A Rodrigo Mangana hacía tiempo que ya no le salían las cuentas. A sus 68 años, hace muchísimas décadas que recogió el testigo de su padre, de su abuelo y de los que le precedieron como pequeño ganadero en la Sierra de Cádiz. Posee 300 ovejas, 350 cabras y 60 vacas.
Considera que le acaban de asestar el último varapalo para el relevo generacional, vital para la pervivencia del sector primario. “Este Gobierno me va a cortar el cordón umbilical con el legado de mi familia y me va a obligar a echar el cierre”. La subida del Salario Mínimo Interprofesional, unido a la reducción de la jornada laboral es la puntilla.
“En el campo nos vamos al garete a medio plazo”. En su explotación tiene dos asalariados. “Pago unos 700 euros por cada uno en cotizaciones sociales”, insiste. “Pero yo vendo leche. La misma cantidad de leche. Y mientras todo me ha subido, yo sigo vendiendo el litro de leche al mismo precio”. No es cualquiera la que vende: se destina a elaborar los famosos Quesos Payoyo, ganadores de muchísimos premios mundiales
Ha subido el pienso, el cereal, la luz, el agua, los seguros… “Yo lo que sé es que el mismo plato de comida que pongo hoy en mi casa es mucho más caro que el que ponía hace cuatro años”, ilustra. Con respecto a la reducción de la jornada laboral, insiste en que en el campo juegan muchos factores y que por ello “no se puede medir como otros sectores productivos: empezando porque dependemos del clima”.
También en su caso porque el litro de leche no se paga igual en función del mes del año. Su explotación es ecológica y al aire libre. “Cuando el animal tiene menos grasa, la leche tiene menos grasa y se paga menos. Cuando tiene más grasa, se paga más. Cuando hay un mes de mucha lluvia, me baja la producción”, sostiene. Así, “la leche de cabra cuesta menos de un euro el litro y la de oveja, un poco más de un euro. Eso, de media anual”.
90.000 trabajadores menos
Desde 2016, “el incremento del SMI ha sido del 80%. Eso se ha llevado por delante en los últimos 4 años a más de 90.000 trabajadores del campo”, explica Álvarez. Asegura que desde su asociación “no nos negamos a la subida y a que haya mejores salarios. Lo que pedimos es que se nos apliquen bonificaciones para poder amortiguar esta última subida de las cotizaciones, pero se niegan los sindicatos. Es incomprensible”.
Esta medida, “por Real Decreto y sin negociación colectiva”, incrementa la presión que el sector agrario viene soportando, “en un contexto en el que por nuestra situación hay temporalidad”, porque dependen de las cosechas y del clima. “El resultado es que esa eventualidad se ha traducido en que solo hay contratos de fijos discontinuos. Pero es que hay 860.000 fijos discontinuos buscando empleo”.
En cuanto a la reducción de la jornada, para el campo desde luego la solución no es hacer más contrataciones. “Si no hay gente para trabajar. Se verá, por tanto, agravado el déficit de mano de obra”. De hecho, la Secretaría de Estado de Inmigración ha tenido que autorizar nuevos convenios de contratación en origen porque no hay suficientes temporeros locales para cubrir la demanda. Todo ello unido auna reforma laboral “rígida”, en lo que respecta al campo, “porque vamos por campañas”, precisa Rodrigo.
A la subida de los costes de electricidad, gasóleo agrícola y los seguros agrarios, que han incrementado su precio, se le suma ahora demás los fertilizantes, “que vienen de Rusia y Bielorrusia, con unos aranceles que ascienden a 480 euros por tonelada. Es que todo es inasumible”, ultima el secretario de organización de Asaja a EL ESPAÑOL.
Por ello, considera Asaja que para garantizar el futuro del campo sería necesario un periodo transitorio “amplio” para la aplicación de la medida en el sector, además de bonificaciones en las cotizaciones a la Seguridad Social para aliviar el impacto en las explotaciones. También, una flexibilización en la contratación de temporeros para evitar la pérdida de campañas clave.
Impacto en la fruta
La misma entidad ha calculado el impacto económico que tendrá la aplicación de la subida del SMI en la campaña de recogida de la fruta, basándose en los datos de contratación de la campaña 2024 en la provincia de Lleida. Se necesitaron más de 29.000 trabajadores en los meses de máxima actividad, y se gestionaron un total de 88.000 nóminas durante toda la temporada.
Así, con la modificación de la jornada semanal de 40 horas a 37,5 horas, la reducción de 2,5 horas por trabajador se convertirían en horas extraordinarias, con un coste superior, advierten. “Este cambio representaría un incremento de 162,5 euros mensuales por trabajador, resultando de una retribución de horas extras de 14 euros/hora y de un aumento en las cotizaciones a la Seguridad Social”.
Este sobrecoste elevaría los costes de producción “en más de 15 millones de euros solo por la reducción horaria” y si se aplica la subida del SMI, “el sobrecoste global superará los 25 millones de euros para la próxima campaña de la fruta dulce”. Y eso solo en la provincia de Lleida. En resumen, “un despropósito”, asevera el presidente de Asaja Catalunya, Pere Roqué.
La calculadora
Con el incremento de costes previsto, el coste de producción pasará de los 42 céntimos actuales por kilo a los 48 o 49 céntimos por kilo, “reduciendo aún más los márgenes de los productores”. Asaja recuerda que, en muchos casos, los precios de liquidación de la fruta dulce “ya son muy ajustados” y no permiten absorber estos incrementos “sin consecuencias graves para los productores”.
Por ello, advierten que “si esta medida sale adelante sin ninguna modificación, el sector se verá obligado a repercutir estos costes en el precio final de la fruta, con una subida que puede superar el 25%.”
Rodrigo Mangana está temiendo coger la calculadora, aun vendiendo, además de la leche, cabras y cabritos a restaurantes, “porque es que tengo que buscarles rendimiento”. Así, continúa advirtiendo que “si todo descansa en la pyme y el autónomo, que son los que sostienen el país, no vamos a poder seguir”.
Para él, la situación es dramática. “Tengo 68 años y la verdad es que no me quiero meter en mi casa ya para jubilarme. Pero es que esto es para coger el pico de la manta, taparse y quitarse de enmedio. Por no hablar de que lo han hecho como trileros: por encima de la mesa tienen unas cartas y por debajo, otras, porque lo que le dan al trabajador por un lado se lo quitan por el otro. Vamos, los dos [empleados] míos lo entienden perfectamente”.