“Las vacas lecheras están en mi historia desde siempre. Mi padre dejó el campo por una mala situación y terminó el tambo. Yo lo rehice y lo puse en marcha. Entre 1940 y 1950 la Cooperativa de Tamberos de Catamarca estaba en una buena posición y llegué a producir bastante. Pero también tuve problemas. En la época del peronismo, el dique Las Pirquitas absorbió mucha mano de obra y no había oferta, con lo cual la parte agropecuaria estaba destinada a morir de a poco”, relató el productor en una charla con Bichos de Campo.
De las 100 explotaciones que supo tener esa región, hoy quedan menos de diez en pie, de las cuales la de Herr es la de mayor tamaño. Con 120 hectáreas propias y 60 alquiladas mantiene a 300 animales, de los cuales 80 están en ordeñe y alcanza a producir entre 1600 y 2000 litros de leche.
El volumen de la zona, sin embargo, no alcanza para satisfacer la demanda de lácteos local y la leche llega principalmente de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.
“Es una locura pero es más rentable traer leche desde mil kilómetros que hacerla acá. Y para los tamberos no lo es porque tenemos el problema del riego. Tenemos que regar y el laboreo se hace muy difícil porque tenemos que preparar la tierra para que sea regable. Hay mucha piedra, desniveles, hay que mantener los canales para conducir el agua, y eso es costo. El riego absorbe un montón de mano de obra y es un costo adicional”, explicó Herr.
Esto incluso dificulta el cultivo de frutas y hortalizas en la zona, que también es adquirida en su mayoría desde Tucumán, Córdoba y Mendoza, lo que eleva su precio considerablemente.
-En este momento, la mayoría de los tambos en Argentina están en problemas. ¿A usted los números le dan mal?
-Me dan pésimo. Estamos para atrás y le digo que sigo en la actividad porque no hay otra cosa. Yo antes me dedicaba a los fardos de alfalfa pero necesitan mucha mano de obra para levantarlos y es carísima.
-Todo parece estar cruzado por la dificultad de conseguir mano de obra.
-Sí.
-Es también un problema si se rompe alguna maquinaria.
-Tenemos que irnos hasta Tucumán o Jesús María, en Córdoba. Para eso tenemos que viajar tres horas para conseguir el repuesto, con el costo que implica estar parado. Desgraciadamente acá en Catamarca antes existían cinco firmas concesionarias de maquinaria agrícola. Hoy no hay ni una.
-Y usted dice que lo sigue haciendo por amor pero también le mete mucho profesionalismo. Tiene 300 animales, genética Holando y Jersey…
-Hay que hacer algo, no me gusta quedarme. Nunca me quedé a esperar por las dudas. Le doy para adelante y que siga. Los problemas que ya pasamos, los pasamos. No miro para atrás. Para qué voy a pensar si no tiene solución. Mirar para atrás no sirve.
-Es triste lo que dice porque los catamarqueños van a seguir necesitando que los productores que produzcan leche cerca de la ciudad. ¿No se puede remontar esto?
-Realmente necesitamos una inversión grande para comprar otro campo, porque este es chico y necesita más tecnología para producir 10.000 litros de leche. Es otra escala. Tenemos toda la maquinaria, tenemos todos los fierros y las ganas, que son cosas importantes. Nos falta un crédito. No digo que nos ayude el Estado. Yo quiero sacar un crédito y pagarlo, pero en esta situación no se puede. Un crédito nos permitiría crecer. No digo alimentar a toda Catamarca pero sí parte de ella como era antes, que la Cooperativa recibía 20.000 litros diarios y andaba muy bien. Tanto es así que mandábamos yogures a Córdoba. Totalmente a la inversa que ahora.
-Si se muda de campo y se va a otro lugar donde pueda multiplicar por cinco o por seis la producción de leche, va a extrañar esa vista seguramente.
-Esta vista no la voy a tener, ni este paisaje.
-Más allá de los rezongos, ese debe ser el costado lindo de toda su vida.
-Sí, lo voy a extrañar mucho, indudablemente. Catamarca es muy seco, muy árido. Estamos nosotros en el medio del desierto prácticamente. Pero hay que seguir andando. Hay que seguir y mirar para adelante, ni para atrás ni para el costado porque capaz que se cae.