Las bebidas vegetales se han ido haciendo hueco en la cesta de la compra de muchos consumidores en los últimos años. Cada vez son más las personas que la incorporan a su dieta en sustitución de la leche, bien como una alternativa ante la intolerancia a la lactosa o por la creencia de que son más sanas.
Una prueba de ello es que el consumo per cápita de estas bebidas a base de cereales, legumbres o frutos secos –como el arroz, la avena, la soja, las almendras o el trigo– dentro de los hogares españoles repuntó un 15,4% entre 2019 a 2023. Mientras, el volumen de leche líquida ingerida por cada habitante descendió cerca de un 10% en ese periodo.
El año pasado –último ejercicio completo–, el consumo medio por habitante en España de este ‘oro blanco’ del campo se situó en 62,9 litros, frente a los 69,3 de 2019. La cifra es mayor en Galicia, la comunidad que concentra el 41% de la producción de leche de vaca a nivel nacional, pues en 2023 tocó a 75 litros por cabeza, pero la caída fue mayor, pues son 10 litros menos que cuatro años atrás, según los datos que recoge el informe de consumo alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
En el caso de las bebidas vegetales, la ingesta sigue siendo muy inferior pero ha ido en claro aumento. En 2023 alcanzó los 5,7 litros en promedio por persona. En total se consumieron el año pasado 267.591 litros de estos productos en los hogares, un 17% más respecto al volumen de 2019.
Leche líquida se bebió mucha más, 2,94 millones de litros dentro de casa, pero supone un 8% menos. El estudio del ministerio que pilota Luis Planas refleja una tendencia decreciente en el consumo de leche y derivados desde 2008.
“No pueden compararse”
Con este telón de fondo, la Interprofesional del sector lácteo, la Inlac, se ha afanado en trasladar al público que tomar leche tiene beneficios y que este alimento nada tiene que ver con las bebidas vegetales.
“El desconocimiento ha provocado que se les considere erróneamente como un sustitutivo de la leche, pero no pueden compararse desde el punto de vista nutricional”, sostiene, apuntando a la presencia de proteínas “de mayor calidad” y de otros nutrientes como el calcio en la materia prima que sale de las granjas.
Yogures y queso
No es solo el brick de leche el que ha perdido terreno, también los derivados lácteos, que cerraron el año pasado con el volumen de compras más bajo en una década. Entre las diferentes categorías se consumieron casi 32 litros/kilos por habitante, cinco menos con respecto al dato de 2019.
Se percibe una caída en los postres lácteos, los batidos o la nata y, en menor medida, en los quesos –el derivado que más se ingiere, con 7,6 kilos de media por persona al año–. En cambio, la mantequilla está aguantando el tipo.
Carne y pescado
Los cambios en los patrones de consumo y el auge de las alternativas vegetales también deja huella en el consumo de carne y pescado: la ingesta per cápita es un 9 y un 17,6% más baja que en 2029, respectivamente.
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