La innovación, el cambio constante, la búsqueda de nuevas alternativas de la mano del aporte que hace la tecnología fueron los planteos que realizaron los empresarios del sector lechero en el marco del Congreso Internacional de Innovación Láctea que se realizó en Rosario, organizado por la Bolsa de Comercio, Adecoagro, Banco de Alimentos Rosario y Grupo Chiavassa. En ese contexto se presentaron experiencias de establecimientos asentados en la cuenca lechera, los cuales con distinta escala y niveles de productividad, siguen mostrando resultados. Tecnología y recursos humanos calificados, dos claves para la supervivencia.
El tambo de Marull, modelo de escala
Nicolás Fissore vive y trabaja en Marull, una localidad de la provincia de Córdoba con 1.800 habitantes, muy cercana a la Laguna Mar Chiquita y a 170 kilómetros de la ciudad capital. Es propietario de Establecimiento Don Alfredo, una empresa familiar dedicada a la lechería con más de 80 años de trayectoria y él representa a la tercera generación de tamberos. El nombre lo tomó de su abuelo quien en los 80 puso en marcha uno de los primeros tambos modelos de la zona.
Luego de varias idas y vueltas en la constitución empresaria familiar en 2005 su padre y su tío deciden apostar a la actividad con un establecimiento que contaba con 200 vacas y un sistema 100% pastoril. En 2008, y luego de una fuerte tormenta de granizo que afectó la producción, se vieron obligados a encerrar las vacas en un sistema dry lot. “Quedamos con baja reserva, sin cosecha ni pasto y había que administrar esto desde marzo hasta la nueva generación de forrajes y así recuperar capital”, dijo Fissore.
En 2013 ya con 400 vacas en ordeñe, incorporaron el tercer turno por la cantidad de animales y la genética que fueron incorporando así lo requería. “Habíamos empezado a tener mucho descarte por ubre descolgada y problemas de mastitis y, así, mejoramos la producción un 20%”, detalló. Eso también permitió mayores ingresos para el tambero mediero, que lo demandaba.
“En diciembre de 2019 convencidos de la actividad y buscando mayor estabilidad en la producción a lo largo del año, decidimos arrancar un proyecto de dos galpones con cama fría y una sala rotativa”, dijo el empresario que visitó varios lugares del mundo y consideró que era la tecnología que más lo convencía por la sustentabilidad medioambiental.
Desde 2022 está a cargo de la empresa, luego de que se disolviera la sociedad familiar. “En 2008 luego de la tormenta contábamos con 1.050 hectáreas de las cuales 900 eran propias y el resto alquiladas y 200 vacas en ordeñe, con dos turnos diarios y 17 litros vaca por año y un tambo 100% pastoril, un tambero mediero y dos empleados para trabajos diarios”, dijo. Desde entonces hasta 2013 “fue todo una revolución porque tuvimos que implementar un software de gestión, efectuar tactos quincenales, revisar dietas equilibradas, un hacer un plan de mejoramiento genético”, recordó. Trabajaron con especialistas para lograr el crecimiento. Incorporaron inseminación artificial a tiempo fijo (IATF), servicios estacionados y la utilización de semen sexado para recuperar animales y dar un paso más en el crecimiento.
También establecieron protocolos sanitarios, silos de alta calidad, monitoreos semanales, armaron media sombra para rodeos lecheros, incorporaron el tercer ordeñe y camas para que la vaca permanezca más tiempo echada y la limpieza de aguadas. “Entre 2014 y 2019 hicimos mucho hincapié en el análisis de cada dato que obteníamos con el software de gestión e incorporamos más personal profesional para ayudar en el relevamiento”, dijo Fissore. Dividieron el año en dos etapas, la productiva y la improductiva. En la primera, entre mayo y diciembre, llegaron a producir 43 litros promedio con tasa de preñez de 33% y bajo nivel de enfermedades postparto, mastitis y podales. También, vacas con óptimo estado corporal, bajo desperdicio de TMR (ración total mezclada), confort animal excelente, 3% de mortandad de guacheras y 2% de vaca adulta. En el período improductivo “todo se derrumbaba”, dijo Fissore. Frente a eso y para que las diferencias se achicaran implementaron los galpones con cama fría y lograron 41 litros promedio de leche por vaca/año, 25% de tass de preñez promedio, redujeron las enfermedades, un desperdicio de 0% de TMR y sólo 2% de mortandad en vaca adulta.
Con la idea de poner en práctica el concepto de economía circular, separan efluentes líquidos y sólidos y ya lograron fertilizar 150 hectáreas. También piensan incorporar un biodigestor y ya sumaron en 2022 un galpón para 120 terneros con óptimas condiciones. Hoy son 40 trabajadores divididos en 5 áreas.
En Castelli se apostó al cambio constante
Olmedo. CEO de La Fayuca SA.
El tambo La Polvorilla, en Castelli _provincia de Buenos Aires_ es propiedad de La Fayuca SA. Jorge Olmedo, ingeniero agrónomo, decidió encarar este proyecto que parecía a priori, una tarea ciclópea, que finalmente dio sus frutos. “En 1999 armé una empresa de agronegocios a instancias de la familia Rodríguez, que querían tener una unidad lechera”, recordó. “Compramos La Polvorilla, a 170 kilómetros al sur de Caba, que para aquellos tiempos fue un proyecto de vanguardia”, agregó.
Eran 500 vacas que producían 10 mil litros de leche por hectárea en un tambo instalado en la depresión del río Salado. En marzo de 2001 ordeñaron sus primeras 140 vacas y de ahí a la fecha. Arrancaron con una pista de alimentación de 170 metros de largo, un tambo para 26 bajadas y suelo de cemento. “Era muy loco para la época”, recordó. “En estos 20 años, de a poco construimos todo buscando la intensificación”, dijo. El primer objetivo fue “sobrevivir”, dijo Olmedo y demostrarles a los accionistas que tenían un negocio que podía competir con otro y de la mano de eso ir sumando módulos para llegar, hace 6 años, a producir 22 mil litros por hectárea. Hace ocho años atrás comenzaron a incursionar en avances tecnológicos, momento en el cual “bauticé al establecimiento La Polvorilla 2.0”, dijo. Luego de comprobar que la intensificación al límite terminaba por generar más tasas de descarte y mortandad, con rodeos estreados y equipos que se rompían, decidieron realizar cambios. Para Olmedo es justamente esa mirada, la de revisar y cambiar el rumbo, es la que permite a una empresa crecer. “Armamos un tambo al lado para aprovechar mucha superficie donde la vaca no llegaba y empezamos a analizar un sistema voluntario en automático y convencional de la empresa Delaval”, explicó y dijo que se quedó “enganchado” con este esquema. Ante esto, realizaron free stoll (estabulación libre) en un galpón “con piso de goma que buscaba ganar confort animal”, detalló, Olmedo para quien “no hacer nada también es hacer algo”. Por eso, apuesta hasta hoy al cambio constante. “Las tecnologías son herramientas, no soluciones y bien usadas nos permiten generar datos de calidad para tomar decisiones”, afirmó.