De las crisis en la cadena de suministro que dejó estanterías vacías en medio mundo a las nuevas recomendaciones de la OMS que permiten la leche de vaca a partir de los seis meses, la cosa pinta mal para esta industria

Las marcas de leche de fórmula para bebés invierten cada año cerca de 3.000 millones de euros en publicidad y marketing: de anuncios en televisión a campañas en redes sociales con influencers para acabar de convencer a esas madres indecisas. Sin embargo, ha bastado un insulso PDF, emitido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado mes de octubre sin mayor repercusión, para hacer temblar las piernas de esta multimillonaria industria.

El gran axioma hasta ahora es que se recomienda dar el pecho exclusivamente hasta los seis meses, pero más allá se abre un horizonte de incertidumbre. Leches animales como la de vaca estaban vetadas hasta el año de vida, por lo que muchas madres se enfrentaban a ese periodo de los seis a los 12 meses. Un gran número abandona la lactancia materna alrededor de ese momento, ¿con qué alimentarlo entonces? Ahí es donde aparecían las empresas de fórmula para bebés, con su variedad de sustitutos de la leche materna, con precios que oscilan entre los 15 y los 60 euros por kilogramo.

Ahora, la recomendación de la OMS tira por tierra ese axioma y lo deja todo muy claro: a partir de los seis meses, cualquier madre puede pasar de su propia leche a la de vaca (o cualquier otro animal) sin tener que pagar el peaje del biberón de fórmula.

Laurence Grummer-Strawn, epidemiólogo y funcionario de la OMS especializado en alimentación infantil, explicó las nuevas recomendaciones en un seminario a principios de este mes: “La recomendación es que para los seis a 11 meses de edad, cualquier leche, de fórmula o de animal, puede darse, no es necesario dar leche de fórmula a esos niños, y de los 12 a los 23 meses no hay una necesidad real de fórmulas de seguimiento”, también llamadas leches de continuación. “No está recomendado su uso en ese rango de edad”.

Por qué precisamente ahora

La decisión de la organización tiene varios antecedentes que la explican. En primer lugar, la crisis de suministros que, hace algo más de dos años, llevó a muchos supermercados (principalmente estadounidenses) a mostrar su carestía de leche maternizada. Muchas familias de clase media y baja se vieron de repente en la tesitura de no saber cómo iban a alimentar a sus hijos.

placeholderUn supermercado de San Diego, California, con los estantes vacíos de fórmula infantil. (Reuters/Bing Guan)
Un supermercado de San Diego, California, con los estantes vacíos de fórmula infantil. (Reuters/Bing Guan)

Es cierto que, en muchos casos, por ejemplo nacimientos prematuros, aún sigue existiendo una necesidad de fórmulas especializadas. Pero la OMS quiso resolver de un plumazo las dudas para todos aquellos lugares donde la leche de fórmula no siempre es una opción.

La otra gran causa es que, en los últimos meses, han aparecido varios estudios científicos que ponen en tela de juicio las razones que la industria de la leche de fórmula empleaba para lograr que sus productos se priorizaran por delante de la leche de vaca o similares. Quizá la más popular sea la del hierro. Supuestamente, una dieta con solo leche materna —o animal— a partir de los seis meses no garantizaba un aporte suficiente de este nutriente, generando un mayor riesgo de anemia al lactante. La leche de fórmula, sin embargo, era capaz de compensar esta demanda porque incluye una cantidad mayor de minerales o vitaminas.

En el pasado, otros estudios han sugerido también un menor riesgo de problemas de desarrollo si los críos eran suplementados con fórmula. “No encontramos una asociación entre los tipos de leche con que se estaban alimentando y diversos resultados antropométricos”, añadía Grummer-Strawn. Ni problemas de desarrollo, ni pérdidas de sangre gastrointestinal o diarrea. “Es cierto que en las revisiones sistemáticas encontramos que la leche de fórmula mejora el nivel de hierro y vitamina D. Pero, si bien eso es cierto, hay muchas otras formas en que se puede ofrecer hierro y vitamina D a los niños. No necesitamos depender de la fórmula como única fuente para eso”.

Otra de las claves es el elevado precio de estas latas, prohibitivas para muchas familias. Para la OMS, la fórmula no puede ser la mejor recomendación para garantizar que todo el mundo pueda acceder a los nutrientes esenciales para el crecimiento de sus bebés.

Aquí nada cambiará (de momento)

“La OMS emite sus recomendaciones de forma global y hay que tener en consideración que la situación varía de unos territorios a otros en función de diferentes factores: socioeconómicos, sanitarios, culturales, etcétera”, explica a El Confidencial una portavoz de la Asociación Española de Pediatría, que admite que aún no han podido sentarse a deliberar el contenido de las recomendaciones más recientes. “En el momento actual, con la evidencia científica disponible y adaptándonos a la realidad de la población infantil española, las recomendaciones de alimentación complementaria de la AEP están en línea con las últimas emitidas por la Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica, Hepatología y Nutrición”, cuya actualización más reciente data de 2017.

En resumen: que estas recomendaciones pueden ser útiles en lugares donde no exista un acceso inmediato o continuado a fórmulas infantiles, pero que en España no tenemos ese problema y, por tanto, las cosas aquí deberían seguir igual en el futuro próximo, con el mantra: “La leche entera de vaca no debería ser utilizada como bebida principal antes de los 12 meses de edad”.

A principios de este año, un estudio publicado en el BMJ analizaba precisamente la forma en que se comercializaban las leches de fórmula en 15 países, entre ellos España. A menudo venden el producto con anuncios como “fortalece su sistema inmune” o “fácil de digerir” sin especificar qué ingredientes en concreto permitían esa ventaja; otras veces lo atribuían a nutrientes genéricos como vitaminas presentes en cualquier tipo de leche.

Un palé de fórmula marca Similac, en un banco de alimentos estadounidense. (Reuters/Bing Guan)
Un palé de fórmula marca Similac, en un banco de alimentos estadounidense. (Reuters/Bing Guan)

En total, recogieron 1884 anuncios en 757 productos de fórmula infantil. De estos, solo una cuarta parte de los reclamos contaban con alguna referencia (por ejemplo, a un estudio científico o a una revisión de artículos), en total 560 de los que solo 58 tiraban de ensayos clínicos registrados. “Las afirmaciones que vinculan ácidos grasos poliinsaturados para el desarrollo del cerebro, los ojos y el sistema nervioso fueron las más comunes”, dicen los autores, entre los que se encuentra Erika Cortés Macías, del CSIC. “Este vínculo causal es reportado a pesar de que la evidencia reciente no logra fundamentar la asociación. Otros reclamos comunes, como los prebióticos, probióticos y simbióticos para fortalecer un sistema inmunológico saludable, tampoco tienen una base sólida en la literatura científica”.

“Llevo más de veinte años estudiando la forma en la que se inicia la alimentación complementaria y la evidencia ha ido cambiando, incluso, más rápidamente que las recomendaciones de la OMS”, explica Claudia Pariente, fundadora de Entre Mamás, una empresa de comunicación social en salud pública que también realiza asesoría sobre lactancia. “Por tanto, los agentes de salud debemos ser cautos a la hora de ser tajantes con esta o cualquier otra afirmación”. Lo cual no quita el reconocimiento a que “las decisiones de la OMS no se basan en creencias, sino en la revisión de muchos estudios: hoy por hoy, la evidencia existente es esta”.

En los últimos años, las madres primerizas que se enfrentaban a todo esto escuchaban a menudo ese comentario de “pues mi abuela me daba de pequeña leche de vaca hervida y nunca me pasó nada”. Es justo a lo que, al parecer, vamos a volver ahora. “Se ha comprobado que la diferencia nutricional entre la fórmula y la leche entera no es significativa a partir de estas edades y que se puede ofrecer siempre que sea pasteurizada”, precisa Pariente. “Es una noticia que a la industria de preparados para bebés no le conviene que se difunda, y me atrevería a decir que tampoco las sociedades científicas harán mucho ruido”.

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