso permita encarar el tema costos de manera más profunda. Tomemos el caso de dos rubros históricamente muy competitivos en Uruguay, como son lácteos y arroz.
En el mes de mayo la remisión de leche se ubicó casi 3% por encima de lo registrado en el mismo mes del año pasado. Es el primer mes, en lo que va del año, en que hay un crecimiento interanual (gráfica) y se espera que sea el inicio de una trayectoria de aumento que consolide una recuperación de la producción respecto al año pasado.
Este avance en la remisión es particularmente destacable dadas las complicaciones que ha generado la sequía. A pesar de la escasez de forraje por la falta de agua, los productores lecheros lograron apuntalar las lactancias correspondientes a las pariciones de otoño, sosteniendo los picos de producción por vaca, que se dan a las pocas semanas, lo que permite proyectar más producción para lo que resta del año. Claro que esto ha implicado mayores gastos en concentrados, pero la relación insumo /producto global del costo de producir leche -que estima INALE- no se ha resentido e incluso ha mejorado levemente.
Esto se debe a que se ha logrado mantener un buen precio de la leche, para lo cual la fase comercial de la cadena láctea hace su aporte: Conaprole, la principal empresa, decidió mantener los precios al productor en estos meses y -con la baja en el tipo de cambio- incluso se registra una cierta suba en dólares. Esto es posible por las inversiones que ha hecho la industria, la mejora en la calidad de los procesos (a pesar de las dificultades sindicales) y un enfoque hacia los ingredientes alimenticios que permiten valorar muy bien la leche en polvo, principalmente.
Además, la lechería uruguaya tiene la ventaja de contar con Brasil, un gran mercado vecino que se ha mostrado particularmente demandante de leche y paga buenos precios en la comparación internacional. De hecho, en los últimos meses el precio de exportación uruguayo está por encima de la referencia de Nueva Zelanda, país que está sufriendo los vaivenes de la demanda de China (su principal destino) que recientemente se ha estado más floja.
Aun así, hay importantes desafíos para la cadena láctea: mantener estos niveles de producción sin una base forrajera firme es muy difícil de manera que el momento de la verdad llegará en los próximos meses, cuando se espera que llegue las lluvias. Asimismo, seguir mejorando la productividad a nivel industrial requiere mejorar las relaciones laborales, lo que implica un accionar sindical totalmente distinto al actual. Esto vale tanto para Conaprole como para las industrias más pequeñas, que -para sobrevivir- necesariamente tienen que aumentar la productividad del trabajo y racionalizar salarios.
Más precio, menos elaboración.
En el caso de la producción arrocera, esta semana se acordó el precio provisorio para la última cosecha, en el marco del Precio Convenio entre productores y molinos. Se acordaron 13,5 US$/bolsa, un muy buen precio que se constituye en el máximo que han recibido los productores, al menos en lo que va de este siglo. Coincide -además- con la muy buena productividad que se consiguió este año, con niveles récord de rendimiento por hectárea. El precio mejora porque hace ya dos años que -a nivel mundial- se consume más arroz del que se produce, y los países quieren asegurarse el alimento, por lo que pagan más.
Al igual que en el sector lácteo, los costos han subido a niveles máximos históricos, pero el aumento de productividad permite sostener los márgenes e incluso repagar las deudas que se acumularon en zafras previas. En el caso de la cadena arrocera el eslabón más complicado hoy es la industria molinera: la baja del dólar aumenta de manera drástica los costos laborales y de los servicios adjuntos con alto componente de empleo local, lo que encarece el proceso de transformación del grano.
En este plano, el arroz tiene particularidades: garantiza un margen industrial mínimo a través del sistema de Precio Convenio, de forma que los sobrecostos que se generan a nivel industrial, se trasladan al productor. Aun así, el porcentaje de arroz que se exporta sin elaborar va subiendo y está en el 30%. Además, dentro del arroz elaborado casi dos terceras partes salen como arroz “cargo”, descascarado pero no pulido.
Contrariamente a lo que sucedía en otros tiempos, cuando el arroz cáscara salía directo a Brasil, hoy se le abren mercados como México, Centroamérica, Venezuela y Ecuador, que aprobó esta semana el protocolo sanitario. En el caso del arroz cargo, éste va en su mayor parte a Europa, donde tiene menos aranceles que el arroz blanco o pulido (los contrarios también juegan).
Los molinos arroceros son fuente clave de empleo en muchas localidades medianas o pequeñas del este y norte del territorio, tanto por el número de puestos de trabajo como por los buenos niveles de remuneración, notoriamente superiores a las de otras opciones laborales (comercio, servicios). Pero esas remuneraciones no pueden ir al punto de hacer inviable la actividad, lo que termina comprometiendo los propios empleos.
Hablando de costos.
Con dólar en baja y una competencia externa siempre intensa, cada costo agregado duele en cualquiera de los agronegocios. Y esta semana se agregó otro sorpresivo: la Terminal Cuenca del Plata (TCP) anunció un aumento de 24,1% en su tarifa base, que no había ajustado desde fines del año 2020.
Un 24% en el período implicarían 9% anual en pesos corrientes. Antes de extenderse la concesión a TCP los costos portuarios ya estaban en niveles notoriamente superiores a los de la región, de manera que TCP se comprometió a bajarlos, cosa que hizo. Ahora, a poco más de un año de renovada la concesión, anunció la mencionada suba, generando el público rechazo de las principales cámaras empresariales, entre ellas la Unión de Exportadores.
La situación llevó a que el gobierno interceda y se suspendió el aumento, abriéndose un diálogo sobre el asunto. TCP remarca que han aumentado drásticamente los costos en dólares (lo mismo les pasa a los exportadores) y por eso necesita un aumento en las tarifas. Además, aduce que aún con el aumento de tarifas, los costos son competitivos con los puertos de la región.
Los exportadores dicen lo contrario: señalan que el costo portuario por contenedor es claramente mayor en Montevideo. Esto es cierto, pero desde TCP señalan que el costo total del flete es menor exportando desde Montevideo respecto a salir por otros puertos de la región. Esto es reconocido por algunos exportadores que consultamos, y se debe a que el puerto de Montevideo es particularmente competitivo para las navieras. Pero insisten en que los costos portuarios son muy altos.
Esto es indiscutible y hay que trabajar para reducirlos, sin afectar la calidad del servicio. El objetivo del Puerto de Montevideo debe ser liderar en la región, tanto en costos como en movimientos (puerto hub). Este parece ser el rumbo, con las millonarias inversiones de la propia TCP para ampliar la terminal. Pero sin competencia abierta (TCP es la única terminal especializada) resulta a esta altura urgente establecer un regulador para dar garantías a todas las partes y que la expansión portuaria sea de beneficio para todos los actores que invierten, exportan o importan.