El Estado ruso tomó el control de los activos locales del grupo agroalimentario francés Danone y de la cervecera danesa Carlsberg, que habían anunciado su intención de salir del país tras el inicio de la ofensiva en Ucrania, según un decreto publicado el domingo.
El decreto, firmado por el presidente Vladimir Putin, indica que el Estado asumió “provisoriamente” la custodia del 98,5% de las acciones de la cervecera rusa Baltika, perteneciente a Carlsberg, y de decenas de miles de acciones de las filiales rusas de Danone.
Carlsberg había anunciado a fines de junio que había encontrado un comprador, al que no identificó, de sus actividades en Rusia, más de un año después de anunciar su retirada del país a causa de la intervención militar en Ucrania.
El grupo había anunciado a fines de marzo de 2022 la puesta en venta de sus importantes actividades en Rusia, donde tenía una plantilla de 8.400 empleados y poseía desde 2000 la marca Baltika.
Danone había anunciado en octubre su intención de desprenderse de la mayor parte de sus actividades en Rusia.
El grupo francés, que en un primer momento defendió su presencia en Rusia para responder a las “necesidades esenciales de la población civil”, decidió finalmente ceder el control de su rama de “productos lácteos y vegetales” y conservar la de nutrición infantil.
Danone precisó en ese momento que la operación podría “implicar una depreciación de hasta 1.000 millones de euros” (unos 1.120 millones de dólares al cambio actual).
El decreto de Putin se produce después de que las filiales rusas de la alemana Uniper y la finlandesa Fortum quedaran bajo control estatal en abril. El Kremlin advirtió entonces de que podría embargar más activos occidentales con carácter temporal, en represalia por las medidas extranjeras contra empresas rusas en el extranjero.
Numerosas multinacionales salieron de Rusia o suspendieron sus actividades en ese país tras el inicio de la ofensiva en Ucrania, el 24 de febrero de 2022, y de las sanciones de las potencias occidentales contra Moscú que se sucedieron desde entonces.
Los signos de crisis se multiplican en Rusia
Rusia se encuentra en una situación desesperada a medida que su economía sigue cayendo en espiral. Desde la caída del rublo hasta el dramático colapso de su superávit por cuenta corriente, los indicadores pintan un panorama sombrío para Putin.
Un signo revelador de la debilidad de la economía rusa es el estrepitoso desplome de su balanza por cuenta corriente. Según el Banco Central de Moscú, el superávit de la balanza por cuenta corriente del trimestre abril-junio cayó un 93% interanual, pasando de un máximo histórico de 76.700 millones de dólares a sólo USD 5.400 millones. Este drástico descenso demuestra claramente el impacto devastador de las sanciones occidentales sobre el país, en particular sobre su sector energético. Las exportaciones de petróleo y gas, antaño prósperas, se han visto sometidas a topes de precios y prohibiciones totales, lo que ha supuesto un duro golpe para los ingresos de Moscú.
La dependencia de Rusia de los ingresos del petróleo y el gas ha demostrado ser un arma de doble filo. Las sanciones occidentales han afectado gravemente a esta lucrativa fuente de ingresos. En un informe reciente, el Ministerio de Finanzas ruso revelaba un acusado descenso del 36% en los ingresos procedentes de los impuestos sobre el petróleo y el gas en comparación con el año anterior, que ascendían a unos 571.000 millones de rublos. Los beneficios del crudo y los productos petrolíferos también se han desplomado un 31%, hasta los 426.000 millones de rublos. Estas cifras subrayan las nefastas consecuencias financieras a las que se enfrenta Rusia a medida que sus exportaciones energéticas se enfrentan a crecientes obstáculos.
Además, la moneda del país, el rublo, ha alcanzado recientemente un mínimo de 94,48 frente al dólar, provocado por una combinación de fuga de capitales, disminución de los ingresos fiscales y agotamiento de las reservas del banco central.
La preocupación por su volatilidad ha desencadenado una oleada de retiradas de fondos del banco central, que superan los 1.000 millones de dólares. La reciente revuelta de los Wagner no ha hecho sino intensificar la urgencia de la situación.
En un intento desesperado por salvar la situación, el ministro de Asuntos Exteriores ruso ha implorado a las naciones del sudeste asiático que abandonen el dólar y adopten las monedas locales para sus transacciones comerciales. Esta petición refleja la profundidad de las dificultades económicas de Rusia y sus esfuerzos por encontrar soluciones alternativas.