En el texto final de la Comisión Europea publicado esta semana, se ha omitido cualquier mención a la reducción del metano. También lo han sido los vínculos entre los patrones alimentarios y las emisiones de GEI, lamentan los críticos.
La Unión Europea se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2050, lo que significa que planea lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) para los Estados miembros. Para conseguirlo, la Comisión ha fijado un objetivo intermedio que debe alcanzarse en 2030: reducir las emisiones netas de GEI en al menos un 55%, en comparación con los niveles de 1990.

Ahora, la Comisión quiere fijar otro objetivo intermedio: una reducción del 90% de las emisiones netas de GEI para 2040.

Pero no sólo se ha criticado la reducción propuesta por ser poco realista (puede que la UE ni siquiera esté en vías de cumplir su objetivo para 2030), sino que se ha expresado la preocupación de que el nuevo objetivo quite presión a la reducción del metano en el ganado, las emisiones de nitrógeno en los suelos y los cambios en la dieta de los consumidores.

¿Cómo piensa la Comisión cumplir su nuevo objetivo climático para 2040?

Desde la perspectiva de la Comisión, el establecimiento de un objetivo climático para 2040 ayudará a la industria, los inversores, los ciudadanos y los gobiernos a tomar decisiones en esta década para mantener a la UE en el buen camino hacia su objetivo para 2050.

Para alcanzar el objetivo propuesto para 2040, la Comisión ha establecido las condiciones que deben cumplirse, empezando por una reducción de las emisiones de al menos el 55% para 2030.

Sin embargo, según Climate Action Tracker (CAT), la UE aún no está en vías de alcanzar este objetivo. Aunque el grupo de investigación -que realiza un seguimiento de la acción por el clima en 32 países responsables del 80% de las emisiones mundiales- calificó la ambición de la Comisión para 2040 de “paso importante”, cree que la “rápida aplicación” de políticas y medidas a nivel de los Estados miembros es “crucial” para que se haga realidad.

“Recomendaríamos al menos una reducción del 62% (excluyendo el uso de la tierra, el cambio de uso de la tierra y la silvicultura) para 2030 a nivel nacional con una financiación internacional significativa o un recorte mucho mayor del 93% para hacer una contribución justa al límite de 1,5˚C.

“El CAT considera que el objetivo de la UE para 2030 es insuficiente con respecto a ambas métricas”.

Otras condiciones se refieren a la descarbonización de los sectores de la energía y el transporte. También se mencionan la alimentación y la agricultura (el sistema agroalimentario es responsable de un tercio de las emisiones mundiales de GEI), pero los críticos temen que estos temas hayan pasado a un segundo plano.

El metano se omite en el texto del objetivo climático

“La agricultura también puede desempeñar un papel vital en la transición”, señaló la Comisión en la comunicación sobre su objetivo climático para 2040. “El sector es clave para garantizar la seguridad alimentaria en Europa y, con políticas eficaces que recompensen las buenas prácticas y el apoyo adecuado, también puede contribuir a reducir las emisiones y prestar otros servicios vitales como aumentar la capacidad de los suelos y los bosques para almacenar más carbono.”

Sin embargo, lo que no se menciona en el texto final es ningún recorte del 30% de las emisiones distintas del CO2 procedentes de la agricultura (emisiones de metano del ganado y emisiones de nitrógeno de los suelos).

Esta omisión no ha sentado nada bien a la Fundación Changing Markets, centrada en la sostenibilidad, que afirma que “la idea de que el sector agrícola puede quedar excluido de algún modo de la reducción de su contaminación es errónea…”.

Changing Markets cree que existen “razones de peso” para establecer un subobjetivo ambicioso para la agricultura. “En teoría, la UE se ha comprometido con el Compromiso Mundial sobre el Metano, por el que se supone que reducirá sus emisiones de metano en un 30% ya para 2030. No podrán lograrlo sin objetivos o políticas que apoyen la reducción del metano”.

Para algunos, el momento del anuncio de la Comisión -y la “suavización” de su propuesta- no es una coincidencia. En toda Europa, los agricultores han estado protestando por las presiones sobre los precios que exprimen al sector.

“Por mucho que la Comisión intente tratar a los agricultores con guantes de seda, los hechos son tozudos: nuestros sistemas alimentario y agrícola contribuyen en gran medida al impacto climático de la UE”, declaró Monique Goyens, directora general de la Organización Europea de Consumidores (BEUC).

Las organizaciones agrarias europeas Copa y Cogeca adoptan otra postura, celebrando la opción del diálogo y el “apoyo pragmático que finalmente ha mantenido la Comisión Europea”. “¡Por fin se ha optado por el diálogo entre agricultores!”, señalaron las organizaciones de agricultores y cooperativas agrarias.

Acusan a la Comisión de “ignorar deliberadamente” el vínculo entre alimentación y GEI
En cuanto a la alimentación, también se ha dejado de reconocer el papel de los cambios dietéticos en la reducción de las emisiones de GEI (aunque se ha mantenido el papel de la industria alimentaria a la hora de hacer de las dietas sanas una opción fácil y asequible para los consumidores).

Los críticos lamentan la omisión, argumentando que los sectores agrícola y alimentario tienen “un gran potencial” para posibilitar cambios en la dieta.

“Los consumidores están dispuestos a cambiar su forma de comer y a desempeñar su papel en la lucha contra el cambio climático, siempre que los alimentos sostenibles y saludables estén más disponibles y sean más asequibles”, afirmó Goyens, de la BEUC.

“Ahora la pelota está en el tejado de la próxima Comisión Europea, que tendrá que desempolvar urgentemente la retrasada ley de sistemas alimentarios sostenibles y ponerla sobre la mesa. Dicha ley incentivaría mucho a la industria y a los minoristas para apoyar mejor a los consumidores en la transición.”

Para la Dra. Milka Sokolovic, directora general de la Alianza Europea para la Salud Pública (EPHA) -que aboga por dietas más sanas y basadas en productos vegetales- resulta “incomprensible” que la Comisión “ignorara deliberadamente” la relación entre los patrones alimentarios y las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Si queremos tomarnos en serio la crisis climática, los responsables políticos de la UE deben regular los entornos alimentarios y hacer que nuestras elecciones alimentarias sean saludables y sostenibles por defecto”.

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