Álvaro Pérez Viazzi es productor lechero con establecimiento en la zona sur del país. Fue presidente de la Sociedad de Productores de Leche de Rodríguez y es el actual secretario de esa institución. A mediados de junio viajó a Holanda, Países Bajos, invitado por los festejos de los 150 años de la Cooperativa de Mejora Ganadera, conocida como CRV, fundada en diciembre de 1874.
De familia tambera, Álvaro Pérez es la tercera generación dedicada al tambo integrando la empresa familiar de los tambos Los Búhos y Pérez Viazzi.
El viaje se dio como parte de la delegación de uruguayos del Grupo Región Sur y en ese contexto se visitaron unos 12 tambos, el centro de colección de embriones y el laboratorio de investigación donde se miden las emisiones y la eficiencia de las vacas, además de participar de reuniones vinculadas a la producción.
Consultado por La Mañana sobre el viaje, que comenzó a mediados de junio y se extendió hasta comienzos de julio, el productor ofreció su visión del país que además es un importante productor de leche de calidad en el mundo.
Alto valor de la tierra
Al visitar Holanda “uno se lleva una imagen de lo bien que funciona la sociedad en áreas que no son productivos, pero que se trasladan y que van desde la corrección en el tránsito con el respeto por las bicisendas hasta los aspectos de infraestructura y producción. La tranquilidad de zona productiva, las casas espectaculares de los pueblos, sin rejas ni nada que lleve a pensar en la inseguridad, a veces ni policías se ven. En ese aspecto Holanda es más que el primer mundo”, expresó
Además, “en algún tambo que visitábamos, veíamos pasar los yates a 150 metros a través de los canales. Es admirable la prolijidad que se puede ver; y todo eso es acorde a lo que todos conocemos en cuanto a la tierra que le ganaron al mar”, reflexionó, y contó que visitaron “lugares por debajo del nivel del mar, un logro alcanzado con trabajo y haciendo obras que a lo largo de los años resultan admirables”.
Todo eso se suma o se combina con “la calidez de los productores, la amabilidad de ellos y de sus familias. El país parece ser una postal de punta a punta, y el comportamiento de la gente ayuda a conformar esa opinión”.
Con ese panorama social y geográfico como contexto, “los tambos son un lugar de trabajo diario, pero así y todo son lindos, con mecanización y prolijidad”, agregó. Claro que “tienen problemas, pero hay muchas cosas que son distintas a como las vemos en Uruguay: acá cuando llueve los caminos están llenos de pozos, y eso allá no pasa”.
Destacó que “la mayoría de los tambos trabajan con robots, en general poseen 120 o 130 vacas, aunque hay algunos un poco más grandes, y generalmente trabajan con muy poca mano de obra que es muy calificada y costosa”.
El precio de la tierra es muy alto, “del entorno de 50.000 hasta 90.000 euros la hectárea, lo que los obliga a ser muy eficientes”. Esos tambos de 120 a 130 vacas “no tienen más que 50 o 60 hectáreas” trabajando, “básicamente con raigrás y maíz, el resto concentrados”, poseyendo “procesos muy afinados” y rangos “muy reducidos entre los que producen más y los que producen menos”, lo que marca una “diferencia importante con Uruguay donde hay productores que producen muchísimo y otros muy poco”.
Restricciones ambientales
El entrevistado aclaró que en los días que duró el viaje mantuvo contacto con unos 12 tambos por lo que la visión que transmite se relaciona con lo que allí vio y escuchó, lo que es un número insuficiente para el total de tambos y productores que posee Holanda, incluso los Países Bajos.
Hecha la aclaración, Pérez Viazzi dijo que algunos de los comentarios o reclamos de los productores holandeses se vinculan a “las restricciones o ajustes que tienen en el tema ambiental”, con medidas que implican costos, por ejemplo, “por cada vaca que agregan tienen que gestionar los efluentes y si no tienen terrenos donde depositaros el costo para sacarlos es de 95 euros” la tonelada.
Al productor se le ofrece, como medida ambiental, “el pago de un centavo o centavo y medio más por litro si hacen pastoreo con sus vacas, algo que la mayoría aceptó, pero otros explicaron que preferían sacar más leche y no cobrar ese centavo”.
No menos importante es el control sobre “la calidad de los silos porque dependen del raigrás que dura mucho más tiempo que en Uruguay, donde tenemos temperaturas mucho más altas”.
El margen de producción que obtienen los tamberos es de 2 centavos de euros, un monto que les preocupa y consideran que “es bastante escaso”. Consultado sobre la relación con los márgenes que tiene el productor uruguayo, dijo que ahora es difícil determinarlo debido a las distorsiones que el tambo de nuestro país ha sufrido, primero por la sequía y luego por el exceso de lluvias.
“El estado de las vacas es muy bueno y se las ve muy bien alimentadas”, enfatizó, y observó que los tambos holandeses “tienen procesos que nosotros pasamos por alto”, como que “nos cuesta el sistema de calostrar bien los terneros y uno de los tambos que visitamos le daba calostro tres veces y no se le moría un ternero. Son procesos que tienen bien asumidos”.
“La mansedumbre” de las vacas es otra característica, complementó.
Robots y producción
“La diferencia y la ventaja que los productores holandeses han logrado es darles confort a los animales en cuanto a la temperatura y una buena alimentación”, lo que se traduce en buenos resultados. “La mayoría de los tambos en que estuvimos el promedio por lactancia era de entre 11.000 y 12.000 kilos, con buenos sólidos. En Uruguay es difícil encontrar tambos con ese resultado, y tenemos la dificultad que producimos a cielo abierto, lo que es más difícil”, dijo Pérez Viazzi.
Los holandeses “se sorprendían por las vacas que ordeñamos en Uruguay, porque lo de ellos son tambos con dos robots y 120 vacas, y los que viajamos tenemos un área mayor y más vacas, con un valor de 6000 dólares la hectárea, y allá 60.000 euros”.
Asimismo, “tienen condiciones de trabajo muy buenas y lugares muy lindos, pero trabajan todo el año y mucho, salvo algunos días que la familia se tome vacaciones; los empleados cuestan mucha plata y tienen poco o ningún empleado; conseguir mano de obra es difícil y costoso”.
“En otros casos no hay robots, el dueño es quien ordeña en uno de los turnos y el resto de trabajo le paga a alguien para que lo haga, hay mucha organización, buena maquinaria y el manejo de pasto se hace con muy buenos equipos”, contó el productor uruguayo.
Son productores que “hace tiempo pasaron el filtro de la eficiencia, y el que no es eficiente queda fuera del sistema porque es imposible sostener tanta infraestructura con baja producción. En Uruguay podemos crecer en forma horizontal, pero ellos no pueden porque no tienen más tierras y si quieren crecer tienen que hacerlo de otra manera”.
Sobre el relevo generacional “los holandeses tienen los mismos problemas que nosotros”. En los tambos visitados los uruguayos tuvieron la oportunidad de conocer situaciones variadas: “Vimos algunas familias con sus hijos involucrados, contentos y trabajando el tambo; pero en otro caso la esposa del productor tenía otra actividad que complementaba el tambo. La realidad es que en el mundo la cantidad de lecheros se va reduciendo, es una tendencia mundial”, subrayó.
Apoyo del Estado
Respecto a si el sector tiene conformidad con el apoyo que recibe del Estado, Pérez Viazzi dejó ver las diferentes posturas que pudo observar.
“Algunos productores manifestaron recibir más respaldo antes que ahora”, pero también contó que visitaron un establecimiento que “tenía un galpón de más de 150 años y recibió ayuda de la municipalidad para hacer los arreglos así no lo tiraba abajo porque les interesaba mantenerlo por los años y el tipo de construcción”.
Otro productor “nos dijo que recibe un subsidio o una ayuda de 300 euros por hectárea, pero no sabemos si ese monto está contemplado en los 2 centavos que tienen de margen porque la infraestructura de la que disponen, con los galpones espectaculares y prolijos, no se sostiene con solo esos 2 centavos de euro”.
De todas maneras, razonó, “si un tambo de 120 o 130 vacas saca 1.200.000 litros y ganan 2 centavos de euro, son 25.000 euros en el año, lo que no cierra porque un empleado cuesta más que eso, y la infraestructura no se mantiene solo con eso, lo que me lleva a pensar que en esos 2 centavos de euro que obtienen de margen no incluyen las ayudas que reciben, como los 300 euros por hectárea y alguna otra cosa más”.
Como fuere, es importante la “ayuda del Estado, y eso vale también para Uruguay, generando mejores condiciones de comunicación, buen estado de caminos y carreteras, mejor suministro de energía eléctrica, todo lo necesario para que la familia que decida trabajar y estar en el tambo tenga las mejores condiciones para vivir y no sea solo un sacrificio”.
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