Entender la salud humana es inconcebible sin la salud animal y el medio ambiente. Estas áreas son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los que coexisten. En un mundo tan globalizado como el actual, cambios en el clima o nuevos conflictos internacionales afectan directa e indirectamente a la salud de las personas.
La invasión de Ucrania supuso un antes y un después en las relaciones internacionales, pero también en otros ámbitos como el agroalimentario. Este país es mundialmente conocido por la producción de trigo y, la guerra afectó a las importaciones y exportaciones de este producto empleado para el consumo humano, pero también el animal.
Otro de los grandes desafíos ha sido las alteraciones de los ecosistemas. Desastres naturales como los terremotos, incendios o una inundación suponen un riesgo para la producción de alimentos. Por estas razones, la investigación en la agricultura y la ganadería son tan importantes, ya que suponen «la base de todo», como explica Pablo Gutiérrez Toral, científico titular en el Instituto de Ganadería de Montaña en el CSIC.
Su grupo de trabajo se dedica a encontrar fuentes lipídicas para las dietas de los animales. Actualmente, se emplean grasas derivadas de la palma o la soja.
«Estos son alimentos de importación, al igual que otros alimentos que se incluyen en la dieta de los animales, y tienen una huella de carbono muy grande porque vienen desde la otra punta del mundo y tienen un transporte muy largo, por lo que es costoso y muy contaminante. Además, se están deforestando amplias zonas en bosques tropicales en Tailandia, Malasia o Indonesia para plantar palma y atender a la demanda existente», explica Toral.
Ante esta situación, el grupo afronta el reto de buscar un sustituto que pueda reemplazar estos suplementos lipídicos imprescindibles en las dietas animales. ¿La solución planteada? Los insectos.
«El objetivo es promover el uso de insectos en la alimentación de los animales. Es un proyecto de investigación que forma parte de un convenio marco entre el CSIC y la Universidad de Turín y está financiado por la Junta de Castilla y León, y cofinanciado por la Unión Europea. Nosotros buscamos una alternativa a esa palma que se produzca a nivel local. En este caso, se quiere producir a nivel local en Castilla y León», afirma el investigador.
Por qué los insectos
El científico asturiano señala que los insectos tienen «mucho potencial de crecimiento como fuente de alimentos para animales y humanos».
«La FAO y la ONU recomiendan que se fomente el uso de insectos como una solución a la escasez de alimentos que hay a nivel global. Cada vez somos más personas y los recursos de la Tierra son limitados. Necesitamos mejorar los sistemas de producción. Los insectos son muy interesantes porque son muy eficientes.
Consumen muy poca agua. Son capaces de reciclar materia orgánica que de otra forma sería un residuo como los restos agroalimentarios, o los restos de cosecha. Estos desechos no tendrían una salida, pero los insectos los pueden comer, incluso, basura orgánica producida en los hogares y las ciudades», narra el asturiano.
«Los insectos son ricos en proteínas y materia grasa. El enfoque siempre había sido el criar insectos como fuente de proteínas porque es un bien relativamente escaso y es caro, por lo que se importa mucho.
En Europa, hay un déficit de proteína. Especialmente en alimentación animal se importa muchísimo y dependemos de esas importaciones. Esto lo hace vulnerable por el cambio climático como por un problema geopolítico. Si hubiera algún problema, los sistemas de producción animal quedarían expuestos y desabastecidos», añade.
Animales beneficiados
Aunque en algunos animales ya se utilizan los insectos para su alimentación como es el caso de las aves y los peces, los protagonistas de este experimento son los rumiantes. Específicamente se investiga vacas y ovejas.
«Ahora mismo nosotros estamos haciendo la investigación con ovejas y la Universidad de Turín con vacuno. Por ello, estamos colaborando. Nosotros trabajamos con ovejas porque Castilla y León produce más de la mitad de la leche de toda España», detalla Toral.
Anteriores investigaciones sobre insectos se centraban en la proteína, pero lo novedoso de la investigación del CSIC es la utilización del aceite. Algo totalmente pionero.
«Hay una normativa que lo regula. No se trata de comerte el insecto como tal, ya que este es aprovechable al 100%. Cuando crías un insecto se puede extraer la proteína y dárselo a los animales. En rumiantes, no se puede usar proteína animal a raíz de las vacas locas por prohibición europea.
Los insectos no solo son una buena fuente de proteína, sino que tienes unos porcentajes de grasa muy altos. En algunas especies de insectos que trabajamos, un 40-60% es grasa. Estamos trabajando con mosca soldado negra. Toda esa grasa no tiene una salida tan fácil a alimentación humana, pero en nutrición animal podría sustituir esa palma que viene de fuera y se podría producir aquí», recalca el investigador.
Como explica el científico asturiano, este sería un sistema «más eficiente porque los insectos producen esa grasa con recursos que de otra forma serían residuos y la producen a nivel local, por lo que no hay que importarla desde la otra punta del mundo».
Otro de los descubrimientos que están encontrando es sobre la calidad y la producción. El grupo explica que la utilización de insectos como fuente grasa en las ovejas «podría tener efectos en la elaboración de leche de esto animales».
«Cuando arrancamos esta investigación hace un año no teníamos datos, pero habíamos hecho algunos experimentos ‘in vitro’. Estamos viendo que podemos quitar esa grasa de palma de los animales sin perjudicar su rendimiento. La grasa de palma se utiliza porque mejora mucho la producción: da más energía y ayuda a generar más leche. Cuando se sustituye por insectos no se ve perjudicado.
En laboratorio, hemos observado que incluso puede mejorar el perfil de ácidos grasos de la leche y hacerla más saludable».
«Utilizamos el aceite porque sí está permitido en la Unión Europea. Si esto sale bien, se podría aplicar en cualquier granja», avanza.
Menor coste y más sostenible
Uno de los grandes interrogantes sobre la investigación es cúal sería el coste a nivel económico y medioambiental.
Las investigaciones preliminares apuntan que podría ser más barato, ya que «reducen costes de transporte y se pueden emplear desechos orgánicos», entre otras cosas.
«Hoy por hoy no porque aún no se trabaja a gran escala. Nosotros trabajamos con granjas de insectos, pero con el tiempo creemos que sí sería más barato. Actualmente, se trabaja a nivel experimental, pero cuando se haga a nivel de mercado es probable que pueda competir. Al final, esto dependerá también del tipo de ayudas que haya y del comercio global. Y también de lo positivos que sean los resultados que obtengamos», agrega.
La producción de los insectos se realiza en sistemas cerrados para evitar problemas de bioseguridad. Se tratan de granjas con un ambiente muy controlado de temperatura y humedad para que haya un crecimiento óptimo.
«Realmente, se están produciendo unas pocas especies porque se permite un número reducido a nivel europeo. Nosotros empezamos con la mosca soldado negra, pero también tenemos pensado trabajar con el gusano de la harina. Hay una granja muy grande en Salamanca que está de ampliación y va a ser la granja más grande del mundo a nivel de producción de insectos», apostilla.
En cuanto al impacto ambiental, la respuesta es contundente: es más sostenible por varias razones.
«Los insectos necesitan poca agua para crecer. Son ambientes muy cerrados y no provocan molestias y tampoco ocupan mucho suelo porque crecen en vertical. Generan muy pocos residuos, ya que todo se puede aprovechar prácticamente y se suelen utilizar como fertilizantes agrícolas. Asimismo, son muy eficientes porque son animales de sangre fría, por lo que no gastan energía en producir calor», sostiene Toral.
Expectativas de futuro
Países como Francia, Bélgica, Alemania u Holanda van por delante en el uso de los insectos, precisamente Holanda es pionera. Sin embargo, el científico del CSIC recalca que España «no está muy por detrás».
Países africanos y asiáticos ya incorporan en su hábitos alimenticios tradicionales a los insectos tanto en animales como humanos, por lo que algunos ganaderos cuentan con su propio espacio para el criadero de insectos dentro de sus granjas. Sin embargo, en el caso de los rumiantes es algo muy innovador.
«No se está haciendo por las restricciones que hay. A nivel de aves, peces y mascotas como perros y gatos ya se están utilizando. En el futuro, una persona podría tener su granja y otro espacio para los insectos con el que se pueden aprovechar los residuos generados por ambas dentro de una economía circular. En rumiantes, casi no hay estudios publicados a nivel mundial al respecto», expone.
Para el futuro, el grupo cuenta con grandes retos. Uno de ellos sería estudiar su aplicación en granjas ‘reales’ para analizar esta alimentación en otras condiciones, aunque primero deberán superar varias fases.
«Nosotros estamos en una fase experimental con los animales para ver cómo afecta a su rendimiento y producción de leche cuando se sustituye la palma. Una segunda parte se centrará en ver cómo afecta a la calidad del producto, especialmente el perfil de ácidos grasos.
Ver si este perfil que se produce es más beneficioso para la salud. En los resultados preliminares, se está observando que la calidad de la leche de vacuno es más beneficioso. En una tercera parte, habría que ver cómo se introduce en el mercado y la aceptación en los consumidores.
Estamos realizando ahora mismo una encuesta para conocer la opinión de estos sobre el uso de insectos. La FAO y la OMS afirman que son el futuro, pero la gente no quiere comerlos y es muy difícil cambiar los hábitos alimentarios de las personas», remata el científico Pablo Gutiérrez Toral.