El medio norteamericano The New York Times entrevistó a un grupo de especialista sobre la influencia de los lacteos enteros en la salud de las personas. “Si se consulta a las autoridades en materia de salud como la Asociación Estadounidense del Corazón o la Organización Mundial de la Salud, la respuesta es clara: elige una versión sin grasa o reducida en grasa. Esta recomendación se deriva de la idea de que los productos con leche entera tienen niveles elevados de grasas saturadas, por lo que elegir versiones reducidas en grasas disminuye el riesgo de padecer cardiopatías”, afirmó Dariush Mozaffarian, cardiólogo y profesor de medicina en la Universidad de Tufts.
Pero, también, el mismo académico señaló que esos lineamientos se remontan a 1980, cuando se publicó la primera edición de las Pautas Alimentarias para Estadounidenses. “Desde entonces, la mayoría de los estudios sobre los efectos de la grasa de los lácteos en la salud no han hallado beneficios en priorizar las versiones reducidas en grasa sobre los productos de leche entera”, destacó Mozaffarian.
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Según el experto, en diversos estudios en los que se ha entrevistado a personas acerca de sus hábitos alimenticios y se ha hecho un seguimiento de su salud a lo largo de muchos años, los investigadores han encontrado relación entre el consumo diario de lácteos y una prevalencia menor de enfermedades como presión arterial alta, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. “Al parecer, más que el nivel de grasa, lo importante más bien es qué producto lácteo eliges”, determinó el cardiólogo.
Los beneficios de este tipo de consumo se encuentran presente independientemente de que las personas eligieran yogur, queso o leche reducidos en grasa o enteros. Y aunque los productos lácteos enteros tienen más calorías, los estudios han revelado que quienes los consumen no tienen mayores probabilidades de subir de peso.
En un estudio publicado en 2018, los investigadores hicieron un seguimiento de 136.000 adultos de 21 países a lo largo de nueve años. Descubrieron que, durante ese periodo de estudio, quienes consumieron dos o más porciones de lácteos al día tenían 22 por ciento menos probabilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares y 17 por ciento menos probabilidades de morir que quienes no consumían lácteos en absoluto. Además, se resaltó que, quienes consumieron niveles elevados de grasas saturadas derivadas de los lácteos no tenían mayores probabilidades de desarrollar cardiopatías o morir.
En otro análisis, también publicado el mismo año, los investigadores agruparon los resultados de 16 estudios en los que participaron más de 63.000 adultos. Según el medio neoyorquino, en el estudio se descubrieron que, a lo largo de un promedio de nueve años, quienes tenían niveles más altos de grasas lácteas en la sangre tenían un 29 por ciento menos probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 que quienes tenían niveles más bajos. Este hallazgo sugiere que quizá sea beneficioso consumir grasas lácteas en lugar de evitarlas.
“Por supuesto, estos estudios no demuestran que los productos lácteos reduzcan por sí mismos determinados riesgos de enfermedad. Para ello se necesitarían ensayos clínicos a largo plazo, los cuales no se han llevado a cabo”, explicó Mozaffarian y concluyó: “Sin embargo, ensayos de más corto plazo han demostrado que el consumo de productos lácteos, incluidos los de grasa entera, reducía la presión arterial de los participantes y no aumentaba el peso ni los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL) o “colesterol malo”, lo que sugiere una vez más que las grasas lácteas no son perjudiciales para la salud del corazón”.
“Hay varias explicaciones posibles de por qué las grasas lácteas no son tan perjudiciales como se pensaba, y de por qué incluso pueden ser saludables”, reconoció Ronald Krauss, profesor de pediatría y medicina de la Universidad de California en San Francisco. Según Krauss, entre los distintos tipos de grasas saturadas que se encuentran en los alimentos, los productos lácteos contienen algunas que parecen ser neutras o benéficas para la salud, incluidas las relacionadas con la reducción del riesgo de diabetes tipo 2 y cardiopatías coronarias.
“La grasa de la leche también está contenida de manera natural en una estructura única llamada membrana globular de la grasa láctea”, confirmó Marie-Caroline Michalski, directora de investigación del Instituto Nacional de Investigación Agraria, Alimentaria y Medioambiental de Francia y añadió: “Los componentes de esta estructura ayudan a fijar el colesterol en el tracto digestivo, lo cual podría mejorar los niveles de colesterol en la sangre”.
Los especialistas coinciden que hay lácteos más recomendados que otros, el yogur y el queso parecen estar más asociados a dar mayores beneficios a la salud. Esto se debe a que ambos son alimentos fermentados que aportan bacterias beneficiosas al intestino. También contienen otras moléculas con propiedades benéficas producidas durante la fermentación, como la vitamina K, relacionada con la salud cardiaca. Los quesos más duros, como el parmesano, también producen una absorción más gradual de las grasas en la sangre que los quesos suaves y la manteca, lo que te da una sensación de saciedad durante más tiempo
“Y aunque no existen pruebas fehacientes de que los productos lácteos bajos en grasa sean una opción más saludable. Si tienes el colesterol alto, debes hablar con tu médico sobre los lácteos que debes elegir”, finalizó Krauss. Por último, Penny Kris-Etherton, catedrática emérita de Ciencias de la nutrición de la Universidad Estatal de Pensilvania, informó que un grupo independiente de expertos en nutrición está revisando actualmente la evidencia sobre cómo influye el consumo de grasas saturadas en el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Y aseguró que eso podría generar cambios en las recomendaciones de los alimentos lácteos en Estados Unidos.